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Primero se drogó en el escenario para simular una violación, ahora enseña lo que pasa después: Carolina Bianchi vuelve al Grec con su trilogía de violencia

Con ‘La novia y el buenas noches Cenicienta’, la brasileña conmocionó con la ‘performance’ de una agresión sexual. Su segunda parte, ‘The Brotherhood’, escenifica “la muerte en vida” tras el abuso

Carolina Bianchi, en un momento de 'The Brotherhood'.
Noelia Ramírez

Carolina Bianchi (Porto Alegre, 39 años) es consciente de que la expectación por su regreso al festival Grec está por las nubes. “Nunca estuve preparada para lo que ha ocurrido”, aclara esta creadora de teatro, escritora e intérprete en videoconferencia desde un hotel en Atenas, donde está de gira, pocos días antes de volver a Barcelona. La directora del colectivo Cara de Cavalo de Sâo Paulo presenta mañana y el sábado en el Teatre Lliure de Montjuic The Brotherhood, la segunda parte de La Cadela Força, su trilogía sobre violencia y el papel del arte en el trauma.

Han pasado dos años desde que Bianchi estrenara La novia y el buenas noches Cenicienta, una performance que conmocionó el festival barcelonés tras su polémico pasó por Aviñón. Bianchi lo revolucionó todo con la crítica rendida a su radicalidad en escena: se llevó el premio al mejor debut internacional del Sindicato Francés de la Crítica y a finales de julio recogerá el León de Plata de la Bienal de Danza de Venecia 2025. En aquella obra, que todavía sigue girando por Europa, la brasileña salía a escena y perdía la conciencia tras tomar una mezcla de tranquilizantes similar al boa noite, cinderela, la sustancia parecida a la burundanga con la que le drogaron para violarla cuando vivía en Brasil.

Carolina Bianchi y el resto del elenco de 'The Brotherhood'.

Dormida sobre el escenario, vestida como Pippa Bacca —la performer italiana que quiso hacer autostop desde Milán hasta Oriente Próximo vestida de novia y murió en 2008 estrangulada en Turquía por un hombre que la recogió en una gasolinera—, Bianchi quedaba en manos de los ocho performers que simulaban una orgía no consentida con su cuerpo. En cierto momento de la representación, los hombres introducían un espéculo con cámaras dentro de su cuerpo para retransmitir las imágenes al público en directo. ¿Su objetivo? Llevar la violencia sexual al debate público.

“Me ha escrito muchísima gente durante estos dos años. Y no solo personas que comparten su dolor o su trauma personal por haber sufrido una agresión sexual. Para mí, lo interesante es leer las impresiones sobre lo que el teatro provoca en sus cuerpos”, cuenta esta artista obsesionada con llevar al límite la puesta en escena, con tensar cada uno de sus elementos: texto, escenario, intérpretes, espectadores. Nadie sale inmune de sus obras.

Ocho 'performers' acompañan a Bianchi en la segunda parte de su trilogía sobre violencia y arte.

Si en el primer episodio exploraba las posibilidades de la performance, en The Brotherhood, Bianchi quiere llevar al límite el dispositivo teatral exponiendo todo lo que pasa después de que se cometa esa violación. “Propongo una metáfora: la agredida vuelve, pero está en el purgatorio porque viene del infierno. Simbólicamente, la violación es muerte en vida”, aclara.

Los ocho hombres de la primera parte regresan con ella para simbolizar una hermandad que no es solo una cuestión de género ni una simplista denuncia contra el patriarcado. “Esto no va de ‘Hombres, no; mujeres, sí’. Mi hermandad va más allá y está conectada al mundo del arte y las obras performativas. Busco explorar la violencia del teatro y como ese entendimiento puede castigar a una escritora. Es una cuestión de poder y herencia. Por un lado, adoro esa brotherhood porque me influencia, me encanta, me apasiona. Pero, al mismo tiempo, esa hermandad provoca mucho dolor, exclusión y diferencia”, destaca.

Inspirada por el análisis de lo violento de Sarah Kane y el “escribo en términos autobiográficos, pero mi escritura es personal” de Clarice Lispector, el yo de esta trilogía va mucho más allá de la experiencia vital de Bianchi. Su violación pasó, sí, pero se inserta en la trilogía para trazar una genealogía del trauma en el mundo de las artes. “Lo que busco es tensar mi autobiografía hasta lo insoportable. Es necesario hablar del dolor y de los procesos traumáticos cuando conoces la violencia. Cuando la encuentras, todo se transforma: cambia tu lenguaje y tu forma de articular el pensamiento”. En The Brotherhood no solo hay referencias a Dante Alighieri y a Sarah Kane. También hay rastros de La gaviota de Chéjov y los escenarios violentos en los que escribía Emily Brontë. “Lo mío es personal, pero en mi obra se mezcla con otros para trazar un camino de artistas”, enfatiza.

Carolina Bianchi recogerá el León de Plata en la Bienale de Danza de Venecia por esta trilogía.

Para esta hija única de una psicóloga clínica y un músico que se separaron cuando era cría y empezó a hacer teatro a los 11 años, la paradoja es un elemento clave en este segundo episodio, cargado de afirmaciones contradictorias. “El teatro es pura encarnación, pero yo, en esta obra, estoy desencarnada. Amo al teatro, pero asumo el daño que provoca”, dice una creadora que también detecta ambivalencias en la figura de la víctima. “Ser víctima de violencia es algo terriblemente personal y, al mismo tiempo, implica una resonancia con el sistema. Esas dos formas conviven juntas de maneras muy complejas. En mi trabajo, la violencia implica un combate con las palabras. Yo acepto la palabra víctima, acepto la palabra superviviente. Son términos que utilizo, pero, en esta obra, me refiero a mí misma como un fantasma. Ese es el limbo en el que queda mi cuerpo tras la violación. Soy un espectro intentando situarse, pero, a la vez, me siento extremadamente viva”.

Instalada en Ámsterdam desde la pandemia, cuando migró a Europa para estudiar el máster de Teatro en el DAS Theater, Bianchi, se define como una persona “extremadamente tímida”, sigue apostando por trabajar con lo coral y elencos en grupo, pese a la precariedad del sistema. “La repercusión y los premios del primer capítulo me permitirán pensar el tercero con calma y seguridad, pero la falta de dinero en el gremio imposibilita poder pensar a largo plazo. Establecerme en Europa me ha cambiado la vida, pero sigue siendo muy difícil pensar a largo plazo”, lamenta.

Su tercer capítulo, todavía sin nombre, ya tiene fecha de estreno prevista: 2026. Y tras ahondar en la performance en el primero y repensar el teatro en el segundo, en esa ocasión se centrará en la poesía. “Siendo honesta, haber tenido tanta repercusión con el primer episodio me preocupó, ¿captaría la segunda la misma atención? Pero estoy más tranquila ahora que ya la hemos estrenado [la première fue en mayo en el Kunstenfestivaldesarts de Bruselas]. Percibo una sensación de continuidad con todo el colectivo de artistas que conformamos. Siento que seguimos moviendo cosas, que las conversaciones siguen presentes, que la reflexión sigue abierta con muchas más capas, con más complejidad”, destaca.

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Noelia Ramírez
Periodista cultural. Redactora de S Moda desde 2012 y forma parte del equipo de Cultura desde 2022.
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