Un experto logra recomponer un conjunto pictórico románico expoliado en 1953 en Lleida
La reconstrucción se ha logrado gracias a la localización de tres fragmentos en una colección particular suiza

El obispo de Urgell dio su visto bueno en 1953. Así que el marchante Josep Bardolet y los hermanos Josep y Ramon Gudiol Ricart arrancaron y trocearon sin miramientos las pinturas murales románicas del ábside de la iglesia de San Lorenzo de Isabarre (Lleida) con el fin de venderlas en el mercado internacional a un precio superior al que podrían obtener en España. Pasados diez años y quizás al ver que los paneles que no habían sido ya colocados tenían difícil salida, se los ofrecieron a la Junta de Museus catalana, que entonces dependía del Gobierno del dictador Franco. Tras diversas negociaciones, estos acabaron formando parte de las colecciones del Museo de Arte de Cataluña (actualmente Museu Nacional d’Art de Catalunya) y del Museu Diocesà d’Urgell. De los fragmentos que se habían conseguido vender en el extranjero se tenía noticia desde 1962, cuando un panel con un apóstol había ido a parar a The Toledo Museum of Art de Ohio. Juan Antonio Olañeta Molin, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Barcelona y miembro del grupo de investigación Ars Picta, en su estudio Intentando recomponer el rompecabezas. El disperso conjunto de pintura mural del ábside de san Lorenzo de Isabarre, ha reconstruido ahora cómo eran aquellas pinturas de entre los siglos XII y XIII que fueron expoliadas.
Las campañas de arranque de la decoración pictórica románica de ciertos templos pirenaicos acometidas entre los años cuarenta y sesenta del siglo XX por Bardolet y los Gudiol Ricart dispersaron conjuntos sin parar por museos ni colecciones particulares españolas y extranjeras. La técnica empleada es la conocida como strappo (tirón, en italiano), en la que se colocaba una tela en la pared con una substancia que al secarse hacía que la capa exterior de la pintura pasase al tejido, en el muro quedaba algo de la pintura y el dibujo preliminar.
“En ocasiones, a causa del oscurantismo inherente al modus operandi habitual en esas fechas en el mercado del arte y antigüedades, tanto nacional como internacional, algunos de los fragmentos en los que se dividieron pasaron a estar en paradero desconocido”, dice el estudio. De hecho, algunas piezas solo se conocen por fotografías realizadas por los propios expoliadores. “Especialmente lamentable fue el proceso de arranque, expolio y dispersión de la pintura mural de las iglesias de Santa María de Cap d’Aran, San Acisclo y Santa Victoria de Surp y San Lorenzo de Isabarre, todas ellas ubicadas en el Pirineo leridano”, dice Olañeta en su artículo de la revista Anuario de Estudios Medievales.
Se sabe que en 1904 las imágenes se encontraban ocultas tras un retablo barroco. Cinco años después, el afamado fotógrafo Adolf Mas Ginestà realizó la única instantánea que se conserva anterior al destrozo. En 1941, Bardolet inició las gestiones para solicitar el permiso al Obispado de Urgell para arrancarlas, autorización que no logró hasta 1953. Ese año, Ramon Gudiol las extrajo y ambos, junto con su hermano Josep, las vendieron por fragmentos. En 1962, este último donó tres de los pedazos ―los que se hallaban en peor estado― al Museo de Arte de Cataluña. En 1963, cuando se estaba acordando la compra de más paneles, se tuvo noticia que uno de Isabarre, más otro de Surp, habían ido a parar en 1956 al estadounidense The Toledo Museum of Art.
El director general de Bellas Artes de entonces, el arqueólogo Gratiniano Nieto, escribió dos cartas, en junio y diciembre de 1964, a Ramón Iglesias Navarro, obispo de Urgell, en las que pedía explicaciones. El prelado respondió que habían cedido los fragmentos de pintura a Bardolet “con la persuasión de que irían al Museo de Pintura románica de Barcelona [sic], con el que estaba en relación”. El obispo se mostró perplejo por el hecho de que algunas piezas hubieran terminado en Ohio.
Ese mismo año, Bardolet escribió una carta llena de faltas de ortografía a Pablo Vidal, presbítero del obispado. En ella, le sugería que no realizase “ninguna gestión con organismos oficiales para no echar a perder la resolución del conflicto”. Y así fue. El obispado terminó pagando 350.000 pesetas a Ramon Gudiol por seis paneles de las iglesias expoliadas de Isabarre, Surp y València d’Àneu. En 1967, buena parte de los paneles regresaron a la diócesis de Urgell y, a los pocos años, formaron parte del recién inaugurado Museu Diocesà d’ Urgell.

En julio de 2023, se localizaron en una colección privada de Suiza seis de las pinturas murales arrancadas en tres iglesias del Pirineo leridano, tal y como adelantó EL PAÍS, tres de ellas pertenecientes la iglesia de San Lorenzo de Isabarre, un hallazgo clave para conseguir la recomposición del conjunto arrasado.
A pesar de que algunas piezas siguen distribuidas por Europa y EE UU, Olañeta ha logrado recomponer el aspecto primigenio del mural. Examinó imágenes con mantos o túnicas, coronadas, barbadas, inscripciones, letras sueltas, figuras femeninas, descalzas o con sandalias, además de la “capa profunda de las pinturas, conservada in situ”.
Entre las imágenes reconocidas se encontraban un san Bernabé, san Juan, Santiago, san Felipe, san Judas Tadeo, la Virgen, santa Catalina, un oso, un simio, un pez… Basándose, además, en los testimonios “de quienes pudieron contemplar las pinturas in situ”, el experto llega a la conclusión de la “existencia de tres santos a la izquierda de la ventana central y cuatro a la derecha”. “Del apostolado original habrían llegado hasta nuestros días siete personajes, de los que identifico seis. Y el séptimo es una pieza de la que ignoramos todo y cuyos fragmentos podrían permanecer ocultos todavía bajo la capa de mortero que cubre la parte de muro situada entre la ventana meridional del ábside y el arcosolio [hueco abovedado] sur”.

Con estos datos, Olañeta establece estas disposiciones: “A la izquierda de santa Catalina, se encontraban san Bernabé (su imagen está en el museo diocesano), Santiago (en la colección suiza) y san Felipe (museo diocesano). Al norte de la ventana central, se encontraba san Judas Tadeo (Ohio)”.
Examinando las inscripciones que acompañan a las figuras, el profesor de Arte de la Universidad de Barcelona llega a la conclusión de que “la cronología más adecuada se situaría entre la segunda mitad del siglo XII y comienzos del XIII”.

“Hemos podido comprobar la existencia de una estudiada composición en la que las figuras se disponen en grupos de tres, con la central en posición frontal y las laterales dirigiéndose hacia ella”, señala Olañeta, que concluye: “Hemos tenido conocimiento de que la iglesia puede ser restaurada en breve. Sería el momento ideal para confirmar si subsisten más figuras bajo la capa de mortero y para realizar una reconstrucción virtual, quizás mediante un modelo 3D, que permita al visitante conocer cómo había sido este conjunto, actualmente disperso por culpa de la codicia humana”.
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