El caso Adidas. ¿Quién habla por quién? Ku’ää
El Estado mexicano parece estarse erigiendo a sí mismo como el hermano mayor de los pueblos indígenas que los pretende defender de agresores, al mismo tiempo que mantiene su propio derecho de agredirlos


Vuelve a suceder siempre. Ahora, eso sí, la indignación parece cada vez más generalizada. Lo que hace unos años no levantaba tantas ámpulas mediáticas comienza a ser cuestionado, ya está menos normalizado. La marca Adidas lanzó un modelo de calzado llamado Oaxaca Slip-On del diseñador Willy Chavarría; como siempre, se explicó que este lanzamiento pretendía honrar las raíces mexicanas del diseñador. El discurso del “homenaje a las raíces” ha sido a menudo utilizado en casos de apropiación cultural indebida, esta sucede cuando en una relación asimétrica empresas o sectores con poder político o económico toman elementos culturales de pueblos oprimidos para su comercialización o aprovechamiento simbólico. En estos casos, no se consulta o no se colabora con quienes tienen la propiedad colectiva de estos elementos. El Estado Mexicano ha sido históricamente uno de los mayores apropiados culturales indebidos, el otro gran apropiador ha sido el capitalismo. Cuando se hacen cuestionamientos sobre esta práctica empresarial, en muchos casos se argumenta que solo deseaban homenajear algo que admiran mucho, ocultando discursivamente la explotación económica que implica el proceso de apropiación.
En este caso, las autoridades de la comunidad zapoteca de Yalalag emitieron un comunicado autorizado por su máximo órgano de gobierno, la asamblea comunitaria. En este enérgico pronunciamiento pidieron al diseñador Willy Chavarría y a la empresa Adidas reconocer que el diseño del Oaxaca Slip-On fue tomado de los huaraches tradicionales de esta comunidad de la Sierra Norte de Oaxaca. Además, solicitaron suspender la producción de este calzado, además de pedir que se establezca una mesa de diálogo con el diseñador, la empresa y las autoridades competentes para la protección y el respeto de las manifestaciones culturales de los pueblos indígenas del país.
Como ha sucedido en otros casos, funcionarios del Estado se han erigido en defensores de los pueblos indígenas, ignorando que en muchos casos el propio Estado ha sido uno de los grandes apropiadores indebidos. El gobernador de Oaxaca, Salomón Jara, envió un escrito pidiendo también suspender la producción del calzado “Oaxaca Slip On”, demandó un diálogo con la comunidad y reparación de los daños. La presidenta de la república, Claudia Sheinbaum también se pronunció, aseguró que empresas como Adidas “están usurpando la creatividad de un pueblo originario” y que están analizando estrategias legales para proteger el patrimonio cultural de los pueblos indígenas. La empresa ha respondido a ambos gobernantes expresando su deseo de establecer diálogo.
Luego de todo esto, distintos actores comenzaron a advertir sobre el uso político de esta apropiación. La misma comunidad de Yalalag lanzó un comunicado el día 9 de agosto, Día Internacional de los Pueblos Indígenas, para aclarar que toman acuerdos de manera libre y responsable por medio de su Asamblea Comunitaria como máxima autoridad; aunque agradecen los pronunciamientos del gobernador de Oaxaca, la presidenta de la república y de otros actores sociales, son enfáticos en rechazar categóricamente los intentos de politizar y tergiversar sus decisiones colectivas.
Para enfrentar estos fenómenos, en los últimos años el Estado mexicano ha intentado erigirse como el protector (no muy exitoso) del patrimonio cultural de los pueblos indígenas; en medio de este proceso se corre el riesgo de suplantar la voz de las comunidades y de sacar provecho político de esta supuesta defensa que no ha quedado más que en comunicados y peticiones a las empresas involucradas, evidenciando así el muy débil alcance de la Ley Federal de Protección del Patrimonio Cultural de los Pueblos y Comunidades Indígenas y Afromexicanas, una ley impulsada inicialmente por el partido Morena.
Durante el sexenio pasado, por ejemplo, la Secretaría de Cultura incluso invirtió recursos en establecer un diálogo entre la diseñadora francesa Isabel Marant y creadores textiles de pueblos indígenas; Marant había plagiado en al menos dos ocasiones diseños de pueblos indígenas de México y nunca se ha disculpado. Por alguna razón, sin disculpa previa, sin reconocimiento ni muchos menos resarcimiento de los daños de parte de la diseñadora, a la Secretaría de Cultura le pareció que lo procedente era que Marant estableciera relaciones con más creadores textiles, tal vez para inspirarla a cometer más plagios.
Es importante analizar la manera en la que políticos y gobernantes siguen con procesos de apropiación simbólica de prácticas que proceden de los pueblos indígenas, tergiversando sus sentidos iniciales. Salomón Jara creó la Secretaría de Bienestar, Tequio e Inclusión apropiándose de la palabra “tequio” que tiene un profundo sentido para la vida política y la resistencia histórica de los pueblos indígenas. Valdría la pena hacer un análisis y una profunda autocrítica sobre los cada vez más populares rituales indígenas que, sacados de contexto y estandarizados, se despliegan como parte de las ceremonias de toma de posesión de gobernantes como Claudia Sheinbaum. El Estado mexicano parece estarse erigiendo a sí mismo como el hermano mayor de los pueblos indígenas que los pretende defender de agresores, al mismo tiempo que mantiene su propio derecho de agredirlos, “solo yo puedo apropiarme de sus elementos culturales” parece recordarnos.
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