El río de Guatemala convertido en una de las mayores corrientes de plástico del mundo
Las Vacas, que arrastra miles de toneladas de basura plástica, muestra la urgencia del tratado mundial para estos polímeros que se negocia en Ginebra

“Plásticos. Hay un gran futuro en los plásticos. Piénsalo, ¿quieres pensarlo?”. La frase irónica que escucha un joven Dustin Hoffman durante una escena de la película El Graduado (1967) se convirtió en una premonitoria tragedia ambiental. Más de medio siglo después, delegados de 179 países negocian en Ginebra un tratado mundial para frenar la polución de los polímeros, en una reunión internacional que la semana que viene entra en su fase decisiva. De no llegar a un acuerdo, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el PNUMA, advierte que los residuos plásticos se triplicarán para el 2060 y causarán daños significativos al planeta y a la salud.
Uno de los países que negocia, del 5 al 14 de agosto, es Guatemala, el hogar de uno de los ríos más contaminados del planeta por plásticos: Las Vacas. Esta corriente vierte en la más caudalosa Motagua, que a su vez desemboca en el mar Caribe, generando un vertido que la ONG neerlandesa The Ocean Cleanup ha estimado que puede suponer cerca del 2% del total de plásticos fluviales que llegan a los océanos.

La magnitud del desastre ambiental comienza en Ciudad de Guatemala, la mayor metrópoli de Centroamérica. Justo allí, sentado en su despacho y en vísperas del viaje a Ginebra para participar en las negociaciones para el tratado mundial contra la polución de los plásticos, el viceministro de Ambiente, Edwin Castellanos, explica que el problema de la contaminación fluvial es histórico. “La mentalidad del guatemalteco piensa que la basura es algo que se tira para que ya no se vea, para que desaparezca. Y entonces, desafortunadamente, hemos tomado la pésima costumbre de ver nuestros barrancos y quebradas como lugares apropiados para descartar la basura. Ojos que no ven, corazón que no siente”.
Además del agravante de la escasa educación ambiental nacional, el manejo de las basuras está fuera de control. Por una parte, Ciudad de Guatemala está minada de basureros clandestinos, como lo constata el proyecto de Gestión Ambiental Integral de la Cuenca del Río Motagua, financiado por el PNUD, en el que se especifica que el 88,32% de los basureros de Guatemala son ilegales.
Por otra parte, los dos vertederos que sí administra la Municipalidad de Guatemala, en lugar de estar ubicados a las afueras de la ciudad, están adentro y no dan abasto. Uno en concreto, el basurero de la Zona 3, ha sido señalado por décadas de ser parte del problema. La explicación es simple: el basurero fue dispuesto en una topografía irregular con laderas pronunciadas de donde la basura suele desprenderse en época de lluvias torrenciales. Las autoridades guatemaltecas no se ponen de acuerdo sobre si estos vertederos son los causantes del desastre, lo que viene a confirmar que el de los residuos es un hondo problema de falta de gobernanza.

Lo que sí es un hecho es que hacia el norte de Ciudad de Guatemala discurre el río Las Vacas, arrastrando consigo un promedio del 60% de la basura y de las aguas residuales de los más de tres millones de habitantes capitalinos. Un río por el que no fluye vida acuática sino toneladas de plástico con rumbo hacia la desembocadura en el Golfo de Honduras, en el Mar Caribe.
El río de las oportunidades
A 18 kilómetros al norte del ajetreo de la capital guatemalteca, en la aldea San Antonio Las Flores, Luciana Ruch recolecta basura del río Las Vacas. “Yo solo a esto me dedico (...) bendito sea Dios, yo llevo más de 28 años buscando mis latas, mi chatarra”. A sus 67 años, Luciana recuerda que unas décadas atrás el río fluía transparente, quizás no prístino, pero al menos con vida. “Es que antes el río bajaba más limpio, había unos pescaditos, había niños que agarraban los pescaditos con anzuelos y se los subían a sus casas, para sus calditos”.
Pero ahora el panorama del río es siniestro. “Cuando crece el río trae chuchos (perros) muertos, gallinas muertas, personas”. Las hijas de Luciana lo corroboran. El último cadáver humano que vieron bajando por el río fue el 4 de octubre de 2024. De hecho, precisan que no fue solo uno, sino varios, posiblemente asesinados por ‘mareros’, quienes hacen uso del río para deshacerse de los cuerpos.

Pese a lo nauseabundo de su oficio, Luciana es una mujer que, como muchas en su aldea, se siente orgullosa de recolectar en el río. “Me daba vergüenza, pero ahora ya perdí la vergüenza, porque la necesidad me obliga. Sin remedio, me voy a buscar chatarra”. Vestida con su indumentaria indígena y sus pies enlodados de aguas residuales, Luciana acumula un promedio de 60 kilos diarios de chatarra que vende a grandes recolectores y con los que gana un promedio de 14 euros la jornada.
Quien antes “chatarreaba” el río y decidió dejar de hacerlo es Sebastiana Xocoxic. “Pues mire, la verdad, yo trabajé mucho tiempo en la playa (del río), venía a chatarrear para darle de comer a mis hijos”. Latas, madera, aluminio. Toda suerte de residuos que el río arrastraba a las orillas lo recolectaba y lo revendía. Sin embargo, un día de hace 16 años, por estar reciclando cerca de la hidroeléctrica, el nivel del embalse subió precipitadamente y a su hijo se lo tragó el río por un instante. “Esa vez, abrieron la presa y se me iba a llevar mi patojito… yo fui y lo jalé. Yo dije, ya no voy a arriesgarme más”.

Ahora, Sebastiana trabaja para The Ocean Cleanup clasificando toneladas de basura que provienen de la Ciudad de Guatemala. Sus ojos los tiene entrenados para identificar PET, plástico de alta densidad, chatarra y aluminio, con lo cual percibe un salario de 200 euros al mes más prestaciones sociales. Junto a Sebastiana trabaja su sobrina y otras tres mujeres. “Somos más mujeres, porque a los hombres no les gusta hacerlo, a nosotras sí. Puede ser que les dé vergüenza, a nosotras no”.
Una solución emergente
Por décadas, la contaminación del río Las Vacas fue silenciosa. Pero su impacto en el Motagua, comenzó a hacer ruido internacional en 2017 cuando se volvieron virales las imágenes en redes sociales que publicó Caroline Power, una fotógrafa submarina mientras buceaba en la Bahía de Honduras. En la serie de fotografías titulada ‘Islas de basura’ se ven tenedores, cucharas, botellas, vasos, bolsas y demás artículos de plástico de un solo uso, flotando como una gigantesca masa sobre el mar.
Esta publicación llamó profundamente la atención de Boyan Slat, el CEO y fundador de The Ocean Cleanup, la ONG especializada en desarrollar tecnología para limpiar los mares y los ríos de plástico. De manera que, en 2018, decidió enviar a Guatemala un primer equipo de trabajo que investigara el origen de la basura, llegando a estimar unos años después, que el Motagua expulsa al Océano Atlántico 20.000 toneladas de plásticos, en ocasiones, visibles desde satélites en el espacio. Aunque hay otros ríos con una alarmante polución plástica como el Klang en Malasia y el Pasig en Filipinas, la ONG calificó al Motagua en 2022 como el río de plástico más contaminante del mundo.
Así el panorama, The Ocean Cleanup diseñó dos sistemas de interceptores para contener la mayor cantidad de basura plástica de los ríos Las Vacas y Motagua durante las épocas de lluvias. De acuerdo con el gerente de operaciones de la organización en Guatemala, Guillermo Sosa, el Interceptor 006, ubicado en el Río Las Vacas, “es una estructura de 57 metros de largo, con marcos de acero inoxidable y boyas de polipropileno”. “Es una estructura muy eficiente” que detiene la marea de basura que proviene de la ciudad. Eso le permite a una pala excavadora extraer cuánto más pueda del material, para llenar camiones que la transportan hacia un lugar de clasificación. Según recuerda el ingeniero Sosa, “lo que más hemos logrado captar aquí, han sido 250 camionadas de basura en un solo evento de lluvia”.

La buena nueva es que, hasta la fecha, los interceptores han logrado detener un 90% de toda la basura plástica que arrastra Las Vacas. Según cifras de la organización, la ONG impidió el paso de 8.761 toneladas de residuos en 2024, hecho que ha disminuido considerablemente la salida de basura al océano. Sin embargo, Barbara Manon Derks, Gerente de Desarrollo de Negocios, advierte sobre las cifras de 2025: “A todos nos sorprende, por ejemplo, que hay más desechos sólidos ahora, que en comparación con el año pasado. Estamos en agosto y ya igualamos la cantidad interceptada del 2024”.
Si bien los interceptores han logrado resultados excepcionales, el nuevo problema radica en qué hacer con las montañas de material apilado a un costado del río. Aunque un alto porcentaje del plástico en buenas condiciones se recicla y se transforma, el material restante que ya está degradado por el agua no tiene más alternativa que enviarlo de regreso al basurero de la Zona 3 de Ciudad de Guatemala, donde corre el riesgo de ser nuevamente arrastrado por las lluvias de vuelta al río.
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