La gripe aviar arrasa la mayor población de elefantes marinos del mundo: la mitad de las hembras ha desaparecido
El Servicio Antártico Británico calcula que faltan más de 50.000 ejemplares en las playas, tras el repentino salto del virus desde las aves: “Es estremecedor”

El virus de la gripe aviar más mortífero de la historia, culpable de la muerte de cientos de millones de aves en los últimos cinco años, ha saltado una vez más a los mamíferos y ha arrasado la mayor población de elefantes marinos del mundo, ubicada en la remota isla de Georgia del Sur, un territorio bajo control de Reino Unido y situado a unos 1.500 kilómetros de la Antártida continental. El Servicio Antártico Británico calcula que más de 50.000 hembras ―la mitad del total― han desaparecido de un año para otro. “La dimensión de este retroceso es estremecedora”, alerta el ecólogo marino Connor Bamford, líder de la investigación.
El viaje del virus comenzó presuntamente en 1996 en una granja de gansos de Sanshui, en el sur de China, una región húmeda y plagada de explotaciones avícolas: el caldo de cultivo ideal para la aparición de nuevos patógenos. Tras varias oleadas de menor intensidad, una nueva versión del virus, bautizada 2.3.4.4b, emergió en 2020 y comenzó a recorrer América de norte a sur, con una letalidad jamás vista. La gripe aviar altamente patógena mató u obligó a sacrificar a casi 150 millones de aves en 84 países solo en 2022, según los datos de la Organización Mundial de Sanidad Animal. El 16 de septiembre de 2023, un grupo de científicos británicos se topó con un ejemplar de petrel gigante antártico ―un ave de dos metros de envergadura― que era incapaz de moverse, en la isla Pájaro, junto a Georgia del Sur. La peste acababa de llegar a las puertas de la Antártida, el último continente virgen del planeta.
El virus saltó allí rápidamente a los mamíferos. El equipo de Connor Bamford ha utilizado drones para contar las hembras de elefante marino en las tres principales colonias de Georgia del Sur. Antes del brote de gripe aviar había unas 10.000. Tras la llegada del virus, casi la mitad desaparecieron. Si los resultados se extrapolan a toda la población de la isla, son 53.000 hembras menos, un golpe durísimo para el elefante marino del sur, una especie que hasta ahora se consideraba fuera de peligro. Hace dos décadas, había unos 700.000 ejemplares en todo el mundo, según el último censo de su población.
El virólogo español Antonio Alcamí ha encabezado dos expediciones en 2024 y 2025 para intentar medir el impacto de la gripe aviar en la Antártida. A bordo de un velero transformado en laboratorio, los científicos recorrieron a comienzos de este año la costa de la península antártica, la región de ese continente más cercana al sur de América. El virus estaba ya por todas partes, en prácticamente todos los parajes visitados y en uno de cada cuatro animales analizados. Los pingüinos eran más resistentes de lo que se temía, pero el patógeno se cebaba con otras aves, como los págalos. Dos periodistas de EL PAÍS documentaron por primera vez los estragos de la gripe aviar en la Antártida, acompañando a la expedición española.

“Que no veamos cadáveres de mamíferos marinos no significa que no estén muriendo, porque posiblemente están muriendo en el mar, donde no los vemos”, argumentó entonces Alcamí, en la cubierta de su velero en las peligrosas aguas antárticas. Ahora, advierte de que el descenso del número de hembras a la mitad en solo un año “es una cifra altísima”, sobre todo en una especie en la que los individuos, de hasta cuatro toneladas, pueden vivir más de 20 años en condiciones normales. “Es un impacto enorme, especialmente si consideramos que en Georgia del Sur se encuentra el 50% de su población reproductora”, alerta el virólogo, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El nuevo trabajo se publica este jueves en la revista especializada Communications Biology.
Alcamí denuncia la falta de apoyo para analizar los efectos de la gripe aviar en la Antártida. “Preocupa que el impacto en otras especies de mamíferos marinos pueda ser similar, pero, simplemente, no tenemos información de lo que está ocurriendo”, lamenta. Su misión del año pasado fue posible gracias a una donación de 300.000 euros de la Unión Española de Aseguradoras y Reaseguradoras, además del apoyo logístico de la base antártica del CSIC, sostenida económicamente por el Ministerio de Ciencia. Este año, no encuentra financiación para proseguir su investigación. “Es un poco desesperante”, afirma.

El veterinario Ralph Vanstreels, hijo de una española y un belga, asistió a la escena más desgarradora de su carrera en octubre de 2023, en una playa de Península Valdés, una zona protegida de la Patagonia argentina. La arena estaba tan cubierta de elefantes marinos agonizando, o ya muertos, que era difícil caminar. Él y sus colegas calcularon que el virus mató unos 17.000 individuos en apenas unas semanas, incluyendo más del 95% de las crías. “Es muy alarmante el nuevo estudio en Georgia del Sur, porque señala un patrón muy parecido a lo que pasó acá en Argentina. Nos sugiere que puede que todas las poblaciones de elefantes marinos en las que el virus ya ha causado brotes estén afectadas al mismo nivel. Es gravísimo”, reflexiona Vanstreels, de la Universidad de California en Davis (EE UU). “Es una especie que no estaba amenazada y, de súbito, disminuye a la mitad. Tiene implicaciones muy graves para la conservación de la especie”, subraya.
El análisis del brote argentino apuntó a una posibilidad inquietante: el virus no solo saltó desde las aves, sino que después se transmitió de elefante marino a elefante marino. Tener un virus de la gripe aviar tan contagioso y mortífero evolucionando en poblaciones de mamíferos es el escenario más temido por los expertos en salud pública, como alertó el director científico de la Organización Mundial de la Salud, el médico británico Jeremy Farrar, tras un brote de gripe aviar en una granja gallega de visones en octubre de 2022. La institución, sin embargo, considera que el riesgo para las personas es “bajo”, a menos que el virus mute y comience a diseminarse entre los humanos.
El ecólogo Connor Bamford recalca que el patógeno sigue en las poblaciones de elefantes marinos. Sus colegas están leyendo el material genético del virus de diferentes animales, para intentar averiguar cuál ha sido su recorrido por la isla y qué mutaciones ha tenido por el camino. “Ha habido transmisión de mamífero a mamífero, por vía aérea, con gotículas contaminadas que transmiten el virus entre los hospedadores. Ese es probablemente el motivo de que los elefantes marinos, que forman densas colonias en Georgia del Sur cada año, se hayan visto afectados tan gravemente”, sostiene el investigador del Servicio Antártico Británico. Bamford reconoce que otros factores pueden haber contribuido a la desaparición de las hembras, como algunas anomalías climáticas locales, pero subraya que las variaciones naturales de un año a otro pueden ser como máximo de un 10%, jamás del 50%. “Descensos como el que hemos observado nosotros solo se pueden atribuir a la gripe aviar altamente patógena”, zanja.
Los elefantes marinos se dividen en dos especies, la mayoritaria del sur y la minoritaria del hemisferio norte, de momento poco afectada por el virus. La bióloga Michelle Wille gestiona la base de datos de gripe aviar del Comité Científico para la Investigación en la Antártida, el organismo internacional que coordina la ciencia antártica. “La gripe aviar altamente patógena ha sido catastrófica para los elefantes marinos del sur”, sentencia. “Estos porcentajes de mortalidad son chocantes, pero no sorprendentes, porque hemos visto cifras similares en numerosas especies de aves. Las implicaciones son considerables”, prosigue Wille, de la Universidad de Melbourne, en Australia. “Una se pregunta si esta especie sobrevivirá a esto”.
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