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El disco del año es de Rosalía y está entre la tierra y el cielo

Del ensayo a los relatos y la novela, la mística del último álbum de la artista catalana, ‘Lux’, recorre la literatura reciente, atravesada por una similar hambre de trascendencia

A juzgar por el revuelo levantado, cabría pensar que el ahora omnipresente debate sobre el giro al misticismo se desencadenó cuando el contador proyectado en la plaza de Callao en Madrid marcó cero para desvelar la carátula de Lux, el cuarto álbum de Rosalía: un austero retrato de la cantante ataviada de blanco inmaculado, con una suerte de camisa de fuerza y la cabeza cubierta con una toca de monja. Desde aquel 20 de octubre, pistoletazo de salida de una prolongada y tumultuosa campaña promocional, poco queda por reseñar sobre la arquitectura espiritual del disco, en cuatro movimientos que representan un trayecto ascendente —y trascendente— de la tierra al cielo, de lo profano a lo sagrado, anclados en el pensamiento y la obra de mujeres místicas de distintas épocas y procedencias. Cantadas en sus idiomas, hasta 13, destellan voces desde la polímata alemana del siglo XII Hildegarda de Bingen y la filósofa francesa del XX Simone Weil hasta la mística sufí del siglo VIII Rabia al Adawiyya o la santa hindú del siglo XX Sri Anandamayi Ma.

En los poco más de dos meses transcurridos desde aquella caótica presentación, con persecuciones callejeras a la estrella catalana incluidas, tanto crítica como público han consolidado a Lux como uno de los acontecimientos culturales del año. Como toda obra decidida a perdurar, las ideas que la envuelven no brotan de la nada, sino que se inscriben en la corriente de un sentimiento compartido, un flujo subterráneo que el arte excava y amplifica, haciendo visible lo que, para muchos, hasta entonces, era solo murmullo. Dan cuenta de este signo de los tiempos las numerosas lecturas publicadas a lo largo de los últimos meses —y aun antes—, atravesadas por una similar hambre de trascendencia. En Babelia ya se abordó, antes incluso de la salida de Lux, la tendencia a recrear el repertorio simbólico de la vida conventual, perceptible en novelas como Todo empieza con la sangre, de Aixa de la Cruz, o películas como Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa.

En las turbulentas postrimerías de un capitalismo cuyo reemplazo todavía no logramos imaginar, se comprende la necesidad de tantear asideros a los que aferrarse. Aun vestida de monja, en lugar de decantarse por una única doctrina, Rosalía bebe de tradiciones de aquí y de allá para formarse su propia visión de lo que entraña el viaje íntimo de la transformación tal como lo describe en ‘Memória’, una actitud hacia lo sagrado que dialoga con las ideas que el sacerdote Pablo d’Ors expone en su nuevo ensayo, Devoción. Esto es: que en el reino espiritual no procede levantar fronteras y que, en esencia, todas las tradiciones místicas son, como el dios trino, una y la misma. En una civilización que desde el “pienso, luego existo” cartesiano relegó la pulsión espiritual en favor de una razón mecanicista, algunos filósofos contemporáneos proponen un regreso a los orígenes extraviados. Desde una perspectiva más orientada a la acción que el entendimiento, el británico Simon Critchley lo defiende en Misticismo a partir del legado espiritual de las místicas medievales, T. S. Eliot, Anne Carson o Nick Cave.

El recurso a voces femeninas como inspiración para Lux puede leerse como reivindicación de un modo arrinconado de aproximarse a la realidad. Como recuerda Begoña Méndez en Místicas, ensayo donde repasa las aportaciones de las artistas visionarias Josefa Tolrà, Clarice Lispector o Marosa di Giorgio, “en el oráculo de Delfos vivían Gea, diosa nacida del barro, madre primera, y su hija Pitón (…). Pero un día Apolo mató al dragón y le arrebató a Gea el santuario. (…) Desde entonces, la institución religiosa ha estado en manos de los hombres poderosos”. No es casual que hasta 2025 no existiera ninguna traducción al castellano del Evangelio de Mateo realizada por una mujer, carencia que Blackie Books ha subsanado con Evangelio liberado, de Roser Homar. En esta relectura, la filóloga clásica propone una versión más literaria y oral, conscientemente distanciada de la mirada patriarcal, donde “el hombre” se convierte en “la humanidad”, y las genéricas “personas” se multiplican en “mujeres, niños, ancianas y hombres”.

En sus primeros compases, el peregrinaje de Lux desde el acá al más allá arranca en ‘Sexo, violencia y llantas’ con una pregunta —“¿Quién pudiera / venir de esta tierra, / entrar en el cielo / y volver a la tierra?”— que, aunque retórica, encuentra eco en el ensayo poético Los alados (Siruela), de Elisabet Riera: aquellos dotados con la facultad del vuelo, desde las aves reales y mitológicas a los dioses alados y los chamanes primitivos, constituyen el nexo entre lo humano y lo divino. “Los seres alados son los mensajeros entre los dioses y nosotros, una filiación que desciende del espíritu a la carne”, escribe Riera. “O al revés: que desde la tierra nos ayuda a despegar y nos empuja a trascender”. Entre sus filas, qué otro caso más sublime que el de los ángeles, esas legiones celestiales de 6.666 “espíritus antropomorfos conformados únicamente por aire y que vuelan por todas partes”, a quienes el filósofo italiano Emanuele Coccia dedica su erudito Jerarquía.

En el escenario de Lux, la conversión del pecado a la redención se completa en una trayectoria de abajo arriba. Sin embargo, para Carl Jung, padre de la psicología analítica, la travesía hacia el absoluto debe seguir el camino opuesto: tras las huellas de los héroes antiguos, la búsqueda espiritual ha de emprenderse a modo de catábasis, un descendimiento a los infiernos a cuyo fin emerge transformado aquel que posee la audacia de completarlo. Con la salvedad de que ese abismo no se halla en el inframundo sino aquí y ahora, en el inconsciente: esa zona interior oscura e inhóspita donde, como canta Rosalía en ‘Dios es un stalker’, el diablo anda pressed, apretao. A ese Jung “olvidado”, el autor del profético Libro rojo, testimonio de su viaje de autodescubrimiento al filo de la locura a través de visiones, sueños y arquetipos, alude el filósofo británico Peter Kingsley en Catafalco, un ensayo personal que indaga en las tradiciones sufíes y gnósticas que influyeron en el psicólogo a la hora de certificar la muerte de la sociedad occidental, sentenciada por haber amputado las raíces que un día se hundían en lo trascendental.

Fue Jung quien acuñó el concepto de sincronicidad para designar la coincidencia significativa de acontecimientos sin vínculo causal aparente. Sea por esta o por simple azar, algunas obras de ficción abordan las temáticas de Lux con similitudes sorprendentes. Gótico divino, volumen de “relatos de mística extraña escritos por mujeres”, reúne cuentos sobre sectas, posesiones y santas firmados por autoras como Layla Martínez y Raquel Pons. El último, de Anna Fae, toma el nombre de la lengua construida por Hildegarda de Bingen, ‘Lingua ignota’, y narra la historia de una mujer incapaz de comunicarse que, sin embargo, “cuando canta vibra con la emoción más pura”. Igual que Rosalía invoca el don de lenguas al cantar en 13 idiomas, la protagonista recita en latín: Lux et me fluit, et os meum veritatem pariet (la luz fluye a través de mí y mi boca dará a luz la verdad). En su desenlace, resurge transmutada en una reliquia: ese cuerpo santo y portátil que da título al segundo tema del álbum.

No abunda el imaginario puramente gótico en estos relatos más allá del vínculo entre aquel periodo histórico con lo oculto y lo misterioso, pero la alusión del título guarda un sentido más pleno: fue en la Edad Media, y en particular en el siglo XIII, cuando floreció en Europa la literatura mística femenina. La medievalista Victoria Cirlot recuerda en La mirada interior cómo, en un tiempo en que la escritura se consideraba patrimonio estrictamente masculino, una serie de mujeres —monjas, reclusas y beguinas como Beatriz de Nazaret, Hadewijch de Amberes y la varias veces nombrada Hildegarda— desafiaron las convenciones en diferentes lenguas y estilos para dar forma a una mística fusionada con la noción del amor, también cortés, y la experiencia íntima como medio de comunión con lo divino.

Ese vínculo inseparable entre el amor terrenal y el amor de Dios constituye otra de las claves del disco, donde desfilan desde el romance fracasado (‘La perla’) al ansiado (‘Dios es un stalker’), el auténtico (‘Sauvignon Blanc’), el ambiguo (‘Mio Cristo piange diamanti’) y el plenamente sagrado (‘La yugular’). En Vaim, su primera novela tras recibir el Nobel, Jon Fosse, católico converso y maestro de un “realismo místico” que aspira a conectar la cotidianidad con lo inefable de la existencia, explora esa intersección entre la materia y el verbo desde un triángulo amoroso en el que se proyectan cuestiones como la muerte, el destino o la presencia de los fantasmas. Como contada en voz baja, la narración funde ser y no ser como las mitades de una verdad unívoca. Del mismo modo que sugiere ‘Dios es un stalker’, si Dios habita en todas las cosas, entonces nosotros mismos participamos de lo divino. En el universo circular de Vaim, pasado, presente y futuro no avanzan como una flecha, sino que retornan sobre sí mismos, a la manera del “aro escarlata y brillante” al que alude Reliquia.

Esa concepción del tiempo como una rueda reaparece en El volumen del tiempo (Anagrama), de Solvej Balle, un experimento monumental con el que, a partir de la repetición obsesiva de un mismo día, la autora danesa indaga en el amor como sostén de la existencia y la rutina doméstica como forma infravalorada de milagro. Una visión afín a la que cierra Lux en ‘Magnolias’, donde la muerte se presenta no como adiós, sino encuentro: “Dios desciende / y yo asciendo, / nos encontramos / en el medio”. Ya sea entendido como unión con lo divino o como umbral de un nuevo ciclo, el final de la vida puede concebirse como un acontecimiento gozoso. Así ocurre también en Color puro, de Sheila Heti, una suerte de génesis alternativa o primer esbozo de la Tierra en la que los seres humanos nacen de huevos de oso, pez o pájaro y los muertos pueden ser reencontrados en el interior tibio de una hoja de árbol.

Desde un punto de vista materialista, como respalda Slavoj Žižek en Ateísmo cristiano, puede que la deidad sea carne y ande entre nosotros; y que, como especula la filósofa Jule Goikoetxea en Politeísmo bastardo, lleve el nombre de la pensadora feminista y antirracista Angela Davis y la ecofeminista Vandana Shiva. Reapropiarse de los valores religiosos desde el ateísmo, e infundirlos entre las personas multiplicados como los panes y los peces, conduciría, propone el pensador esloveno, a la compleción de las políticas emancipadoras. “El monoteísmo es para gente cansada de vivir, porque nace del miedo a la vida”, apunta Goikoetxea en su novela, basada en los cuatro días iluminadores que pasó con Davis en Barcelona. “Y nosotras, las politeístas, no tenemos tiempo para esta depresión certificada como conocimiento”.

Lecturas recomendadas

Devoción

Pablo D’Ors

Galaxia Gutenberg, 2025. 232 páginas. 15,90 euros.


Misticismo

Simon Critchley

Traducción de Julio Hermoso. Sexto Piso, 2025. 320 páginas. 24,90 euros


Místicas

Begoña Méndez

Wunderkammer, 2025. 172 páginas. 15,85 euros


Los alados

Elisabet Riera

Siruela, 2025. 224 páginas. 19,95 euros


Jerarquía

Emanuele Coccia

Siruela, 2025. 276 páginas. 24,95 euros


Catafalco

Peter Kingsley

Atalanta, 2025. 784 páginas. 59 euros


Gótico divino

Varias autoras

Horror Vacui, 2025. 168 páginas. 18,90 euros


La mirada interior

Victoria Cirlot y Blanca Garí

Siruela, 2025. 348 páginas. 23,95 euros


Vaim

Jon Fosse

Traducción de Cristina Gómez-Baggethun y Kirsti Baggethun. Random House, 2025. 168 páginas. 17,95 euros


El volumen del tiempo

Solvej Balle

Traducción de Victoria Alonso. Anagrama, 2025. 184 páginas. 18,90 euros


Color puro

Sheila Heti

Traducción de Eugenia Vázquez. Mutatis Mutandis, 2025. 224 páginas. 21,42 euros


Ateísmo cristiano

Slavoj Zizek

Traducción de Antonio José Antón Fernández. Akal, 2025. 376 páginas. 21,90 euros


Politeísmo bastardo

Jule Goikoetxea

Bellaterra, 2023. 158 páginas. 14 euros


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Sobre la firma

Silvia Hernando
Redactora en BABELIA, especializada en temas culturales. Antes de llegar al suplemento pasó por la sección de Cultura y El País Semanal. Previamente trabajó en InfoLibre. Estudió Historia del Arte y Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca y tiene dos másteres: uno en Mercado del Arte y el otro en Periodismo (UAM/EL PAÍS).
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