La diplomacia inaugural de Kast
Una incógnita importante es cómo serán las relaciones del mandatario con Estados Unidos y cómo va a maniobrar con China, potencia con la que Chile tiene un gran vínculo comercial


Las incógnitas políticas que ofrece un líder ascendente se pueden desentrañar desde afuera hacia adentro. Las relaciones exteriores suelen iluminar la visión general de un presidente. Así comenzó a suceder con quien resultó electo en Chile el fin de semana pasado, José Antonio Kast.
El primer viaje de Kast fue a la Argentina para visitar a Javier Milei. Algunos chilenos expertos en diplomacia, que simpatizan con él, creen que ese viaje ha sido atolondrado. Temen que haya sido visto como un gesto de subordinación. Kast puede justificar la visita. La Argentina y Chile tienen una vinculación de mutua dependencia. Además, Kast quiso resolver en Buenos Aires uno de sus enigmas: quién será su ministro de Economía. En el equipo económico de Milei tiene un gran protagonismo José Luis Daza. Es el viceministro. Se trata de un chileno que, a causa del destino diplomático de su padre, nació en Buenos Aires. Daza hizo una gran carrera en Wall Street y tiene excelentes vinculaciones con el Tesoro de los Estados Unidos y con funcionarios de organismos multilaterales. La noticia de la invitación que le hizo Kast se conoció por una filtración de los colegas de Daza en el Ministerio de Economía argentino. Fue una imprudencia que él tomó con buen humor.
La prioridad que el nuevo presidente otorgó al viaje a Buenos Aires tiene una explicación ideológica. En ese campo tiene grandes afinidades con Milei. Sin embargo, la agenda bilateral es mucho más compleja. Incluye una preocupación compartida por las tensiones que aparecen a menudo por la agitación de pueblos originarios radicados en el sur de ambos países a uno y otro lado de la cordillera. Algunos problemas de seguridad, como el tráfico de drogas en ambas direcciones, también inquieta en la Argentina. Para Milei, la proximidad con Kast tiene también un gran atractivo económico. El calvario del Gobierno argentino es la escasez de dólares en el Banco Central. Una de las maneras de corregirla es incentivar las exportaciones. Las agropecuarias, las de hidrocarburos y las mineras están en el tope de la lista. Para estas últimas la Argentina depende muchísimo de Chile, porque los minerales salen hacia el Pacífico por el altiplano, en la región de Antofagasta. Quiere decir que una dificultad urgente, la falta de dólares, debería contar con una solución de mediano plazo, como es la habilitación de pasos fronterizos
Kast con ese viaje inaugural señaló una prioridad de su agenda externa. Pero una incógnita importante es cómo serán sus relaciones con Estados Unidos. La relevancia que Donald Trump le está asignando a América Latina en su política global concede importancia a ese interrogante en cualquier país de la región. Del nuevo Gobierno de Chile hay que esperar un alineamiento con la Casa Blanca en esa materia. Pero hay aspectos que se vuelven problemáticos, sobre todo cuando se recuerda la expectativa del Gobierno norteamericano de alejar a China de la región.
Chile tiene con China un gran vínculo comercial. Los chinos aportan el 34% de los 95.000 millones de dólares que los chilenos exportan por año. Es un límite muy severo para cualquier conflicto. Sin embargo, hay iniciativas que desencadenan controversias. La que en estos días está en primer plano es el proyecto China-Chile Express. Se trata del tendido de un cable submarino de fibra óptica que transmita datos desde la costa chilena hasta Hong Kong. Alrededor de este plan han aparecido discusiones relacionadas con la “soberanía digital”. Es decir, con la exposición en la que quedarían los usuarios del sistema frente a las empresas que operarían el cable, todas de origen chino y, como es obvio, vinculadas al Estado. No es una cuestión a resolver solo por Chile. También deberán definirse otros países que quieran aprovechar ese transporte: Argentina, Uruguay, Brasil. Ese cable submarino es un cable geopolítico.
En otras áreas de la relación con los Estados Unidos, Kast ya se definió. Por ejemplo, la solidaridad en el ataque a Nicolás Maduro. Por lo menos, una solidaridad retórica. El nuevo presidente llamó a Maduro “narcodictador”. Fue después de que el emir de Venezuela lo calificara de “nazi”. Esa caracterización se ha vuelto habitual entre los detractores de Kast y remite a la supuesta militancia de su padre en el movimiento de Adolf Hitler. Kast la desmiente. Aclara que solo fue un recluta involuntario del ejército alemán.
Gustavo Petro, el presidente de Colombia, también apeló a ese antecedente familiar para descalificar a su nuevo colega. El que se hizo cargo de la respuesta fue el actual presidente de Chile, Gabriel Boric, de cuyas credenciales progresistas nadie puede dudar. Boric salió en defensa de Kast en nombre del pueblo chileno que lo votó. Fue una complicación para Petro, cuya operación era más sofisticada: identificar al flamante presidente chileno con el nazismo para después, por carácter transitivo, contaminar con esa imputación a sus opositores internos de derecha, que celebraron el triunfo de Kast. En Colombia se celebran elecciones presidenciales el 31 de mayo. Las campañas electorales se han internacionalizado por familiaridades ideológicas.
Para la historia diplomática chilena Kast podría operar un cambio histórico. El presidente de Bolivia, Rodrigo Paz, felicitó el triunfo de su vecino en nombre de valores compartidos. Y propuso avanzar en una relación de cooperación y amistad entre sus países. Chile y Bolivia rompieron sus relaciones diplomáticas en 1978. Revertir esa discordia sería un cambio de primera magnitud para la trayectoria internacional de los dos países.
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