Brasil sale del mapa del hambre de la ONU y Lula se anota otra “conquista histórica”
Más de 24 millones de brasileños dejaron de pasar hambre en apenas tres años, según datos del Gobierno

Brasil lo ha vuelto a hacer. El país sale de la vergonzosa lista de los países más hambrientos del mundo. La FAO publicó el lunes su informe sobre el estado de la seguridad alimentaria del planeta y Brasil salió del mapa del hambre, lo que significa que ha reducido a menos del 2,5% el porcentaje de su población que pasa hambre o está desnutrida. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que ha hecho de la lucha contra el hambre el principal leitmotiv de su trayectoria, lo celebró como una gran victoria en sus redes sociales: “Es una conquista histórica que muestra que con política públicas y compromiso con el pueblo es posible combatir el hambre y construir un país más justo y solidario”.
Cuando llegó al Gobierno en enero de 2022, Lula colocó la lucha contra el hambre como su prioridad número uno. El objetivo era sacar a Brasil del triste mapa de la ONU en 2026, al terminar su mandato, pero lo logró antes. En los últimos tres años, 24,4 millones de brasileños dejaron de estar en situación de “inseguridad alimentaria severa”, el 85% de los que se encontraban en esa condición en 2022 (33,2 millones). La causa hay que buscarla en programas sociales como el ‘Bolsa Familia’, buque insignia de las políticas sociales del Partido de los Trabajadores (PT), que reparte ayudas económicas a las familias más pobres a cambio de que demuestren que sus hijos están yendo a la escuela y están siendo vacunados. Ese es el más premiado y conocido de los proyectos englobados en el ‘Plan Brasil Sin Hambre’, que también incluye bancos de alimentos, cocinas solidarias, el aumento del salario mínimo por encima de la inflación y créditos para la agricultura familiar, entre otros.
Parte del éxito tiene que ver con reciclar una fórmula que ya funcionó años atrás. Brasil salió del Mapa del Hambre de la ONU por primera vez en 2014, tras 11 años intentándolo. No obstante, la crisis económica posterior, la pandemia del covid-19 y el desmonte de políticas durante el Gobierno de Jair Bolsonaro hicieron que Brasil no superara la prueba cuando se evaluó el trienio 2018-2019-2020. Ahora, el ambiente es de moderado optimismo. El Gobierno brasileño celebró el hito recordando los buenos datos económicos: además de reducir el número de hambrientos, Brasil consiguió rebajar al 4,4% el número de personas en situación de pobreza extrema, diez millones menos que en 2021. La tasa de desempleo el año pasado cerró en el 6,6%, el mejor dato desde 2012, y el índice de Gini, que mide la desigualdad, cayó al 0,506, el mejor resultado de la serie histórica.

La buena marcha de la economía, algo ensombrecida por la inflación de los alimentos, está aumentando el poder adquisitivo de los más pobres. El año pasado, el salario del diez por ciento más miserable de Brasil aumentó un 10,7%, por encima de la media. Además, los datos contradicen algunos de los mantras esgrimidos desde sectores neoliberales de que los más necesitados acaban adictos a las ayudas del Gobierno, descartando buscar un trabajo. Tan solo en julio casi un millón de familias dejaron de recibir el ‘Bolsa Familia’ gracias a que ya había alguien en casa capaz de sostener a la familia por sí mismo.
La lucha contra el hambre ha sido una obsesión para Lula desde los inicios de su carrera política e incluso antes, porque sabe bien de lo que habla. En los años 50, junto a su madre y sus siete hermanos emigró a São Paulo escapando del hambre y la sequía de su Pernambuco natal. Fue en la gran ciudad donde probó el pan por primera vez, a los siete años. Aborda el tema siempre que puede, ya sea en acaloradas palabras para los militantes o en sosegados discursos en cumbres internacionales. El año pasado, durante la presidencia brasileña del G-20 uno de los logros más tangibles fue la creación de la llamada Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza, a la que ya se han sumado más de 100 países. No se trata tanto de repartir dinero sino de replicar buenas prácticas, experiencias que han funcionado. “El ejemplo brasileño puede adaptarse en muchos países alrededor del globo. En Brasil, salir del Mapa del Hambre es sólo el principio. Queremos justicia alimentaria, soberanía y bienestar para todos”, destacó el ministro de Desarrollo y Asistencia Social, Familia y Combate al Hambre, Wellington Dias, al celebrar la conquista.
Brasil está por debajo de la media mundial (8,2% de la población pasa hambre) y de Latinoamérica (5,1%). El hambre ha dado una tregua a nivel mundial (eran el 8,7% en 2022), pero los malos datos de África y de regiones de Asia hacen difícil cumplir el objetivo de erradicar el hambre en el mundo en 2030. Según las estimaciones de la FAO, dentro de cinco años unos 512 millones de personas en el mundo seguirán yéndose a dormir con el estómago vacío, y el 60% estarán en África.
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