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Eduardo Bolsonaro, el hombre que susurra a Trump para que castigue a Brasil

El diputado e hijo del expresidente brasileño se mudó a Estados Unidos para maniobrar contra Lula, allanar el camino a los aranceles y alentar las sanciones contra el juez que investiga a su padre

Eduardo Bolsonaro

Decenas de países negocian estos días contrarreloj para evitar las subidas arancelarias del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pero solo uno de ellos tiene a un diputado en Washington presionando para que el tarifazo vaya a más: Brasil. Uno de los hijos del expresidente Jair Bolsonaro, el diputado Eduardo Bolsonaro, está desde marzo en Estados Unidos tratando de seducir a la Administración del republicano para que maniobre en favor de su padre, acorralado en la Justicia por haber intentado un golpe de Estado. Eduardo, un abogado de 41 años, es el principal artífice, según él mismo se atribuye, de la decisión de Trump de aumentar al 50% los aranceles de los productos brasileños a partir del 1 de agosto, más que ningún otro país. También está detrás de las sanciones a los jueces brasileños anunciadas los últimos días por la Casa Blanca en respuesta a la “caza de brujas” contra Bolsonaro. Cada nuevo golpe de Trump hacia la economía y las instituciones brasileñas es celebrado con júbilo por Eduardo, mientras sus aliados se preguntan cómo acabará la maniobra más arriesgada de su carrera.

A mediados de marzo, Eduardo publicó un video en sus redes sociales anunciando que renunciaba temporalmente a su escaño en el Congreso Nacional para instalarse en Estados Unidos. El motivo quedó claro desde el principio, acabar con el juez del Tribunal Supremo que lidera el proceso contra su padre: “Aquí podré buscar los castigos justos para Alexandre de Moraes y su Gestapo […] mi objetivo en la vida será hacer que pagues por toda la crueldad con personas inocentes”, decía. Después de meses sin resultados concretos, en el bolsonarismo cundía una mezcla de nerviosismo y desánimo al ver que uno de sus mayores ídolos publicaba fotos en Disney World sonriendo con su familia. El resultado tardó en llegar, pero cuando lo hizo cayó como una bomba. A principios de este mes Trump anunció la subida arancelaria al tiempo que abrazaba todo el relato de la persecución de Bolsonaro. Después de que el expresidente fuera obligado a usar una tobillera electrónica, Washington contraatacó anulando el visado para entrar a EE UU de Moraes y otros jueces del Supremo considerados alineados con la supuesta persecución judicial.

Eduardo Bolsonaro, junto a una imagen de su padre, Jair Bolsonaro, en un acto en Buenos Aires (Argentina), en diciembre de 2024.

Eduardo Bolsonaro lo celebró y grabó un video amenazando a un comisario de la Policía Federal. En los últimos días, incluso ha ironizado con el envío de portaaviones de EE UU a Brasil y ha fantaseado con la posibilidad de que EE UU expulse a Brasil del sistema GPS y del Swift. Sus aliados, sobre todo los moderados que intentan apaciguar el nerviosismo de los empresarios que se verán afectados por los aranceles, temen que no esté calibrando bien sus palabras y que su temeraria apuesta sea un monumental tiro por la culata. De momento, tanto Eduardo como su padre empezaron a ser investigados por posibles delitos de coacción y obstrucción a la Justicia: el hijo por mudarse a EE UU para conspirar contra Brasil, y el padre por financiar la estrategia, ya que el propio Bolsonaro ha dicho abiertamente que ha pagado dos millones de reales (casi 360.000 dólares) para que Eduardo y su familia “no pasen necesidades” en su nueva vida en el hemisferio norte.

En esa nueva vida Eduardo no está solo. Le acompaña Paulo Figueiredo, la cara más desconocida del tándem lobista. Cuenta que conoció a Trump en su campo de golf en Florida en 2012, y que se interesó por él cuando le dijo que era nieto del último presidente de la dictadura militar brasileña (1964-1985), el general João Batista Figueiredo. Poco antes de que Trump se convirtiera en presidente por primera vez, se junto a él en una sociedad para construir el Hotel Trump Río de Janeiro. Fue un proyecto fracasado y Figueiredo llegó a entrar en la lista de la Interpol por haber sobornado a directivos de un banco a cambio de crédito para el hotel. Aun así, la relación con Trump se mantuvo firme, y con su intermediación él y Eduardo lograron reunirse con varios secretarios de Estado en la Casa Blanca en los últimos meses.

La relación del diputado autoexiliado con la extrema derecha estadounidense se remonta a años atrás, cuando Trump y Bolsonaro coincidieron en el poder en su primer mandato. Una de las primeras polémicas del entonces presidente brasileño fue el intento de nombrar a su hijo embajador de Brasil en Washington. Más allá de algunos intercambios como estudiante y un trabajo “friendo hamburguesas en el frío del Estado de Maine”, como el propio Eduardo contó, no había ninguna experiencia diplomática. El flagrante caso de nepotismo no se concretó, para alivio de la diplomacia brasileña, pero la relación con el clan Trump se mantuvo a lo largo del tiempo. Eduardo, de hecho, es el principal puente del bolsonarismo con la extrema derecha internacional.

Popularidad dentro de casa tampoco le falta. En 2018 se convirtió en el diputado más votado de la historia de Brasil, con casi 1,8 millones de votos. Es el más carismático y lenguaraz de sus hermanos, todos metidos en política (el senador Flávio y los concejales Carlos y Renan). Hasta hace poco se barajaba como uno de los posibles recambios a Bolsonaro padre en las elecciones del año que viene, pero ahora todo su capital político está en riesgo. No sólo por el desgaste que puede suponerle ser visto como el látigo que castiga a Brasil desde fuera, sino porque esta semana terminó el plazo del permiso especial para congelar su trabajo como diputado. Si no quiere perder el cargo tiene que volver a Brasil, como máximo, en los próximos tres meses, y ya ha dicho que, de momento, no piensa hacerlo (por miedo a ser arrestado). Si finalmente renuncia a ser diputado tampoco tendría un futuro halagüeño: dado que está siendo investigado, la ley brasileña prevé que no pueda presentarse a unas elecciones hasta 2035.

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