Simón Mesa, el director que volvió a poner a Cannes a hablar de cine colombiano
Saltó a la fama en 2014, cuando su cortometraje ‘Leidi’ ganó la Palma de Oro del festival de cine más prestigioso del mundo. En mayo pasado, con ‘Un poeta’ obtuvo el Premio Especial del Jurado en la sección Una Cierta Mirada del mismo festival. En 2026, ‘Un poeta’ representará a Colombia en los premios Goya y Óscar

El cine obsesiona, pero también asfixia a Simón Mesa, el director antioqueño que se ha convertido en uno de los mayores exponentes del cine colombiano. Su vida está completamente atravesada por el cine: vivir con poco para apostarle todo a sus películas, escribir, producir y dirigir cada una de ellas, abrazar los ciclos solitarios de encerrarse a escribir guiones en su apartamento, dedicarle meses completos a los rodajes y después salir de gira por el mundo. Ha tenido que domar su afición para evitar que lo ahogue.
“Me obsesiono mucho, soy testarudo y obstinado. Tal vez por eso hago cine. El problema es cuando te obsesionas con algo al punto de volverlo tu vida y te olvidas de disfrutar el presente. He tenido que mesurar esa obsesión porque las pasiones también pueden asfixiar”. El director retrata esta sensación en Un poeta, su segundo largometraje, que recibió en mayo el Premio Especial del Jurado del prestigioso Festival de Cannes en la categoría Una Cierta Mirada y el Premio Horizontes Latinos a Mejor Película Latinoamericana, en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
La paradoja es que Mesa, de 39 años, no quería ser cineasta, sino músico. Se enamoró de la guitarra a los 6 años, cuando iba con su hermano mayor a las clases de música de Arturo, un bolerista de Medellín. “Crecí escuchando el rock que le gustaba a mi hermano, tocando con mi banda en el salón social de nuestro barrio, queriendo dedicarme a eso”. Su afición por el cine llegó después. Como en una cita a ciegas, se enamoró de él sin conocerlo.
“Estaba terminando el colegio y no sabía qué estudiar”, recuerda. Encontró la carrera de Comunicación Audiovisual, en la Universidad de Antioquia, que combinaba cine, sonido y fotografía. “Eran un montón de cosas que me parecían interesantes, aunque no las conocía. No vengo de una familia que haya tenido mucho acceso a la cultura o al arte. Tenía 17 años y solo había visto las películas que pasaban los domingos por televisión. Nunca había visto el cine como un oficio”.
Se presentó, fue aceptado y, de la mano de sus compañeros, empezó a cultivar la que sería su obsesión más grande. “Me encarreté y traicioné un poco a la música porque toda la sensibilidad artística que tenía la traslade al cine. Tuve que aprenderlo, entenderlo de adulto y allí empezó ese amor tan grande”.
Terminó la carrera, se ganó una beca e hizo una maestría en Dirección en la Escuela de Cine de Londres. Para su proyecto de grado escribió y produjo Leidi, un cortometraje de 16 minutos sobre la búsqueda de una joven al padre de su hijo. Mesa envió el corto en un DVD al Festival de Cannes, sin imaginar que poco después sostendría la Palma de Oro a Mejor Cortometraje en uno de los festivales de cine más importantes del mundo. “Fue un choque gigante porque era un corto académico y yo estaba experimentando. Llegar a Cannes fue muy raro: conocer la ciudad, ese universo deslumbrante y surreal, lleno de cine y personalidades, tan ajeno a una persona como yo, que tiene una vida tan de a pie en Medellín”.

Además de la Palma de Oro, Leidi obtuvo el Hugo de Oro en el Festival Internacional de Cine de Chicago (2015). “Fue una sorpresa enorme, llena de alegría, pero también de sombras: la presión, las altas expectativas y las preguntas sobre qué iba a venir después”.
Después vinieron el cortometraje Madre, que también hizo parte de la Selección Oficial de Cannes (2016), y Amparo, su primer largometraje, que participó en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes (2021) y ganó premios en Francia, Estados Unidos, Uruguay y Perú.
Después del éxito llegaron las dudas. El estreno de Amparo se retrasó durante más de un año por las restricciones del Covid-19. Mesa estaba en sus treintas y sumaba más de una década intentando vivir del cine. Llevaba una vida austera, invertía casi todo su tiempo y dinero en hacer realidad sus películas, cotizaba poco en las planillas de salud y pensión, y sobrevivía gracias a la docencia de cátedra. “El arte sin dinero es muy cruel y ser artista en Colombia es vivir al filo. El cine cuesta tiempo, plata y energía emocional. Y muchas veces no da nada a cambio”, le dijo al periodista André Didyme-Dôme.
“Cuando pasó lo de Amparo me encontré preguntándome si valía la pena seguir. ¿Volver a meterme cinco años en otra película? ¿O mejor solo dar clases tranquilo?”. Empezó a contemplar la idea de enseñar a tiempo completo y buscar la estabilidad que el cine se negaba a concederle. “Lo pensé, pero la sola idea me frustraba más. Me he dedicado durante años, y con mucha obstinación, a hacer cine. Es lo que sé hacer. Y mientras tenga ese impulso vivo, voy a seguir”.
En esa experiencia, cercana a la desilusión y el desencanto, empezó a gestarse Un poeta. El largometraje narra la historia de Óscar Restrepo, un maestro que sobrevive dando clases y que, tras haber sido una joven promesa de la poesía, enfrenta el peso de haberse convertido en un artista marginado, hasta que ocurre una inesperada conexión con una aprendiz adolescente. Para Mesa, la película encarna sus propias preguntas sobre lo que significa hacer arte en Colombia: arriesgarse sin ninguna garantía, vivir en la inestabilidad, refugiarse en la docencia y la resistencia de seguir creando, pese a todo.
“Un poeta parte de la pregunta incómoda: ¿qué pasa cuando el sueño del arte no se cumple, pero seguimos vivos? Sentía que necesitaba contar eso antes de rendirme. Y me lancé”, le contó a The Hollywood Reporter en septiembre pasado. “En la película, el personaje soy yo disfrazado de poeta”, asegura, porque, al igual que la poesía, hacer cine independiente es difícil y se logra por pura terquedad. “Él es un soñador y un obstinado. Nadie vive de la poesía, es una locura pensar que se puede vivir de ella. Pasa lo mismo con el cine. ¿Quién puede vivir del cine? Quizá encuentre las formas, pero no es fácil, lo fácil es renunciar”, le contó a EL PAÍS.
Un poeta sigue recogiendo premios alrededor del mundo y Mesa continua en una gira maratónica junto al filme. En febrero y marzo de 2026, la película competirá en los Premios Goya y en el Óscar. “Ha sido un viaje increíble: una película que partió de mis frustraciones al hacer cine, terminó reconectándome con las ganas de seguir haciéndolo”.
El director espera regresar pronto a su apartamento en Medellín, donde vive solo, cerca de su madre, a la vida tranquila y austera de los últimos años, que solo muta cuando estrena una película. No tiene mucho, asegura, pero le basta la tranquilidad de regar sus plantas, dar clases dos veces por semana y sentarse a escribir durante meses antes de volver a rodar.
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