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Carmen Elena García, la creadora de la red de mujeres que rescata a los niños de la guerra

Viuda después de que el Ejército asesinó a su esposo y lo hizo pasar por guerrillero, esta madre de cuatro hijos fundó la Asociación Madres del Catatumbo por la Paz

En 2015, el Ejército de Liberación Nacional intentó reclutar al mayor de los cuatro hijos de Carmen García (Tibú, Norte de Santander, 41 años). Ella se le plantó al comandante y protegió al chico con tal determinación que este sólo respondió: “Ojalá mi mamá me hubiera defendido así cuando me reclutaron”. Esas palabras se quedaron sembradas en su memoria.

Años después floreció la idea. García venía de trabajar en la Mesa de Víctimas y le llegaban continuamente denuncias e información sobre el reclutamiento forzado. De allí surgió el impulso para crear una asociación que juntara a las mujeres del Catatumbo para enfrentar el dolor y frenar los estragos que dejaba la guerra.

“Quiero que nos reunamos todas y, cuando intenten reclutar a un niño, no dejemos que se lo lleven. Porque una madre defiende a sus hijos como una fiera”. Así creó la Asociación Madres del Catatumbo por la Paz. Lo hizo en mayo de 2019, durante la conmemoración de los 20 años de la masacre de La Gabarra, que partió en dos la historia de la región y generó el desplazamiento de 11.600 personas, según datos del Centro Nacional de Memoria Histórica.

De ese clamor de madre salió el lema y el objetivo de su lucha: “No parimos hijos para la guerra”. No importa qué uniforme porte ese niño porque, con seguridad, ha dejado a una madre con el corazón en vilo, una que espera con ansia su regreso. Para ellas, todos son hijos. “Que la alegría por la decisión de ser madre no derive en la profunda tristeza que acompaña un duelo por perder a nuestros hijos. Anhelamos que el Catatumbo sea una región de nuevas oportunidades para todas las comunidades que han sido desangradas por la guerra”, es uno de los nortes de la asociación.

Hoy la Asociación suma 851 mujeres y 42 lideresas de otras organizaciones. Su trabajo, suma 200 menores de edad rescatados del reclutamiento forzado y la protección de otros 250 que estaban en peligro de ser reclutados. Estos y otros logros la hicieron merecedora del reconocimiento Mujer Cafam 2024.

La estrategia para rescatarlos es simple, pero efectiva: el diálogo. Buscan en su red a la madre del comandante o de algún contacto del grupo que tenga al niño, y le piden que lo devuelva. Al final, es una madre ante otra. En el medio están los hijos que, eventualmente, escuchan la petición. Las Madres del Catatumbo apelan a la empatía y al dolor que los ha tocado a todos.

Cuando identifican que alguno de los jóvenes está en peligro, lo sacan de inmediato y lo ubican con algún familiar que lo pueda recibir lejos del territorio. García cuenta que les hacen seguimiento y lo visitan cada tres meses, para cerciorarse de que está bien y sigue estudiando. El objetivo es que accedan a una vida normal y que tengan muy claro que empuñar un arma no es la única opción.

Para complementar ese trabajo, en la asociación crearon la Fundación Hijos Víctimas del Catatumbo, de la que García es vicepresidenta. Es una escuela de arte, música y cultura instalada en La Gabarra, en la zona rural del municipio de Tibú, que atiende a más de 500 niños, niñas y adolescentes colombianos y venezolanos. “Mis niños son mis tesoros, la mitad de mi vida. Lo único que puedo hacer es mostrarles un poquito de lo precioso de este mundo, porque no les puedo brindar nada más, solo amor. Cuando toman un arma es porque no tienen oportunidad de ver cosas mejores”, dice, desde Japón, donde está recibiendo una capacitación.

Ese no es el único trabajo de la asociación. Como el conflicto es complejo, se han propuesto también defender los Derechos Humanos, promover la paz, la reconciliación y la convivencia en el Catatumbo. De todos los afectados, las mujeres lo son por partida doble: por un lado, ponen a sus hijos, por el otro son blanco de abusos, violaciones y asesinatos.

A través de la asociación formaron una red que crea rutas de transporte desde los distintos territorios hacia lugares seguros. Ese apoyo ha permitido salvarles la vida a 150 mujeres de varios municipios de Norte de Santander, que fueron amenazadas o sobrevivieron a algún atentado. También ayudan a las que han sido desplazadas por grupos armados, en uno de los departamentos con las cifras de feminicidios más altas del país. “En el año que está por terminar se han registrado 48. Eso me duele en el alma”, confiesa.

Esta lucha les ha costado a ella y a sus compañeras amenazas, atentados, desplazamientos y persecución. En 2008, el Ejército asesinó a su esposo y lo hizo pasar como un falso positivo. Ella denunció y emprendió una cruzada por hacer justicia. La han desplazado en cinco ocasiones por defender los Derechos Humanos y denunciar los atropellos de los grupos legales e ilegales. Sobrevivió a un intento de asesinato por parte del Bloque Catatumbo de las Autodefensas Unidas de Colombia, cuando denunció sus violaciones en La Gabarra.

Ella dice que heredó el liderazgo de su abuelo y quizá eso explica por qué sigue adelante. En la actualidad, es delegada en el Comité Territorial de Justicia Transicional de Tibú y de Norte de Santander, e integrante de la Mesa Humanitaria y de Construcción de Paz del Catatumbo.

Carmen García tiene muchos sueños por cumplir. El principal es la creación de una aldea campesina ecológica, un espacio seguro para las mujeres, donde se les pueda devolver y restituir todo lo que dejaron con los desplazamientos. “La única manera de que haya paz en Colombia es que se cumplan las leyes y los acuerdos de paz. Y hacer mucha pedagogía, porque no es sólo desarmar a los grupos”. Mientras esto ocurre, seguirá alzando la voz por la paz de su territorio. “Vamos a seguir apoyándonos entre nosotras, es lo que nos sostiene”.

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