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Margarita Guerra, la candidata de Carlos Caicedo, será la nueva gobernadora del Magdalena

La dirigente de izquierdas se impone por casi 20 puntos frente a una alianza opositora que incluía desde uribistas hasta petristas. El abstencionismo rondó el 70%

Lucas Reynoso

Carlos Caicedo, el cacique de la izquierda del Caribe colombiano, ha revalidado este domingo su poder. Su ahijada política, Margarita Guerra, ha arrasado en las elecciones por la Gobernación del Magdalena: ha obtenido el 56,1%. No ha importado que la oposición hubiera forjado una unidad sin precedentes, con petristas y uribistas a bordo, en torno al candidato Rafael Noya, que se ha quedado con el 36%. Caicedo, precandidato presidencial, ha retenido su bastión y ha emergido fortalecido dentro de una izquierda colombiana que empezaba a darle la espalda.

Estas elecciones fueron, inicialmente, una noticia amarga para el caicedismo. A contravía del calendario habitual, se convocaron porque el Consejo de Estado anuló en mayo la elección en 2023 del caicedista Rafael Martínez. La justicia consideró que el entonces gobernador había incurrido en doble militancia durante la campaña por unos pronunciamientos a favor de unas candidatas del Partido de la U. Por ello, poco más de un millón de magdalenenses fueron convocados este domingo para elegir un nuevo gobernador o gobernadora. Guerra ahora completará el cuatrienio que termina en diciembre de 2027.

El bajo entusiasmo por estas elecciones atípicas ha sido evidente. Votaron poco más de 340.000 personas (el 31% del censo electoral). Es menos de la mitad que los 690.000 votantes (65%) que participaron en 2023. Aunque Guerra ha superado el porcentaje que obtuvo Martínez hace dos años —56% frente a 51%—, ha obtenido un número sustancialmente menor de votos: unos 189.000, frente a 306.000 del exgobernador y casi 350.000 del propio Caicedo en 2019.

La candidatura del opositor Noya, un antiguo caicedista, parecía un desafío para el cacique de izquierda y su ahijada política. Había incorporado a sectores políticos variopintos en una campaña que llevaba el eslogan de conseguir “una paz política” que dejara atrás la polarización que produce Caicedo. Su candidatura tomó fuerza hace unas semanas con el aval del derechista Cambio Radical, el apoyo de uribistas locales y el respaldo del alcalde de Santa Marta, Carlos Pinedo. Después, la semana pasada, llegó un apoyo imprevisto: el comité nacional del Pacto Histórico, el movimiento del presidente Gustavo Petro, lo respaldó con un comunicado y una foto junto a varios dirigentes nacionales.

Los últimos sondeos de Magdalena Líder y el Observatorio para la Democracia y el Desarrollo mostraban que la amenaza para el oficialismo era real. Guerra obtenía el 36,2%, con menos de cuatro puntos de ventaja por sobre Noya, que tenía el 32,4%. Asimismo, el caicedismo denunció hace unos días que se avecinaba “un inminente fraude electoral” por la posible intromisión del Clan del Golfo y las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada (ACSN). Según el cacique de izquierda y su candidata, los grupos armados intimidaron a habitantes de varios municipios para votar por Noya y agredieron a militantes de Fuerza Ciudadana. “Hay temor a la participación. Están dando la orden de no votar por mí y de votar por el traidor del pueblo”, dijo Guerra, en referencia al Clan del Golfo.

Al final, ni siquiera ha sido una amenaza la otra candidatura que llamaba la atención: Miguel Martínez, un outsider que se hizo famoso por sus llamativas denuncias contra la corrupción —incluían, por ejemplo, posar desnudo frente a obras inconclusas—. Aunque no tenía posibilidades de ganar —la última encuesta le daba un 11,7%—, el caudal de votos que obtuviera se veía como una forma de medir el descontento contra Caicedo y, simultáneamente, contra los políticos de derecha que querían volver al poder con Noya. Las urnas han sido menos generosas que los sondeos: su votación este domingo apenas ha superado los 16.000 apoyos, el 4,9% de los votos.

La promesa del continuismo

Guerra fue diputada de Fuerza Ciudadana, el movimiento de Caicedo, hasta octubre de este año. Aunque proviene de las familias tradicionales del Magdalena, el cacique de izquierdas la valora por habérsele mantenido fiel mientras otros lo abandonaron en momentos de debilidad —la justicia anuló la elección de su candidato a la Alcaldía de Santa Marta en 2023 y le quitó la personería jurídica a su movimiento en 2024—. Guerra ha hecho campaña con la promesa de continuismo y la imagen omnipresente de su jefe político: llevó siempre unas camisas en las que “Margarita gobernadora” se leía junto a “Caicedo y tú + resultados”. Arremetió una y otra vez contra Noya, a quien se refirió como “un oportunista”, “un camaleón” y “el traidor del pueblo”.

La nueva gobernadora tomará las riendas de un departamento que enfrenta un sinnúmero de problemas. Las cifras de pobreza están muy por encima de la media nacional —el indicador monetario, por ejemplo, es de 51,7% frente a 31,8%—. Faltan carreteras con los municipios más apartados, gran parte de la población depende del Estado, y la capital, Santa Marta, padece de un alcantarillado deficiente que cada tanto infecta la ciudad con aguas residuales. El orden público, además, está en crisis: el Clan del Golfo y las ACSN se han fortalecido en los últimos años y amenazan con retornar al departamento a las peores épocas de los paramilitares.

Caicedo, por su parte, debe decidir sus próximos pasos con vistas a 2026. En una conversación con este periódico el viernes, no ocultó su molestia con Petro por el respaldo a Noya: aunque se mostró confiado de que las bases del Pacto Histórico se rebelarían, señaló que la decisión lo había “desconcertado”. “Cada vez que ha habido que rodear al presidente, lo hemos respaldado”, enfatizó, al tiempo de que se quejó de la falta de inversiones del Ejecutivo nacional en el Magdalena. Aseguró que buscaría una reunión con Petro para pedirle explicaciones por haberle dado la espalda. “De lo que conversemos dependerá si lo seguimos apoyando o no”, dijo. Ahora, si ese encuentro se concreta, llegará fortalecido para exigir concesiones.

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Sobre la firma

Lucas Reynoso
Es periodista de EL PAÍS en la redacción de Bogotá.
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