Cartagena de Indias se hunde: ¿qué puede hacer la ciudad para mitigarlo?
El nivel del mar en la bahía del balneario colonial ha subido desde hace dos décadas siete milímetros por año: la segunda tasa más alta del Caribe después de Haití


EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.
Manhattan, Venecia o Cartagena de Indias. Para los habitantes de estos centros turísticos, es cada vez más evidente cómo el nivel del mar se ha ido tragando partes de sus bahías. En el caso del balneario colombiano, los últimos estudios científicos han registrado una tasa de siete milímetros promedio de aumento anual desde hace dos décadas. Se trata de la segunda mayor elevación de las aguas en todo el Caribe, superada solo por zonas del sur de Haití. La historia de fondo se replica: las emisiones de gases de efecto invernadero han apurado el deshielo de los casquetes polares. Acto seguido, las costas en algunos de estos lugares empiezan a hundirse en un proceso geológico que supone una amenaza y un agobio para sus vecinos.
El caso de Cartagena, sin embargo, no es del todo achacable al cambio climático. Existen otras realidades ineludibles. “El 41% del ascenso en el nivel relativo del mar se debe a la geología”, explica el biólogo marino Juan Darío Restrepo. “Es la naturaleza, y contra eso no hay nada que hacer. Por ejemplo, uno de los problemas más grandes de la bahía es que tiene más de 80 orificios volcánicos de gas submarino. Cuando erupcionan, escupen todo el lodo y liberan presión dejando bolsas vacías que causan agrietamientos. Como consecuencia, los suelos de la ciudad se hunden”.
Los coletazos del huracán Melissa, cuyo ojo se formó en aguas de Jamaica, dan buena muestra del impacto de estos fenómenos en la vida cotidiana del Caribe colombiano: las avenidas que bordean el malecón se inundaron; las familias de barriadas de renta baja como El Líbano reportaron emergencias; los lobbies de algunos hoteles acabaron empantanados mientras que otras zonas de estacionamientos en edificios más pudientes del sector de Bocagrande fueron azotados por el agua.
Las lluvias torrenciales y las marejadas ciclónicas recientes han servido como un campanazo más para recordar a las autoridades la vulnerabilidad de la ciudad. Juan Darío Restrepo explica que, antes, la temporada de vientos fuertes y mar de leva solía concentrarse en el primer trimestre. Las inundaciones graves no pasaban de dos o tres: “Ahora la recurrencia es de unas 15 al año. Era un fenómeno que hace un tiempo no se sentía casi en la ciudad. Hoy, con esos pocos milímetros de aumento en el nivel del mar, y una marea alta con 50 centímetros de más, la tabla de agua sube y las olas también”.

La otra parte del lío se desarrolla en la bahía y está vinculado a la compresión gradual del terreno. A este fenómeno geológico se le llama “subsidencia”. Se trata de un proceso que se ha visto acelerado en otras ciudades como Nueva York, donde el peso de sus rascacielos provoca un hundimiento de entre uno y dos milímetros anuales. En Cartagena, un estudio publicado en 2022 en la revista Scientific Reports [de la misma editorial de Nature] por un grupo de diez científicos advierte de que, para 2050, el descenso sería de 8 milímetros anuales si no se toman algunas medidas.
A la lista de factores, además del peso de las edificaciones, cabe añadir otra: el sistema hídrico de Cartagena de Indias se sirve de una red de caños y canales y ciénagas que desembocan en la bahía. Estos cuerpos de agua transportan sedimentos que se han ido consolidando a lo largo de las décadas en zonas como la ciudad vieja. Héctor Mora, especialista en geodesia y coautor del estudio, reclama que se requieren más datos para determinar con certeza el impacto del aumento en las lluvias o el manejo de las aguas subterráneas y el alcantarillado. ¿Qué soluciones hay para mitigar el avance de las olas y la subsidencia?
Las autoridades de Cartagena de Indias, una ciudad con viejos problemas de corrupción política, han apostado por los espolones de roca para frenar la erosión costera. Sin embargo, Restrepo señala que, debido a la composición arenosa y lodosa de gran parte del subsuelo en la bahía, estos muros representan una solución inocua: “Es la mejor manera de enterrar el dinero”. Shimon Wdowinski, doctor en Geofísica y académico de la Universidad Internacional de Florida, pone sobre la mesa el caso de Miami, donde las autoridades estatales han optado por otras opciones porque la ciudad fue construida sobre piedra caliza.
En su análisis, la efectividad de estas barreras depende, en gran medida, de la geología y las características del terreno. Apunta que, en suelos muy porosos, el agua siempre tiene vía libre para penetrar debajo de los muros y filtrarse a las ciudades, como a través de una esponja. Juan Darío Restrepo resume: “Le pueden poner la cantidad de piedras que quieran, y en cuatro o cinco años el agua estará otra vez encima. A Cartagena la están enrocando así. Y esa es una forma de acallar a las comunidades de Boca Chica o de Tierra Bomba, que se han opuesto al impacto de esos trabajos de dragado sobre la vida de la playa”.

Su testimonio retrata los desafíos sociales y ambientales de un balneario lleno de contrastes. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el casco antiguo y parte de la península residencial de Castillo Grande brillan como un oasis de lujo y perfume, alejados del resto de una ciudad con índices alarmantes de pobreza y desigualdad.
De momento, Juan Darío Restrepo plantea algunas acciones para empezar a torcer un futuro grisáceo que no parece tan lejano: “La ciudad necesita una evaluación hidráulica de fondo para ver cómo evacuar las aguas. Se deben diseñar estructuras y canalizaciones para defenderse de las inundaciones. Por ejemplo, se puede empezar por todos esos canales internos que se hallan detrás del Castillo de San Felipe. Todos están obstruidos con basuras y dan buena cuenta del colapso ambiental de la ciudad. En temporada alta de turismo, el alcantarillado no da abasto y parte de las aguas negras se vierten en la bahía. Cartagena es un diamante construido por encima, pero colapsado por debajo”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma











































