Re.green, la empresa brasileña que quiere convertir la reforestación de la selva en un negocio rentable
La idea es recuperar hasta un millón de hectáreas de selva tropical en 15 años vendiendo créditos de carbono y madera de forma sostenible. La iniciativa ganó recientemente el premio Earthshot

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Para rescatar las selvas tropicales del mundo, hay que hacer dos cosas fundamentales: primero, parar de destruirlas. Segundo, empezar a restaurarlas. La reforestación es uno de los puntales para la preservación de selvas como la Amazonia brasileña, pero hasta ahora los proyectos no han tenido la escala que requiere un desafío de tamaño colosal. Se calcula que solo en Brasil, en los últimos 40 años, se perdieron 117 millones de hectáreas de vegetación nativa (el tamaño de Bolivia), según datos de Mapbiomas.
Los proyectos de reforestación aún están muy lejos de compensar el daño causado y suelen estar ligados a esforzados voluntarios que plantan árboles en iniciativas loables, pero aisladas, o en programas públicos que suelen funcionar de forma intermitente, en función de los presupuestos y las prioridades políticas del momento. Falta continuidad y sobre todo falta escala.
Para romper con esa dinámica, hace cuatro años surgió en Brasil Re.green, una empresa que busca restaurar un millón de hectáreas de las selvas del país (una superficie equivalente al tamaño de Jamaica) en 15 años, pero de forma que sea rentable y sostenible a largo plazo. La iniciativa ganó recientemente el premio Earthshot, impulsado por el príncipe Guillermo de Inglaterra, uno de los más visibles del mundo en defensa del medio ambiente. La empresa fue fundada por prestigiosos científicos e ingenieros forestales brasileños, como el investigador Bernando Strassburg, uno de los impulsores del Plan de Restauración Nacional y Ricardo Rodrigues, coordinador del Laboratorio de Ecología y Restauración Forestal de la Universidad de São Paulo (USP). Pero la administran expertos del mercado financiero, como su propio CEO, Thiago Picolo, que en una charla con América Futura dejó claro que esto no es la enésima operación de filantropía para salvar el mundo.
“Entendemos que restaurar la selva con calidad puede generar retornos muy atractivos e interesantes, más competitivos, y que, al generar retorno, atraemos al capital, y al atraer capital, conseguimos escala. Una selva tropical aporta mucho valor y muchos servicios a la sociedad. Nuestra misión es conseguir monetizar eso de forma plena”, explicó.
Para los activistas que fruncen el ceño al escuchar el lenguaje del dinero vinculado a los árboles, Picolo tiene una respuesta: vivimos en el capitalismo, y hay que encontrar la fórmula para hacer que la selva valga más dinero en pie que talada para colocar ganado.
La empresa trabaja tanto en la Amazonia como en la Mata Atlántica, una selva menos conocida fuera de Brasil, pero más castigada todavía. Es el bioma que predomina en los estados de Río de Janeiro y São Paulo y se llama así porque históricamente bordeaba toda la costa del país. Aquí fue donde, en la época colonial, empezó la destrucción. Hoy apenas queda el 24% de su superficie original, aunque la buena noticia es que, a diferencia de la Amazonia, la deforestación se ha erradicado casi por completo. Toca restaurar.

Re.green trabaja con dos tipos de reforestaciones: en el 90% de los territorios donde está presente lo que se hace es recrear la selva original, plantando más de 80 especies de árboles y arbustos nativos, siempre con minuciosos estudios previos sobre las especies más adecuadas, el ritmo de plantación y el acompañamiento necesario. Este tipo de formato da dinero sobre todo con la venta de créditos de carbono a grandes empresas que los usan para compensar sus emisiones de gases de efecto invernadero. De momento, los tres primeros clientes son de peso: Vivo, Nestlé y Microsoft. Más adelante también se espera explotar otros activos, como extractos de plantas para la industria cosmética, nueces, castañas y otros frutos.
Frente a las críticas que existen al mercado de carbono por su falta de eficacia y transparencia, la empresa asegura que las iniciativas están registradas en Verra, en el ámbito del Verified Carbon Standard (VCS) y pueden consultarse en su registro público. Además, los proyectos de Re.Green recibieron la nota AAe en la Mata Atlántica, y Ae en la Amazonia de BeZero Carbon, una de las principales agencias de rating del mercado voluntario.
La otra vía es la silvicultura, aunque no se trata, como suele ser habitual, de plantar hileras de eucaliptos para talarlos al poco tiempo. Se planta una selva con árboles de entre cinco y diez especies nativas con valor de mercado y, en un plazo de 20 años, se talan los ejemplares de maderas más nobles. Este formato ocupa solo el 10% de la superficie que Re.green está gestionando, pero es clave para hacer que la reforestación sea viable económicamente, sobre todo en los terrenos más caros, los que suelen estar más cerca de carreteras y donde este tipo de operación es viable.
Picolo cree que el sector de la restauración forestal en Brasil lo tiene todo para crecer: por la urgencia que impone el cambio climático y porque la cantidad de terreno improductivo es inmensa. Brasil tiene más 90 millones de hectáreas de pastos abandonados o degradados, con poquísimo ganado ocupando extensiones enormes: baja eficiencia y poco retorno. El potencial salta a la vista, dice el responsable de Re.Green, que incide en que, aunque hay mucho terreno, hay que ser muy cuidadoso. La empresa actúa comprando tierras privadas o en concesiones del poder público para restaurar parte de un parque natural, por ejemplo, y cruza decenas de bases de datos para certificar que la tierra es propiedad de quien dice ser. El problema de los grilheiros, invasores que se apoderan de tierras públicas, está en la raíz de la mayoría de crímenes contra el medio ambiente que se cometen en la Amazonia. Por eso, también hay que cubrirse bien las espaldas para que la restauración forestal no genere un efecto indeseado. “Podría crearse un incentivo: primero deforestas y luego recibes dinero por replantar. Por eso nuestros proyectos solo son aptos a generar créditos de carbono si son terrenos deforestados hace más de diez años, para no beneficiar a quien deforestó. Eso es regla de oro”, dice.
En la COP30 del clima que se celebró en noviembre en Belém do Pará, en el corazón de la Amazonia, las selvas tropicales estuvieron en el centro de los debates climáticos. Son los grandes sumideros de carbono y su futuro es clave para frenar el calentamiento global. En el marco de la cumbre, el Gobierno brasileño presentó los datos más recientes sobre restauración vegetal: en estos momentos hay más de tres millones de hectáreas de vegetación nativa recuperándose, aunque la mayoría son bosques que reconquistan el terreno perdido de forma espontánea. La recuperación incentivada por el hombre rondaría las 200.000 hectáreas, según el Observatorio de la Restauración. Es un crecimiento del 158% en tres años. Los especialistas lo atribuyen a los incentivos públicos y a la iniciativa del Gobierno lanzada en 2023 y conocida como ‘Arco por la Restauración’, que busca recuperar la región de la Amazonia, donde se concentra el 75% de la tala.
Mientras se plantan árboles, también hay avances en las políticas que buscan garantizar la supervivencia de los que aún están vivos. La destrucción de la Amazonia brasileña cayó un 22% en el último año y el Gobierno sigue firme en su promesa de erradicar la deforestación ilegal en el año 2030. Para entonces también se espera que el territorio en fase de recuperación se multiplique por cuatro, hasta llegar a los 12 millones de hectáreas.
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