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La lucha contra las drogas exacerba la turbulenta relación entre Estados Unidos y Colombia

Las fricciones entre Donald Trump y Gustavo Petro se topan con un nuevo obstáculo tras meses de declaraciones cruzadas y amenazas comerciales

Diego Stacey

La relación entre Colombia y Estados Unidos ha estado llena de turbulencias durante este año. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha significado un reto mayúsculo para el Gobierno de Gustavo Petro y su política exterior, marcada por declaraciones cruzadas, amenazas comerciales y hasta una breve crisis diplomática. La tensión volvió a escalar esta semana por la decisión de Washington de descertificar a Colombia como un país aliado en la lucha contra las drogas. Aunque la resolución evita las sanciones más duras y mantiene la cooperación, representa un nuevo golpe para las ya debilitadas relaciones bilaterales.

Petro arremetió contra la decisión. “A mí no me amenace, aquí lo espero si quiere. No acepto amenazas, no acepto misiles, no acepto asesinatos, acepto inteligencia. Vengan aquí a hablar con inteligencia”, dijo el miércoles el mandatario colombiano en una alocución televisada dirigiéndose hacia Trump. La Administración estadounidense no ha ocultado su animadversión por el líder colombiano, al que califica de “errático” y de “no ser buen aliado”, en palabras del secretario de Estado, Marco Rubio.

Los esfuerzos de erradicación de coca por parte de las autoridades colombianas no fueron suficientes a ojos de la Casa Blanca y por eso decidió retirar la certificación del país como un aliado en la materia. Washington sugiere que el culpable del “incumplimiento de Colombia de sus obligaciones en materia de control de drogas” ha sido “el liderazgo político”, sin mencionar por nombre propio a Petro, pero apuntándolo directamente.

La decisión ocurre, además, en un momento geopolítico complejo en la región. Estados Unidos ha atacado a cuatro embarcaciones en el mar Caribe que salieron desde Venezuela y que supuestamente estaban cargadas de droga. Trump ha acusado al venezolano Nicolás Maduro de dirigir el Cartel de los Soles, una estructura criminal. Aunque Petro ha negado que exista dicha estructura, el Senado colombiano aprobó esta semana una resolución que la declara como una “organización terrorista”, en línea a las peticiones de Estados Unidos y la Unión Europea.

Manuel González, analista internacional y catedrático de la Universidad Javeriana, sostiene que la resolución de EE UU “es una matrícula condicional”. “Trump da a entender que la cooperación se mantiene por intereses de seguridad nacional y que el rechazo está dirigido al presidente [Petro] pero no a los gobernantes locales ni a la fuerza pública”. Para el experto, el despliegue naval estadounidense es una justificación: “La Administración de Trump considera que países como Colombia no están haciendo su tarea y por eso creen que están en la obligación de pasar ellos mismos a la acción”.

Controversias desde el día uno

Desde el regreso de Trump al poder ya se anticipaba una relación turbulenta. Petro lo señaló de ser xenófobo y racista por sus políticas migratorias, el primero de muchos choques. En enero, cuando Estados Unidos comenzó a deportar masivamente a migrantes a sus países de origen, el mandatario colombiano impidió el aterrizaje de dos vuelos con colombianos deportados porque, consideraba, estaban siendo maltratados. La respuesta fue inmediata: Trump amenazó con imponer aranceles del 25% a Colombia. En pocas horas, Petro reculó y aceptó el retorno de los migrantes.

Mario Osorio, investigador del Center for Economic and Policy Research, un think tank liberal con sede en Washington, asegura que ese fue el primer ejemplo de la forma de operar de Trump. “A él le encanta el matoneo. Es una de sus herramientas para hacer política, gracias al poder que ostenta”, sostiene en una llamada telefónica. “Muchas de las decisiones que ha tomado esta Administración han sido más políticas que técnicas, como ocurrió con los aranceles”, añade.

Colombia acabó con un gravamen del 10%, el nivel más bajo que impuso Estados Unidos al resto del mundo. Pero la pugna comercial no terminó ahí. La búsqueda por diversificar las exportaciones colombianas ha sido otro escollo con Washington. Petro se sumó en mayo a la Nueva Ruta de la Seda, el megaprograma de inversiones de infraestructura chino con el que el país asiático busca expandir su influencia global.

La represalia de Estados Unidos no se hizo tardar. Se opuso “enérgicamente a proyectos recientes y próximos desembolsos” por parte del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) “para empresas estatales y controladas por el Gobierno chino” en Colombia. Además, varios funcionarios amenazaron con priorizar la compra de café y las flores —dos de los productos más exportados a EE UU— de otros países, como Ecuador.

Las declaraciones inflamatorias de ambos líderes le han echado más leña al fuego. En julio, Estados Unidos llamó a consultas al embajador encargado en Bogotá tras las “declaraciones infundadas desde los más altos niveles del Gobierno de Colombia”. La decisión se tomó después de que Petro reaccionara a unos audios revelados por EL PAÍS en los que se escucha al excanciller Álvaro Leyva asegurar que se ha reunido con congresistas cercanos a Marco Rubio para buscar el apoyo de Estados Unidos para un golpe de Estado en su contra.

Pese a que Petro también llamó a consultas a su embajador, Daniel García-Peña, a los pocos días lo envió de regreso a Washington con unas disculpas a Rubio y al Gobierno estadounidense, pues afirmó que no tenían “ninguna participación en un golpe de Estado ni en ningún intento de desestabilización”.

Para el analista González, “la relación con Estados Unidos no ha sido la mejor y es como una bola de nieve” que sigue creciendo. A los aranceles y la crisis diplomática se sumaron luego los ataques al poder judicial. Tras la condena del expresidente Álvaro Uribe en julio, Rubio afirmó sin pruebas que la justicia estaba “instrumentalizada” y que la sentencia sentaba un “precedente preocupante”. “El tipo de decisiones que toma Trump tienen un halo más político que técnico y por eso muchos se llegaron a preocupar de una represalia similar a la de Brasil, cuando se castigó a un Gobierno que a todas luces para Washington ya no era un aliado”, argumenta González.

Trump, figura electoral

La política colombiana está marcada ya por el ciclo electoral del próximo año, que inicia en marzo y terminará previsiblemente en junio con las elecciones presidenciales. David Varela, catedrático de la Universidad Javeriana y doctor en asuntos internacionales de la Universidad Johns Hopkins, afirma que inevitablemente la figura de Trump aparecerá en la campaña.

“Los líderes como Trump llaman la atención y ocupan los titulares todos los días, eso termina influenciando el discurso político más allá de sus fronteras, bien sea para que sea tomado como ejemplo para algunos que lo quieran emular o como un ideal para otros que deben vencer”, comenta.

Los expertos coinciden en que, como ha ocurrido con comicios recientes en todo el mundo, la figura de Trump tendrá cierta repercusión en las elecciones colombianas. Pero aún es muy pronto para predecir de qué manera. “No sabemos si tendrá un efecto como el de Ecuador [donde ganó Daniel Noboa, arropado por Trump] o como el de Canadá [donde ganó Mark Carney con un discurso anti-Trump]”, reflexiona González. Las relaciones, aunque maltrechas, resume Varela, nunca han estado al borde de una ruptura diplomática. “Ha sido más ruido que otra cosa”, sentencia.

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Sobre la firma

Diego Stacey
Periodista de la sección Internacional. Anteriormente trabajó en 'El Tiempo', en Colombia. Es licenciado en Comunicación Social por la Universidad Javeriana de Bogotá y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.
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