Entre el látigo de Washington y los errores de Petro
La descertificación es un mecanismo injusto, unilateral y profundamente hipócrita. Pero no se puede tapar el sol con un dedo: Colombia está inundada de coca

¿Habrá algo más antipático que la certificación de Estados Unidos para calificar el comportamiento de los países en su lucha contra el narcotráfico? No debe haber ninguno, pero antipático o no, hace parte de las reglas del juego que manejan las relaciones internacionales. Trump sacó el látigo para pegarle a Petro y Colombia sintió el golpe. De un latigazo quedamos en el mismo grupo de Venezuela, Bolivia, Afganistán y Myanmar, es decir en playa baja.
El acta de asistencia extranjera nos puso la lápida de países que han incumplido de manera demostrable, durante los últimos 12 meses, tanto con sus obligaciones bajo los acuerdos internacionales contra el narcotráfico como con las medidas del Financial Regulator Assesment Authority. Lo curioso es que le agregó una medida de excepción para eximirnos de las sanciones. Como quien dice, para sacarle la piedra a Petro, porque lo responsabiliza de la decisión de la descertificación, pero sin consecuencias de castigo: le mantiene la ayuda.
Advierte, eso sí, que bajo el Gobierno de Petro la situación antidrogas se ha deteriorado gravemente, ya que los cultivos de coca y la producción de cocaína han alcanzado niveles récord. Y remacha con la diferencia entre el Gobierno nacional y las instituciones de seguridad y las autoridades municipales, a las que les reconoce su destreza y valor en el enfrentamiento contra los grupos terroristas y criminales. Más palo para el presidente.
La respuesta de Petro no se hizo esperar. Le informó a la nación, desde el salón donde se reúne el Consejo de Ministros, que nos habían descertificado. Y, golpeando un lápiz sobre la mesa, afirmó que todo eso pasaba después de decenas de muertes de policías y soldados, de gente del común, tratando de evitar que les llegue la cocaína. Todo lo que hacemos realmente no tiene que ver con el pueblo colombiano, sino para impedir que la sociedad norteamericana se embadurne las narices. Ordenó al ministro de Defensa que el país deje de depender del armamento de Estados Unidos. No más regalos, ni limosnas. Al Ejército de Colombia le irá mejor si compra sus armas. Seguro que, más temprano que tarde, va a tener que comerse esas palabras dichas en caliente, cuando los militares le expliquen bien cómo es la vaina.
Que quede claro que la descertificación es un mecanismo injusto, unilateral y profundamente hipócrita. Estados Unidos no tiene autoridad moral para dar certificados cuando es el mayor consumidor de drogas en el mundo. Pero tampoco se puede tapar el sol con un dedo: Colombia está inundada de coca, más de 250.000 hectáreas no lo resistimos.
La otra equivocación de Petro es ponerse a defender a Maduro, afirmando que el Cartel de los Soles no existe. Es una manera de darle la mano a Venezuela. Riesgosa postura para inquietar a los Estados Unidos que ha señalado a Maduro como objetivo militar con recompensas que alcanzan el millón de dólares. Acostarse con Maduro pone en peligro el matrimonio con el país más poderoso del mundo.
Con Nicolás Maduro, la relación de vecinos es incómoda pero necesaria. Petro abrió la frontera, restableció embajadas y hasta posó sonriente con él en Caracas, como si nada hubiese pasado entre el Cartel de los Soles, el Tren de Aragua y las acusaciones de refugio a las disidencias de las FARC. Para Petro, Maduro no es un dictador: es un aliado con el que se puede hablar de paz, comercio y hasta democracia. El problema es que del otro lado del continente está Estados Unidos con el látigo en la mano.
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