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Elecciones en Colombia
Columna
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Por qué puede ganar el petrismo

En 2026, Colombia no va a votar por un nombre, sino por la continuidad de un gobierno. Y el petrismo, aunque solo tiene un respaldo del 32% en las encuestas, puede ganarle a una oposición desordenada

Seguidores de Gustavo Petro se reúnen en la Casa de Nariño, en Bogotá, el 14 de febrero de 2023.

A primera vista parece un absurdo electoral. Si el petrismo solo tiene el 32% de respaldo en las encuestas, no es lógico que el 65% que tiene la oposición no sea lo suficiente amplia para imponerse sobre el candidato que tenga el respaldo del presidente Petro. La explicación no está en la fuerza del 32% del Pacto Histórico, sino en la debilidad del 65% de los contradictores del Gobierno, que no tienen a nadie que los dirija y cada candidato es jefe de su propio movimiento. No hay una figura en el centro o en la derecha que aglutine al antipetrismo, mientras que Petro sin ser candidato pondrá todo su capital político, institucional y mediático para apuntalar a su sucesor. En 2026 no se va a votar por un nombre sino por la continuidad o no de un gobierno. El centro no tiene una narrativa creíble. Solo lo mueve el antipetrismo, y en política un cuento claro y bien explicado, aunque polarice, tiene más éxito. Por eso, con su 32% tiene asegurado el balotaje. En un país reventado por la polarización, decepcionado por las promesas incumplidas de cambio y rodeado de frustraciones sociales acumuladas, lo lógico sería una previsible derrota. Y, sin embargo, la lógica electoral en la segunda vuelta no responde a la popularidad sino a la mecánica del poder y al comportamiento estratégico de los votantes.

En dos vueltas no hay que ganar sino clasificar para el balotaje. Un grupo pequeño pero compacto, organizado y con capacidad de movilización puede imponerse frente a mayorías dispersas o desmotivadas. Además, el petrismo tiene la ventaja institucional del Gobierno, controla el aparato público, incluido recursos territoriales, proyectos sociales, vocerías estratégicas y una auténtica presencia mediática. El antipetrismo no alcanza para construir una alternativa coherente. Entre tantos candidatos de centro, el votante primario necesita un Excel para entender quién es quién. Entonces, el 32% se vuelve enorme.

La gente vota más por miedo que por esperanza. El mejor ejemplo es el espejo chileno que trajo a colación el columnista Álvaro Forero para señalar el paralelo entre Colombia y Chile, donde es muy posible que la candidata minoritaria Jeannette Jara, quien ha venido mejorando su encuesta, ahora es mayoritaria, con 27%, y puede salir avante en su aspiración presidencial. La explicación, según Forero, es que la derecha, siendo mayoritaria, está dividida entre candidatos moderados y uno de ultraderecha, y el hecho de que haya segunda vuelta evita que se unan para la primera. En las pasada elecciones Boric perdió en primera y ganó en segunda. Muy parecido a lo que puede pasar en Colombia. Concluye Forero que en el país faltan diez meses más que en Chile para las elecciones. El espejo muestra que la izquierda colombiana tiene con qué llegar a la segunda vuelta para intentar repetir la sorpresa del 2022, gracias a la torpeza de la oposición, que le regaló a Petro división y polarización. Coincido con él. Germán Vargas también viene sosteniendo que la multiplicidad de aspirantes nos puede llevar al triunfo del petrismo. Vargas debería intentarlo.

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