Alfredo Saade, la oveja descarriada
Gustavo Petro pide argumentos, pero ¿de qué forma justifica que un mitómano sea el funcionario más cercano a él en el gobierno?


“Argumentos, siempre argumentos”, escribió en su cuenta de Twitter el presidente Petro luego de su intervención ante el pleno del Congreso el pasado 20 de julio. Es un mantra importante, por no decir que el mejor de los mantras para una persona que debe ejecutar y exponer sus ideas ante amplios públicos. Así debería ser siempre la política: un debate nutrido de argumentos. Pero la falacia está a la vuelta de la esquina.
¿No es ese mismo presidente que habla de “argumentos, siempre argumentos” el que ha caído no una, ni dos, sino centenares de veces en la falacia del argumento ad hominem para justificar sus opiniones y a la multitud? ¿Qué argumento hay cuando se inventa un homicidio, como lo hizo hace una semana con la muerte del empresario William Vélez, para luego acusar sin pruebas a un ciudadano del común por los hechos? ¿Qué argumento hay para seguir manteniendo en una de las notarías que más dinero producen en Bogotá a una profesional que firmó ilegalmente contratos por más de un billón de pesos? ¿Qué argumento hay para que su ex funcionario Carlos Ramón González esté prófugo de la justicia ante los señalamientos serios y documentados sobre su participación en el desfalco a la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo?
Sin embargo, hoy día hay un argumento que me gustaría conocer del presidente que se vanagloria de hablar siempre con argumentos: ¿de qué forma justifica que un mitómano, agresivo y enemigo de la constitución sea el funcionario más cercano a él en el gobierno? ¿Cómo explica que un personaje que se inventa denuncias en contra quienes lo ponen en su lugar y que sin ningún respeto por el país y la democracia pide que se cierre el Congreso o los medios de comunicación sea ahora la voz que le habla al oído? ¿Qué argumento hay para dejarse aconsejar de alguien tan poco aconsejable?
Alfredo Saade se siente feliz e importante cuando lo mencionan, sobre todo cuando ocurre por sus falacias y declaraciones poco democráticas. Así él gana visibilidad y así puede seguir multiplicando las mentiras y los argumentos ad hominem que tan bien le salen cuando está acorralado.
Se le pregunta por el contrato de los pasaportes que hasta ahora no ha mostrado y responde que los periodistas son lobistas de la empresa que hoy los hace, negando una realidad: que los pasaportes son un derecho de todos los colombianos. Se le pregunta sobre su pasado político cercano a partidos de la derecha y responde con ataques al periodista acusándolo de hacer parte de una estrategia para mancillar su honra y nunca responde sobre los hechos. Se le pregunta sobre el acuerdo firmado con Venezuela para crear una zona binacional de comercio y paz, pero responde diciendo que los periodistas nunca cuestionaron al gobierno de Iván Duque cuando cerró la frontera (cosa que es completamente falsa y basta con que el señor Saade haga una búsqueda en Google o si le da pereza le pregunte a Chat GPT).
Lo dijo ayer este diario en su editorial sobre las mentiras: “en un ambiente tan polarizado hay una preocupante tendencia a sobrevalorar las mentiras ajenas y a considerar las propias como faltas sin importancia. Actitud que redobla la desconfianza de la ciudadanía en sus representantes y da alas a quienes venden, para supuestamente regenerar el sistema, soluciones antisistema, es decir, antidemocráticas”. Dijo El País que para ser funcionario no se necesitan grandes pergaminos, pero sí honestidad. Una cualidad que parece estar lejos del alcance del señor Saade.
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