¡Evadir sí paga!
El reciente reportaje de EL PAÍS sobre cómo los superricos colombianos evaden impuestos desmonta el relato dominante según el cual los pobres no pagan. El debate está abierto, y el Gobierno tiene la obligación de combatir la evasión, que es una forma corrupción

Siempre se ha sabido que los ricos evaden impuestos, en Colombia y en todo el mundo. No obstante, es un asunto del que se habla en voz baja. De hecho, no hace parte de la agenda pública. Ningún partido político ni precandidato presidencial tiene entre sus propuestas combatir la evasión y la elusión fiscales. Tampoco es algo de interés para los grandes medios de comunicación, lo cual es natural: pertenecen, en muchos casos, a los principales evasores.
El viernes pasado, el periodista Juan Miguel Hernández, de EL PAÍS América Colombia, abordó esta cuestión en su reportaje: Así es como los superricos colombianos evaden, eluden y pagan menos impuestos que los pobres. El título no tiene desperdicio, y desmonta el relato dominante según el cual los pobres no pagan impuestos. Mentira, pura y dura. A los pobres les resulta muy difícil evadir, pues pagan tributos indirectos —principalmente el IVA—, que en términos generales es del 19 % (aunque existen exclusiones y exenciones).
Hernández, apoyándose en estudios de la DIAN, afirma que la evasión asciende a 136 billones de pesos anuales. Una cifra astronómica que equivale a 6,84 reformas tributarias como la que el Gobierno propondrá para 2026, con la cual aspira a recaudar 19 billones. Lo más impactante es que los principales responsables de esto son una ínfima minoría: el 0,01 % de la población (menos de 4.000 personas), que saca el dinero del país, sin tributar. Hernández cita a la profesora Juliana Londoño, de la Universidad de California, una de las mayores expertas en evasión fiscal y desigualdad, quien afirma que los ultrarricos esconden buena parte de su fortuna en paraísos fiscales. “El uso de estructuras complejas, como fiducias o empresas en el exterior —en particular en Panamá—, es recurrente entre los colombianos más ricos”. Esto también se sabe, en especial desde 2016, cuando estalló el escándalo Panama Papers, que sacó a la luz pública los nombres de 1.245 colombianos con activos y cuentas en ese país, entre ellos expresidentes y exvicepresidentes de la República, exalcaldes de Bogotá y distinguida gente de bien.
La práctica de constituir empresas offshore es conocida. Estas no se crean para promover emprendimientos sino para mantener ocultas fortunas y propietarios y evadir impuestos. Poner costosas propiedades inmobiliarias en cabeza de dichas empresas permite comercializarlas sin pagar nada al Estado, pues se transfiere la propiedad de la compañía por un acto privado en el exterior, sin escrituración pública en Colombia. Así, la tributación es cero pesos.
Que paguen los pobres
La filósofa española Adela Cortina acuñó el término aporofobia para describir el rechazo, la aversión o el miedo hacia las personas en situación de pobreza o vulnerabilidad. Es un fenómeno más extendido de lo que parece. Hay quienes creen que los pobres lo son porque quieren, porque no les gusta trabajar y pretenden vivir a expensas del Estado y de quienes “sí trabajan duro”. “¡Trabajen, vagos!”, vocifera una señora. Y por supuesto, siempre habrá quien tenga espíritu parasitario. Pero la mayoría de las personas en situación precaria pasan las verdes y las maduras para llegar a fin de mes, y se dejan la piel en busca del sustento diario.
Traigo esto a cuento porque hay tecnócratas y políticos que viven obsesionados con bajarles los impuestos a los ricos y subírselos a los pobres. Dentro y fuera de Colombia. Hace un par de meses, por ejemplo, el presidente Trump impulsó una ley para gravar las remesas que los inmigrantes envían a sus familiares en los países de origen con un 5 %. Finalmente se aprobó el 1%. Este tributo adicional es un castigo por ayudar a los suyos. Colombia es el país suramericano que más remesas recibe: 11.830 millones de dólares (2024). La mitad procede de EE UU. Sus familiares dejarán de recibir hasta 66 millones de dólares, según Fedesarrollo.
Los pobres pagan más
Volviendo al informe de Hernández, este muestra también la enorme desigualdad en Colombia: “El 1 % más rico concentra cerca del 40 % de la riqueza, mientras que el 50 % más pobre apenas posee el 2 %”. Cita un informe de OXFAM que revela un dato contundente: una persona del 1 % más rico, en 2021, pagó en promedio 17 centavos de dólar por cada uno de ingreso; mientras que una del 50 % más pobre pagó 21,1 centavos. Esto “desmiente el mito de que las personas pobres y las clases medias no pagan impuestos, y muestra que es todo lo contrario”. En 2012, el multibillonario Warren Buffett fue noticia mundial al revelar que su secretaria pagaba una tasa impositiva más alta que la suya: “Debbie trabaja tan duro como yo y paga el doble de la que yo pago. Me parece indignante”.
En los años setenta, el economista estadounidense James Tobin, de orientación keynesiana, propuso un impuesto a las transacciones financieras internacionales (TFI) de naturaleza especulativa —no a las operaciones de comercio—, con el fin de reducir la volatilidad de las divisas y mitigar las crisis financieras. Años más tarde, el movimiento antiglobalización retomó la idea de gravar dichas transacciones con un cargo del 0,5 % para combatir la pobreza y el hambre. ¡Mamola! Se dijo que era imposible distinguir entre el trading normal y el especulativo, es decir, entre una operación de comercio legítima y una mera compraventa especulativa de monedas.
Sería interesante que se hiciera un estudio para calcular cuánto podría recaudar Colombia si cobrase un impuesto del 1 % a toda TFI que no fuese una operación de comercio. Una medida de ese tipo difícilmente prosperaría en el Congreso, donde suelen estar más alineados con aprobar leyes para normalizar activos (amnistía a los evasores). El debate está abierto, y debería darse. El Gobierno tiene la obligación política, ética y fiscal de combatir la evasión y la elusión fiscales, que es una forma corrupción. De momento, lo que está claro es que evadir ¡sí paga!
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.