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Tribuna
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Estrategias algorítmicas contra el narcotráfico: los aportes de la inteligencia artificial

Es una amenaza complicada, transnacional y profundamente humana. No lo solucionaremos con discursos o nostalgia por la cerca de ideas fallidas.

Una usuaria de drogas en Baja California, el 11 de marzo de 2025.

El fentanilo ya no es solo una droga. Es un arma de destrucción masiva en cámara lenta. Decenas de miles de estadounidenses mueren por sobredosis cada año, y su impacto comienza a sentirse en Europa a medida que la droga encuentra nuevas rutas de distribución, precursores químicos y plataformas digitales. En esta nueva era del crimen transnacional, la inteligencia artificial no es una tecnología “agradable de tener”. Es un imperativo estratégico.

La campaña contra el narcotráfico se ha centrado durante mucho tiempo en la erradicación de cultivos, la incautación de envíos y la captura de capos. Hoy, esas tácticas no son rival para un adversario en red, semi-algorítmico y apenas jerárquico que opera globalmente y con la eficiencia de una corporación. Las mafias que están en el negocio del fentanilo ya no cuentan con la selva o túneles fronterizos: operan en servidores encriptados, en redes sociales y a través de transferencias digitales. No nos enfrentamos a una criminalidad casual, sino a una infraestructura compleja y algorítmica que es, en gran parte, clandestina.

Aquí es donde la inteligencia artificial puede marcar la diferencia. Los algoritmos bien diseñados pueden encontrar patrones que eluden el análisis humano, desde movimientos financieros anómalos hasta conexiones entre perfiles digitales aparentemente separados. Puede permitirles predecir un aumento en el consumo en alguna región particular, monitorear precursores químicos que se mueven a través de un continente desde Asia hasta Europa, o conectar muertes por sobredosis con flujos de tráfico en la web oscura. Esto no es ciencia ficción. Estas son herramientas que ya tenemos y, si se utilizan adecuadamente, pueden proporcionar algo que ha estado muy ausente en esta guerra: una ventaja asimétrica.

El sector financiero es particularmente importante. Si las sanciones pueden paralizar un estado, los sistemas de inteligencia artificial pueden rastrear y desbaratar los canales de lavado de dinero que abastecen a los carteles. Al rastrear el dinero, desde criptomonedas hasta facturación falsa, se pueden socavar los puntos de apoyo operativos de estas redes. Eso no solo socava su logística, lanzada al caos a medida que se agotan los suministros, sino que también aumenta el costo del crimen, un factor crucial para acabar con su atractivo.

Pero la inteligencia artificial no es solo para castigar. También puede salvar vidas. Con la comprensión correcta de los datos históricos, de salud y sociales, es posible prever olas de tendencias de consumo antes de que alcancen la escala de una epidemia. El poder predictivo permite una División de Intervención más ágil, dirigida y humana. La prevención, que hasta ahora se basa en la respuesta, puede ser un enfoque proactivo.

Pero toda herramienta potente necesita restricciones. La inteligencia artificial para la seguridad debe estar estrictamente regulada. Porque, si bien la vigilancia masiva sin salvaguardias ni supervisión democrática es peligrosa para nuestros derechos, también es peligrosa para la institución del gobierno mismo. Requerimos transparencia, supervisión independiente y una arquitectura legal que acompañe cada avance experimental. La eficacia no debe entrar en conflicto con el Estado de derecho.

Estas acciones, además, no se pueden hacer solas. Y ese protocolo confiablemente replicable en el campo ahora debe ser competencia de los gobiernos, que no poseen por sí mismos la tecnología ni el acceso a los datos requeridos. Las plataformas digitales, los bancos, las empresas de ciberseguridad, incluso los gigantes del comercio electrónico, deben estar representados en una coalición activa. Compartir información, con reglas claras y salvaguardias éticas, puede ser la diferencia entre estar un paso atrás y un paso adelante del crimen organizado.

España y Europa no son inmunes a esta tendencia. El fentanilo aún no ha tenido el mismo efecto en Canadá que en Estados Unidos, pero los precursores ya se están moviendo químicamente por todo el mundo, los canales de tránsito están establecidos y el mercado digital se ha abierto. Sería un error estratégico esperar hasta que la crisis estuviera llamando a las puertas del servicio de salud. La preparación comienza hoy con una visión mundial, coordinación interinstitucional y tecnología inteligente.

El fentanilo es una amenaza complicada, transnacional y profundamente humana. No lo solucionaremos con discursos o nostalgia por la cerca de ideas fallidas. La inteligencia artificial no es una panacea, pero es una herramienta potencial, aplicada con juicio y valentía, que puede inclinar la balanza. Si no lo hacemos, será como si todavía estuviéramos luchando una guerra del siglo XXI con herramientas del siglo XX. Y en esa guerra, las bajas ya no son soldados: son ciudadanos.

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