El candidato que falta
Colombia está rota, y no se ve un candidato que pueda sentar a todo el país en una mesa para que de manera solidaria ricos y pobres, zurdos y derechos, puedan soñar un mejor país

Las redes sociales son responsables, aunque no las únicas. Ellas cimentaron un mundo en blanco y negro en el que los “me gusta” o los “retwits” llegan como recompensa al odio y el menosprecio hacia el otro. Las redes no fueron para los más inteligentes y creativos, sino para los más venenosos. Las redes envenenaron a sus usuarios y los políticos (que dicen trabajar por la gente, pero en realidad lo hacen para sí mismos) se aprovecharon de lo fácil que resultaba ganar seguidores (y por ende votos) gracias al discurso binario de “buenos” versus “malos” y construyeron sobre los cimientos de las redes una nueva política: la política de la aniquilación.
Le funcionó a Trump en los Estados Unidos. Hizo su campaña y ahora hace su presidencia con frases efectivas cargadas de rencor hacia aquellos que no piensan como él. Todo está en los adjetivos: bueno, malo, estúpido, grande, perdedor, bello. Para él una ley es buena, mientras que un opositor es un perdedor. Para él su gobierno es el más grande, mientras que todos los anteriores son malos.
En Colombia estamos igual. Petro se convirtió en el presidente de los adjetivos y los calificativos que no importa si están o no basados en la realidad, lo importante es que siembran en el inconsciente de sus seguidores ideas según las cuales en nuestro país hay dos bandos: el de los corruptos, esclavistas, narcotraficantes, que son la oposición al gobierno; y el de los amantes de la vida, de la belleza, de la revolución, del cambio, que son él y sus seguidores.
Petro y Trump han dividido a su país en bandos. Bandos que a medida que pasan los días y las semanas se hacen más y más irreconciliables. Bandos que, gracias al reiterativo discurso de sus líderes políticos, terminan creyendo que lo mejor sería que sus contrarios no existan. Porque según el discurso de Trump y de Petro sus opositores son la encarnación misma del mal.
¿Quién va a recomponer la confianza entre nosotros? ¿Quién será capaz de asumir el reto de tratar de hacer de Colombia un país en el que podamos confiar en los demás y no ver en el otro un posible enemigo o agresor?
Petro y quienes lo siguen no están llamados a tan compleja misión quirúrgica. Basta con ver a sus congresistas repitiendo el mismo discurso repleto de inquina hacia todas las orillas (empresarios, medios de comunicación, profesores que no siguen el dictado de Fecode, etc.), como si la labor de un Presidente y su gobierno (el que sea) no fuera ser garantes de la unidad nacional. La derecha y sus candidatos tampoco lo son, pues basta con ver sus peleas internas y la forma en que se refieren a aquellos que acompañan al presidente Petro para darse cuenta que cabalgan el mismo discurso de odiar y aniquilar políticamente a su contendor.
Colombia está rota. Muy rota. Y no se ve un candidato que haga la apuesta necesaria: sentar a todo el país en una mesa para que de manera solidaria ricos y pobres, zurdos y derechos, puedan soñar un mejor país para todos. ¿Quién apostará por hacer del nuestro un país donde no vivamos con el permanente temor a la traición del otro? ¿Dónde está el candidato que diga que en Colombia TODOS los ciudadanos somos hermanos y nos tenemos que ayudar? ¿Dónde está el candidato de la confianza?
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