Contra los hijos (de quien sea)
No tiene sentido traer a este mundo a un ser al que supuestamente se ama, pero quien se sabe va a sufrir y mucho durante los años que dure su vida. Traer a alguien al mundo más que un acto de amor termina siendo un acto egoísta


Otra vez me volvieron a plantear el asunto: ¿por qué decirle no a tener hijos? Y otra vez respondí con el genérico “no tiene sentido traer a este mundo a un ser al que supuestamente se ama, pero quien se sabe va a sufrir y mucho durante los años que dure su vida”. Cuando respondo de esa manera, que para muchos parece derrotista, llegan los contraargumentos que controvierten mi opinión. Unos dicen que no puedo predecir qué tipo de vida llevará el no-nato. Otros dicen que todo en el mundo podría cambiar para mejor. Unos pocos asienten y con algo de vergüenza terminan por reconocer que traer a alguien al mundo más que un acto de amor termina siendo un acto egoísta. En fin, hay de todo.
Ante el retorno de la pregunta de marras quiero hacer un rápido recorrido por todo lo que puede salir mal y las mínimas opciones de que salga bien en un acto de responsabilidad que todos deberíamos asumir tal vez para ser un poco más compasivos con los demás, tal vez para caer en cuenta de que ponerse a traer niños al mundo es un verdadero sinsentido.
Comencemos por el horror máximo: ¿de veras cree que el cambio climático logrará ser contenido gracias a los cambios que todos haremos en nuestro estilo de vida? Si usted está dispuesto a dejar de viajar en avión y a dejar de utilizar carro particular para trasladarse de un punto A a un punto B, tal vez haya algo de esperanza. Pero la realidad es que estamos lejos, muy lejos, de que algo así cambie. Pasa lo mismo con la carne. ¿Ya dejó usted de comer carne de vacuno? ¿Planea hacerlo pronto? Es que esas jugosas reses son tan o más responsables que los automóviles de la emisión de gases de efecto invernadero. Y mientras que hay una campaña global para que evolucionemos hacia la movilidad eléctrica, no veo estrategias masivas para que dejemos de tomar leche y de comer carne. Así que vamos mal. Muy mal. En menos de 30 años, una gran porción del planeta será insoportable para llevar la vida.
Pero cambiemos de escenario, hablemos de lo que nos espera como sociedad. ¿Usted sí cree que los dueños de las redes sociales que nos están envenenando tendrán un rapto de consciencia y buscarán que sus plataformas dejen de ser ágoras del odio y la ignorancia? ¿Cree que los políticos cambiarán de estrategia y dejarán de polarizar a sus comunidades con esos discursos simplistas que solo aceptan un mundo de buenos y malos? ¿Cree que aquellos que hoy leen poco y se nutren de basura digital van a cambiar sus costumbres? Lo felicito si respondió positivamente a las tres preguntas, pero lamento informarle que eso no va a pasar. Vamos camino a un mundo donde el otro será visto como un enemigo que debe ser aniquilado y donde el poder de los argumentos y la ciencia se difuminará empoderando a aquellos que mejor convenzan, así sea con mentiras.
Por la emergencia climática, la comida escaseará. Por la tensión política, las guerras se harán más comunes. Por las redes sociales, seguiremos multiplicando mentiras que confirman lo que queremos creer. Por la urgencia de vivir en lugares aptos para los humanos, vendrán nuevas guerras. Por confiar en políticos populistas millones y millones vivirán infiernos de persecución y miedo. Por creer que Dios o la ciencia lo resolverán todo, seguiremos esperando con los brazos cruzados que ocurra aquello que nos salvará a todos. Y es justamente ese excesivo optimismo el que nos enceguece. Es en serio: no sea egoísta. No tenga hijos. No alcanza a imaginar lo que van a sufrir.
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