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Juana Afanador, socióloga: “Nunca seremos perfectas y por eso nos matan”

La investigadora acaba de publicar el libro ‘Esto no es amor’ en el que recopila 10 feminicidios que sacudieron a Colombia. Al sacarlos a la luz, espera que no pasen al olvido

Juana Afanador en Bogotá, el 9 de julio.

A María Teresa Buitrago de Lamarca la descuartizó su esposo y quiso desaparecer el cuerpo. A Hazly Johana ‘el negro’ la apuñaló diecisiete veces en el bar donde ella trabajaba. De María de Rosario Pabón todos creyeron que su esposo era un bobo incapaz de causarle daño. El asesino de Claudia Gómez dejó a sus 11 hijos huérfanos, y a Deyanira Ramírez su pareja la apuñaló el corazón, los pulmones, la espalda y un tobillo, y la dejaron desangrarse. Rosa Elvira Cely también conoció el horror antes de morir, y su hermana lo convirtió en la ley que por fin creó el tipo penal del feminicidio como delito autónomo en Colombia.

Estos son solo algunos de los diez casos que Juana Afanador (Bogotá, 40 años), con sus conocimientos y habilidades de socióloga, escritora y analista, recopiló en el libro Eso no es amor, en el cual narra las historias de mujeres a quienes mataron por el simple hecho de ser mujer. No todos los casos fueron tipificados como feminicidio e incluso algunos de los asesinos fueron presentados como pobres víctimas de mujeres que no encajaban en lo que la sociedad esperaba de ellas. Eso no es amor también cuenta cómo estas muertes afectaron a sus familias, muestra cómo se ha entendido el feminicidio en momentos diferentes de Colombia y cómo las mujeres han sido clave en el avance de este proceso.

Pregunta. Empecemos por el título del libro, eso no es amor. ¿Por qué es tan importante esta frase al hablar de feminicidios?

Respuesta. Lo que junta estas historias es que en todas las relaciones de pareja que tienen que doler, o tiene que haber sufrimiento de por medio, un daño que a veces se presenta como necesario, pero no lo es. No es amor que el hombre te siga o te llame insistentemente, que te diga que no estés con nadie más porque su amor es muy grande. Tampoco los celos son amor, pero los victimarios recurren a estas justificaciones y esas supuestas formas del amor romántico que duele, que se sufre, son totalmente contrarias al amor cuidadoso, solidario, en el que se reconoce la igualdad entre los dos. Con este título estamos mandando una señal importante a los lectores y a las lectoras de que el amor no es eso.

P. En la introducción cuenta cómo encontró los casos y hubo un poco de azar, pero resultó que cada uno representa un feminicidio con características propias. ¿Cómo explica esto?

R. Digamos que fue el azar, unos casos los busqué porque me parecían fundamental que estuvieran, pero lo que sucedió con este azar es que muestra lo sistemáticos que son los casos de feminicidio, no son hechos extraordinarios. Todo lo contrario, se han vuelto muy, muy ordinarios, pasan todo el tiempo y están mucho más cerca de lo que nos imaginamos. Fui encontrando los casos porque una amiga conocía a una amiga, o la trabajadora doméstica, o su hermana, siempre había una relación cercana de por medio y dentro de nuestro entorno.

P. El libro muestra las formas en que matan a estas mujeres, se les arranca el pelo, se les cortan los senos o se les dispara en el rostro, entre otras. ¿Por qué atacar las características femeninas?

R. Las formas de violencia como se expresan en los cuerpos de las mujeres víctimas de femicidio son muy crueles, son de unas violencias extremas, ahí es donde se ve la guerra contra la mujer, porque son métodos de guerra, por ejemplo, en el primer caso, el descuartizamiento de Teresita. Lo que pasa es que se intenta eliminar por completo los rasgos característicos de ser mujer. El victimario prefiere pasar el resto de su vida en la cárcel a verla viva.

P. Hablemos de una frase del libro: “Nunca seremos perfectas y por eso nos matan”.

R. Se espera que cumplamos con unas expectativas del mundo social. En el caso de Claudia Gómez, por ejemplo, ella tuvo once hijos, fue la mamá entregada, perfecta, pero le gustaba salir y le gustaba ir a conciertos. Le gustaba la rumba. ¿Cómo así que una mujer que era mamá y trabajadora también quería pasarla bien? Nunca va a estar bien, nunca es suficiente. Con lo que sea que hagamos o no hagamos nunca vamos a cumplir con las expectativas que tiene la sociedad sobre nosotras.

P. Otra frase del libro es que “los estereotipos de mujeres violentadas deben confrontarse”.

R. Este es un tema que me pareció importantísimo en el libro y los casos lo muestran. Los estereotipos terminan apoderándose de las mujeres. El de María del Rosario, de ser la mujer fuerte, la mujer feminista, estudiada, trabajadora, súper independiente, cabeza de familia, la lleva al silencio y a la vergüenza, y eso no debe ser así, yo puedo ser la súper mujer y ser víctima de violencia. María del Rosario ni siquiera fue capaz de contarles a sus amigos lo que le pasaba.

Otro estereotipo que me sacudió mucho fue el de Nazly Johana, la trabajadora sexual. Uno tiene un imaginario tremendo, lleno de prejuicios sobre cómo es la familia de una trabajadora sexual y no hay familia más amorosa que la de Nazly, no hay familia más cuidadora, súper presente, una familia donde sus hermanos y sus hermanas estudiarons sus carreras profesionales. Este estereotipo también debe confrontarse en el sistema judicial, porque se cree que como era trabajadora sexual era normal que la mataran y resulta que no, no podemos justificar los feminicidios a las trabajadoras sexuales por su oficio.

P. La última frase que me gustaría comentar es “la vergüenza debe cambiar de campo”.

R. Si uno ve la representación de las víctimas de violencia de género siempre hay una representación mediática que revictimiza y vergonzosa. En el caso de Valentina Trespalacios me marcaron muchísimo las fotos utilizadas en todos los medios de comunicación. Son las fotos más sugerentes, donde ella está con escote, súper sexy. Quieren representar a la víctima súper sexualizada, porque existe la necesidad de sexualizar a una víctima de feminicidio porque detrás está la justificación. Se construye una narrativa en que la víctima tiene que sentir vergüenza para crear la imagen de víctima del victimario. Con Angelo Lamarca, por ejemplo, la pareja de Teresita, hicieron una representación de una mujer sin vergüenza, como así que no le da vergüenza haber tenido novios, verse con hombres amigos, tomar trago, ser dueña de su tienda, ser una mujer fuerte.

P. Después del trabajo para este libro, ¿cuál es su conclusión sobre por qué existe el feminicidio?

R. La desigualdad en el sistema patriarcal en el que las mujeres no somos reconocidas como iguales. Otra conclusión es que el monopolio de la violencia lo tiene los hombres, por eso vivimos en guerras atroces en este momento, no es gratis que sean que los grandes líderes mundiales hombres quienes declaran la guerra. Trump, Putin, Netanyahu…

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