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Los últimos veteranos colombianos de la Guerra de Corea: “La violencia se queda en la cabeza, así hayamos olvidado muchas cosas”

El último conflicto internacional en el que ha participado el Ejército de Colombia cumple 75 años. Los excombatientes lamentan el reducido apoyo que recibieron del Estado para regresar a la vida civil

Pedro Vergara, veterano del Batallón Colombia en la Guerra de Corea, en Bogotá, el 19 de junio.
Diego Stacey

Pedro Vergara aún recuerda con detalle el sentimiento de adrenalina que produce la guerra. Como soldado enfermero del Batallón Colombia, la unidad militar que peleó en la Guerra de Corea, estaba encargado de sacar a los heridos del campo de batalla, darles primeros auxilios y también de combatir. Muchos momentos lo marcaron, como la vez que tuvo que recoger el ojo de un compañero suyo, que le colgaba de la cavidad tras un bombardeo; o cuando él mismo fue herido en una pierna por una esquirla de una granada de mortero. “Todo era una aventura, cuando uno se enlista no sabe el peligro al que se va a exponer. Es allá, en el frente, donde uno se da cuenta realmente de las consecuencias”, cuenta Vergara, ahora de 94 años, en su casa en Chía, al norte de Bogotá. Este miércoles se cumplen 75 años del inicio de ese conflicto, la última contienda internacional en el que ha participado el Ejército colombiano.

De los más de 5.000 protagonistas colombianos de esa guerra, aquellos veteranos que cruzaron el Pacífico como jóvenes soldados con la tarea de combatir la invasión norcoreana al sur —apoyada por China y la Unión Soviética y lanzada el 25 de junio de 1950— quedan con vida entre 150 y 200, según un conteo de la Asociación Colombiana de Veteranos de la Guerra de Corea (Ascove). Vergara, ex secretario general de la entidad, es uno de esos pocos. Recuerda que aterrizó en este conflicto como un voluntario y sin experiencia militar. “Yo tenía 20 años cuando fui a Corea. No me interesaba el asunto político. Fui, como se dice, con los ojos cerrados”, sostiene. Cuando llegaron a Corea, les preguntaron en qué se querían especializar. “Algunos escogieron manejar ametralladoras o cañones. Yo me quedé callado hasta que mencionaron que les hacía falta enfermeros. Así fue que me volví uno”, cuenta.

Fotografías de Pedro Vergara durante su estancia en Corea.

La prueba más importante para el Batallón Colombia, que envió el Gobierno del conservador Laureano Gómez ante la petición de Estados Unidos y la ONU, llegó en marzo de 1953, durante la batalla de Old Baldy. Las tropas chinas buscaban conquistar el cerro fronterizo entre ambas Coreas con el fin de mejorar sus posiciones ante una futura negociación. Pedro Jiménez, veterano de 92 años, afirma que allí él se salvó “de milagro”. Tras varios días de bombardeos que debilitaron gravemente las defensas colombianas, los soldados asiáticos llevaron a cabo el temido asalto. “Unos tres soldados nos alcanzamos a esconder en el búnker. Estaba todo muy oscuro, pero pudimos ver a varios soldados chinos entrar. Ellos, menos mal, no vieron que estábamos allí, porque nos hubieran barrido”, relata.

Jiménez, que fue a la guerra con 18 años, estaba en la compañía de los fusileros y manejaba un lanzador de bengalas para que sus compañeros pudieran ver dónde se encontraba el enemigo. Esos días en Old Baldy los recuerda como un caos. “Algunos se los llevaron como prisioneros y no volvimos a saber más de ellos. A muchos otros los mataron”, explica en su casa en Bogotá. En la guerra murieron 145 colombianos y otros 69 fueron dados por desaparecidos, según las cifras de la embajada coreana en Colombia. De esa batalla con tan alto coste humano para ambos bandos, reflexiona, “no hubo ningún ganador”.

Pedro Jiménez, veterano del Batallón Colombia, en Bogotá, posa en su casa en Bogotá.

Entre los heridos estuvo Vergara, que fue impactado en una pierna por una metralla. “Me llevaron en helicóptero hasta la ciudad de Daegu. Me operó una médica y creo que no me puso la suficiente anestesia. Solo hablaba inglés, entonces yo le decía ‘pain’, pero le importó cinco”, cuenta ahora entre risas. La guerra acabó con una suspensión de las hostilidades —no con un tratado de paz— acordada entre Estados Unidos y Corea del Norte en julio de 1953 y se trazó la división de las dos Coreas en la línea invisible conocida como el Paralelo 38. Muchos colombianos regresaron pocas semanas después, otros durarían hasta un año más antes de volver a casa.

Volver a la vida civil

Los dos veteranos entrevistados se retiraron del Ejército una vez llegaron a Colombia. Aunque a ambos les ofrecieron altos cargos en las Fuerzas Militares, ninguno quería seguir. Jiménez niega haber sufrido secuelas mentales tras la guerra. “Alguna vez una psicóloga me preguntó que si experimentaba alucinaciones o cosas por el estilo. Pero nada de eso, bendito sea mi Dios”, asegura.

No fue esa la regla. Muchos veteranos sufrieron de estrés postraumático y acabaron en hospitales psiquiátricos. Para Vergara, ha significado una lucha que no acaba todavía: “Fueron dos años de desesperación, de no dormir. Cuando me acostaba y venía el sueño, comenzaba a oír los tiros. La violencia se le queda a uno en la cabeza, así hayamos olvidado muchas cosas”. Su hija, Lina, detalla otras secuelas: “Sigue sin poder ver películas violentas donde haya pistolas, por ejemplo. Tampoco ve los noticieros”.

Volver a la vida civil fue otro reto enorme. Los dos veteranos coincidieron unos meses en la Contraloría General, cuando el órgano lo dirigía Alberto Ruiz Novoa, el general que comandó al Batallón Colombia. Después, cada uno tomó un camino diferente. Jiménez entró como mecánico a la multinacional General Electric y se mudó a Estados Unidos con su familia, en donde se radicó durante 25 años. “Volví porque no me gusta cómo tratan a los ancianos allá. Prefiero estar en mi tierra donde lo tengo todo”, explica. Desde 2001 recibe una pensión de dos salarios mínimos (hoy, casi 3 millones de pesos o unos 700 dólares), producto de una ley que aprobó entonces el Congreso para ayudar, casi 50 años después, a aquellos veteranos que estuvieran “en la indigencia” o que no se encontrasen trabajando.

Algunas medallas y parte del uniforme militar que  Pedro Vergara (95), veterano del Batallón Colombia en la guerra de Corea, conserva en su casa en Bogotá. Junio 19 de 2025. 

Vergara, en ese entonces secretario general de Ascove, no se incluyó en la lista que les pidió el Gobierno y se quedó sin pensión. “Fui un bruto y me quedé sin nada. Eso sin contar que cuando regresamos a Colombia no tuvimos la adecuada atención del Estado”. Más allá de algunos discursos triunfales de los presidentes en la década de los cincuenta, no hubo ningún apoyo para la reinserción de estos soldados, de los cuales muchos habían cumplido apenas la veintena. “Volver a ser civil en esas condiciones es muy difícil”, sentencia. Aun así, pudo trabajar en varias compañías, hasta que fundó la suya, en asesorías empresariales, y conformó un capital cómodo para su retiro.

El veterano ha regresado a Corea del Sur en dos ocasiones desde la guerra. En esos viajes, en los que fue recibido junto con otros compañeros como héroe, no reconoció ese Seúl que recordaba de mediados del siglo XX. “Era una ciudad muy diferente y grande. Ya no estaba destruida por los bombardeos y era muy moderna. Me marcó ver tantos árboles en muchas partes”, apunta. Jiménez, por su parte, no ha podido hacer ese viaje, pero quiere hacerlo pronto, tal vez en algún aniversario de ese conflicto que, aunque marcó a millones, es designado por muchos libros de historia como “la guerra olvidada”.

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Sobre la firma

Diego Stacey
Periodista de la sección Internacional. Anteriormente trabajó en 'El Tiempo', en Colombia. Es licenciado en Comunicación Social por la Universidad Javeriana de Bogotá y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.
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