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Colombia estrena reforma laboral con la tasa de desempleo más baja en una década

El promedio de desocupación en el país, sin embargo, está por encima de la media latinoamericana

Trabajadores de una fábrica de jeans, en Cúcuta, Colombia.
Camilo Sánchez

Al presidente Gustavo Petro le faltaba un buen dato macroeconómico para sumarle a sus victorias legislativas, especialmente la aprobación de la reforma laboral, y bajarle la temperatura al ambiente político en Colombia. Ese registro afloró en mayo: el país se apuntó en abril la tasa de desempleo más baja en una década, con 8,8%, 1,8 puntos menos frente al mismo mes de 2024. Acto seguido el Ejecutivo aprovechó la noticia para celebrar y adjudicarse el logro. Pero la ANDI, el mayor gremio de industriales, matizó: el 74% de los nuevos puestos de trabajo corresponden a colombianos autoempleados. Es decir, ciudadanos que se ganan la vida del “rebusque” o en el terreno de la informalidad.

Realidades opuestas e incómodas de una economía marcada por lo que los analistas llaman “señales mixtas”. Por eso, el experto del Banco de la República Leonardo Bonilla propone abrir el angular para leer las cifras oficiales: “La tasa de desempleo de Colombia ha sido alta en comparación con la de otros países de la región. Con datos armonizados del Banco Mundial, el país está al menos tres puntos porcentuales por arriba del promedio de Latinoamérica y el Caribe”.

Una mirada a las tripas de la tasa de desempleo muestra que el mercado laboral ha acumulado múltiples disfunciones. Ahora la recién aprobada reforma del Ejecutivo busca corregirlas. Bonilla las resume así: los costos laborales y los impuestos a la nómina son altos, la contratación es inflexible, el salario mínimo es alto en comparación con el sueldo mediano. Además, Colombia tiene una alta tasa de participación laboral, lo que también aumenta el desempleo.

Dicho de una forma corta: el 8,8% es una noticia aceptable, pero visto con perspectiva sigue siendo un número alto. Peor aún: la tasa de informalidad, que tras la pandemia había aflojado, ha mostrado síntomas de repunte en más o menos 0,9 puntos porcentuales en los últimos boletines de la agencia oficial de estadística. Para abril, el 55% de los trabajadores se concentraban en este segmento, en buena medida sumergido, y que no aporta al sistema de seguridad social. Es un enjambre enorme de trabajadores, unos 12,8 millones que, en general, carecen de escudo social en salud o pensiones.

¿Qué otros factores explican esta reducción en el desempleo? “Si me hubieran preguntado hace un mes, habría dicho que la tasa se iba a mantener en un nivel constante. Así es que el dato me sorprendió y todavía no tenemos todos los elementos para entender la situación”, resume el economista y académico Jaime Tenjo. Y añade: “La única herramienta sólida a la mano es que el crecimiento de la economía se aceleró un poco en los últimos meses”.

Ahora se trata de poner atención sobre la calidad de esos miles de nuevos puestos de trabajo que se están creando. Se sabe que por sectores el comercio y alojamiento han sido los que más han aportado, con 1,14 puntos del total. Le siguen en contribución los renglones agropecuarios, transporte y comunicaciones, manufacturas, construcción, y administración pública. “La preocupación es la tendencia. Hay que hacerle seguimiento este año para ver si la generación de tantos empleos por cuenta propia se termina reflejando en un aumento definitivo del empleo informal”, advierte el economista de la Universidad Javeriana, Adrián Garlati.

Mucho se ha debatido sobre el impacto para este año del aumento decretado del 9,54% al salario mínimo. Investigaciones del Banco de la República han desgranado el asunto y todo indica que sí puede levantar ciertas barreras para el trabajo formal. Con la nueva reglamentación de la reforma laboral, que modifica los horarios o aumenta los recargos nocturnos, también se han hecho estimaciones desde diversos gremios privados para presagiar la destrucción de miles de trabajos debido al incremento en los costos.

“Hay que verlo con cuidado”, zanja el profesor Tenjo, “si la economía sigue creciendo, algunos de esos costos se pueden absorber fácilmente. Además, no afecta igual a todos. Las pequeñas y medianas empresas, que constituyen casi la totalidad del tejido empresarial colombiano y generan el 79% del empleo, sí tendrán que hacer más esfuerzos porque el costo del trabajo para ellos representa un porcentaje mayor”. Se trata de otro síntoma, sumado a la informalidad, en un mercado con varias falencias que parecen crónicas: el denominado enanismo empresarial.

Para ver con más claridad la foto es útil tomar los componentes de agricultura y comercio, dos de los grandes motores generadores de empleo: “Son actividades, sobre todo el agro, que varían mucho de acuerdo a la estación. Las personas trabajan en su producción pero sin posibilidad de cotizar de manera estable. Uno también podría pensar en una panadería, negocios limitados en ciudades chiquitas o intermedias, con empleadores muy pequeños que son muy difíciles de monitorear para ver si cumplen con las normas. Son casos donde la formalización es remota”.

A la espera de que el nuevo pacto laboral que regirá la vida de los trabajadores colombianos entre en vigor, hay un último punto que inquieta a los analistas: el desempleo juvenil. A pesar de que en el más reciente informe oficial la tasa bajó 3,2 puntos hasta situarse en 16% interanual, al igual que en otros renglones, sigue siendo muy elevada. Colombia, además, es uno de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con mayor número de ninis, jóvenes que ni estudian ni trabajan por falta de empleo y de cupo universitario.

El porcentaje de estas personas en 2024 en las siete principales ciudades fue del 17,2%. Una realidad que genera profundas dudas en el corazón de la sociedad colombiana: “Es un reflejo de las condiciones de desigualdad, la pobreza y deficiencias en el sistema educativo”, concluye Bonilla.

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Sobre la firma

Camilo Sánchez
Es periodista especializado en economía en la oficina de EL PAÍS en Bogotá.
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