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Asamblea Constituyente
Columna
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Digamos que Petro hace la Constituyente

El ministro de Justicia, Eduardo Montealegre, no ha sido capaz de aventurar un solo asunto real y urgente para explicar por qué es necesaria una Asamblea Constituyente. El único objetivo es convertir al presidente en una especie de emperador

El ministro de Justica de Colombia, Eduardo Montealegre.
Juan Pablo Calvás

Digamos que usted lleva varios años en una relación con una pareja que a veces se muestra amable y amorosa. Y digamos que esa pareja de repente empieza a endulzarle el oído diciendo que muy pronto hará algo que llevará a que la relación sea aún más espectacular de lo que ya ha sido.

Digamos que su pareja a veces se comporta como un o una desconocido/desconocida y, a pesar del cariño que normalmente le prodiga y sus constantes palabras de amor, empieza a maltratarle, a llevarle la contraria sin sentido, a salir y entablar amistad con personas que a usted le han hecho daño y a negar hechos que usted sabe ha cometido, pero que intenta encubrir con elocuentes mentiras.

Digamos que llega el día en que esa pareja le dice que ha llegado el anhelado momento. Que ya es hora de dar el paso para que ahora todo sea mejor entre los dos. Y digamos que, cuando usted le invita a explicarle en qué consiste tal cambio, la respuesta es que desde ahora ambos harán únicamente las cosas que él o ella diga porque él o ella son la única persona capaz de resolver todos los problemas por el bien de los dos. Que usted simplemente debe dejarse llevar. Que él o ella lo harán todo por que existe una causa suprema y él o ella siempre la pondrán por delante de todo.

¿Usted aceptaría? ¿Se dejaría llevar a un acuerdo misterioso y sublime sobre el cual usted no tendrá mayor control que el de aceptar sí o sí lo que su pareja proponga?

Esencialmente ese es el dilema que quedó en evidencia esta semana tras el debate entre el ministro de Justicia, Eduardo Montealegre, y el profesor Mauricio Gaona, constitucionalista de muchos kilates, cuando este último le preguntó al ministro para qué quería Petro sacar adelante una Asamblea Constituyente.

Montealegre pudo haber dicho lo que muchos colombianos esperábamos de un Gobierno que se presenta como el más generoso con los colombianos y el que únicamente busca el bien común. Pudo decir que acabar con la semi inútil Procuraduría; que ponerle punto final a las muy clientelistas Corporaciones Autónomas Regionales; que reducir el salario de los congresistas; o que eliminar el rol electoral que termina politizando la justicia. Pero no. Montealegre no fue capaz de aventurar un solo asunto real y urgente porque ni él, ni su jefe, el presidente Petro tienen eso en la mira. Cambiar la Constitución para ellos no tiene como objetivo hacer del colombiano un Estado más eficiente y menos corrupto. Eso no está en sus cálculos. Ellos solo quieren cambiar la Constitución para convertir al presidente de la República en una especie de emperadorzuelo omnipotente e incuestionable, capaz de hacer las leyes que se le den la gana, sin control alguno, porque eso es lo único que se les pasa por la cabeza. O tal vez lo único para lo que la cabeza les da.

Ellos son esa pareja que no quiere tener a nadie que les lleve la contraria. Ellos son esa pareja que está en una relación, pero que se sienten con el poder y la autoridad para maltratar al otro todo lo que se les dé la gana porque alguien les hizo creer que son mejores que los demás. Sin embargo, viven en la mentira. La mentira de quienes aceptan y cohonestan con sus amigos delincuentes. La mentira de aceptar el chantaje de otros para no perder ese supuesto poder que creen eterno.

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