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Wilson Castañeda, activista: “Los colombianos hemos dado el permiso para despreciar a la población LGBT”

El director de Caribe Afirmativo advierte que las primeras cifras del 2025 parecen indicar que los asesinatos de personas LGBT se han triplicado. “Nuestras muertes no le importan a nadie”, afirma

Wilson Castañeda
Lucas Reynoso

El asesinato de Sara Millerey, una mujer trans de Bello (Antioquia), conmocionó a Colombia a principios de abril. Sus vecinos la grabaron mientras se ahogaba en una quebrada, incapaz de nadar porque le habían fracturado sus piernas, brazos y manos. Unas semanas después, el cuerpo de un biólogo italiano fue hallado desmembrado en Santa Marta. Con los días, se supo que fue torturado y asesinado tras concretar un encuentro con un hombre a través de una aplicación de citas. Ambos casos visibilizaron una ola de violencia homicida contra la población LGBT: la oenegé Caribe Afirmativo contabiliza 38 casos en el primer cuatrimestre, más del triple que en años anteriores.

El activista y filósofo Wilson Castañeda (Rionegro, Antioquia, 48 años) es una de las personas que sigue más de cerca los crímenes contra la población LGBT en Colombia. Director de Caribe Afirmativo, presentó el viernes el informe Con permiso para despreciar, que aborda los patrones de violencia de 2024: una persona LGBT fue asesinada cada dos días, solo un 6,5% de los casos de homicidio superó las etapas preliminares en la justicia, los delitos sexuales contra mujeres lesbianas y bisexuales se desbordaron. Castañeda enfatiza que todo esto ha sido posible con la complicidad de la sociedad colombiana. “Los casos de violencia no le dicen nada a este país, ya nadie habla de Sara Millerey”, afirma.

Pregunta. ¿Están aumentando los homicidios entre la población LGBT?

Respuesta. En nuestros conteos preliminares, tenemos 38 casos entre enero y abril. Es más de tres veces lo que solemos registrar: el año con más casos en el primer cuatrimestre hasta ahora era el 2022, con 12. Pero hay que ser cautos. Nosotros solemos cotejar los datos con la Fiscalía al final del año y los números suelen aumentar. Puede que este año la gente esté denunciado más con nosotros y que simplemente tengamos más información en tiempo real. Quizá al final de año la diferencia de nuestro conteo con el de la Fiscalía sea menor a la habitual. O puede que realmente estemos viviendo un año más violento.

P. ¿Cómo se explica este incremento?

R. Tenemos tres preocupaciones. La primera es que los reportes preliminares de la Fiscalía dicen que está relacionado con un montón de prácticas delictivas que están en aumento en el país: el microtráfico, el control territorial de las bandas criminales, las economías ilegales. La segunda es que en los últimos años el Estado ha generado herramientas para responder a la violencia contra personas LGBT [como fiscales especializados], pero igual los números no descienden. La tercera es que algunos países, como Argentina y Estados Unidos, están mandando mensajes de que las agendas LGBT no tienen sentido. Eso permea en Colombia, que ya ha naturalizado que las personas LGBT estén sometidas a la precariedad. Los casos de violencia no le dicen nada a este país, ya nadie habla de Sara Millerey.

Altar en honor a la vida de Sara Millerey, hecho por su madre y sus familiares, en Bello (Antioquia).

P. ¿Cómo se sabe que los homicidios están vinculados a la orientación sexual o identidad de género y no a otros factores?

R. Ese es un argumento que la Policía ha vuelto a relucir en estos días. Dicen que casi todas las víctimas LGBT tenían antecedentes penales: capturas previas, microtráfico, porte ilegal de armas. Entonces deducen que las mataron por los antecedentes y no por ser LGBT. Pero eso es una lectura muy corta. Puede que el contexto social no les dejara otra opción para vivir que involucrarse en estas actividades.

P. ¿Cuál sería un ejemplo de estos casos?

R. Hace unos años mataron a nueve mujeres trans en Caucasia. Nos llamó la atención que todas tenían antecedentes de tráfico de drogas. Cuando fuimos al pueblo, nos explicaron que la banda local había decidido distribuir su mercancía en peluquerías y que la mayoría de las peluqueras eran trans. Entonces la Policía llegaba, encontraba droga en las peluquerías e inculpaba a las mujeres trans. No leían lo que había detrás: que ellas estaban forzadas a guardar la mercancía o a irse desplazadas.

P. ¿Y los homicidios que suceden a través de aplicaciones de citas como Grindr?

R. Hay un imaginario de que los hombres homosexuales tienen un mayor poder adquisitivo y que suelen vivir solos. También de que son muy fáciles de acceder a la hora de buscar sexo. Entonces algunos delincuentes deciden acercarse a ellos cuando estudian los perfiles de posibles víctimas [a las que robar]. Y luego está la Policía, que no tiene formación en temas LGBT y replican prejuicios. Cuando entran a la escena del crimen y ven preservativos y semen al lado del cadáver, dicen: “Ah, es un homosexual que buscó a alguien para tener sexo y seguro lo obligó. El otro se molestó y le pegó y lo mató”. Eso pormenoriza el crimen, hace que la víctima pase a ser presuntamente responsable de lo que le pasó.

P. Más allá de los crímenes de odio, ¿los delincuentes ven a las víctimas LGBT cómo blancos más fáciles?

R. Cuando se les pregunta a los victimarios por qué hicieron lo que hicieron, algunos responden: “Yo no soy transfóbico, no soy homofóbico, no los odio. Pero sí los veo más susceptibles a mi práctica delictiva porque no les importan a la sociedad. Nadie los va a defender, nadie los va a preguntar, nadie los va a buscar”.

P. Esa indiferencia social es la razón por la cual el informe que presentaron sobre violencia contra población LGBT en 2024 se titula Con permiso para despreciar...

R. Nosotros [los colombianos] hemos dado el permiso para que esto pase. Para despreciar, que es negar la existencia del otro, ser incapaz de vivir con él y negarse a compartir. Si seguimos en este ritmo, vamos a mandar el mensaje de que esta es una sociedad que quiere salir adelante sin los LGBT.

P. Por otro lado, Colombia ha avanzado mucho en derechos LGBT en los últimos años...

R. Sí, hoy es un mejor país para las personas LGBT que hace 20 años. La gente sale a la calle tomada de la mano, hay cargos públicos que son LGBT. Y hoy presentamos el informe y estaban la defensora del Pueblo, varios representantes de ministerios, algunos embajadores. Eso significa que el Estado nos escucha. Pero el problema es que el Estado ha avanzado más que la sociedad. Hay que invertir más en cultura ciudadana, llegar a los territorios donde ocurre la violencia, al barrio donde mataron a Sara Millerey, a los vecinos que la vieron sufriendo y no hicieron nada.

P. Volviendo a este año, llama la atención que 20 de los 38 homicidios del primer cuatrimestre fueron en Antioquia. ¿Cómo se explica esto?

R. Antioquia suele ocupar el segundo lugar después del Valle del Cauca, pero este año extrañamente ha pasado a liderar el listado. Creo que hay varias explicaciones posibles. Una de ellas es que está siendo gobernada por un sector que cree que los derechos LGBT son una agenda de la izquierda, por un gobernador que ha eliminado programas LGBT y dejado en claro que no es un tema central para él. Por otro lado, en Antioquia se agudiza el fenómeno de las bandas criminales. La Defensoría ha advertido que Los Pachelly tienen a las personas LGBT como objetivo. En Antioquia, las bandas criminales tienen una concepción moral de su trabajo, que se vincula con una cultura antioqueña que le da mucha fuerza a los valores familiares y genera un imaginario erróneo de que las personas LGBT son un riesgo.

P. Entonces, ¿influye el conservadurismo de Antioquia?

R. No, Colombia en general es un país conservador. Hay sectores más conservadores que otros y Antioquia siempre encabeza, pero creo que ese es el factor más débil. Lo que pasa es que en Antioquia es más fuerte el poder de las bandas criminales, que se cruza con la ausencia del Estado y con que ejerzan un control moral, no solo territorial.

P. ¿Puede haber sub-registros en otras regiones del país?

R. Sí. En Antioquia y el Valle del Cauca hay altos niveles de activismo LGBT y de visibilidad. Eso no lo encuentras en la Amazonía o en los Santanderes, donde muchas cosas no se conocen. Pero, por otro lado, en Bogotá también hay mucho activismo y no tenemos las cifras que vemos en Antioquia. Entonces creo que el sub-registro en otras regiones puede ser un factor importante para que Antioquia lidere el listado, pero no el determinante.

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Sobre la firma

Lucas Reynoso
Es periodista de EL PAÍS en la redacción de Bogotá.
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