¿A qué juega el presidente del Senado?
Efraín Cepeda pareciera ser el más interesado en evitar que se apruebe la consulta popular propuesta por el Gobierno


Llegó la semana en que el Senado de la República tendrá que decidir si da o no luz verde a la consulta popular que promueve el presidente Gustavo Petro. Esa misma que le ha dado un respiro al mandatario luego de largas semanas de cifras negativas para su Gobierno. La misma consulta que una persona cualquiera jamás podría votar negativamente, pues las preguntas tal y como están formuladas solo obtendrían negativas de esclavistas, explotadores o empresarios salidos de finales del siglo XIX. Llegó la semana en que el Senado tendrá que hacer con seriedad lo que por mediocre no fue capaz de hacer la Comisión Séptima de esa misma corporación al evitar el debate de los artículos de la reforma laboral, prefiriendo un archivo inmediato, sin siquiera permitir el sano contraste de ideas.
Llegó el momento para que el Senado y sus integrantes demuestren que los eligieron no para sacar el cuerpo a discusiones serias sobre el país y el futuro de sus habitantes, sino para que con argumentos sólidos e ideas claras expongan el porqué de sus posiciones y sus decisiones. Llegó el momento para que nos muestren que no es con frases de cajón y preconceptos que se sacan adelante o se hunden las propuestas que llegan a sus manos. Llegó el momento para que quienes quieren hundir la consulta digan punto por punto por qué resulta inconveniente y que acompañen su respuesta con ejemplos, cálculos y proyecciones reales, no cálculos de servilleta, ni un genérico “los gremios dicen”. Llegó el momento para que los congresistas, todos ellos, demuestren que al menos una vez no se están ganando sus millones por no hacer nada, sino que, ante el momento crucial del país, su decisión no es un acto de histeria colectiva, sino un voto realmente razonado.
De ahí que me pregunte: ¿a qué juega el presidente del Senado? El legendario Efraín Cepeda, quien hace poco ajustó 34 años como senador de la República. Y me pregunto a qué juega porque tanto en sus intervenciones públicas, como en la carta abierta a los miembros del Senado, pareciera ser el más interesado en evitar que se apruebe la consulta popular.
Cuando se le indaga puntualmente sobre las preguntas de esta, no duda en señalar que varios de esos puntos son reformas necesarias y útiles para los colombianos, aunque a renglón seguido destaca los inconvenientes que dichas reformas podrían traer para las empresas. Es casi como en la pregunta de marras: ¿a quién quieres más a tu mamá o a tu papá? Aquí Colombia se enfrenta a la disyuntiva: ¿trabajo digno o desempleo? ¿Soñar con lo primero está mal? ¿Alertar sobre lo segundo es un delito?
Partiendo de esa base, el presidente del Senado hace bien en recordarle a los demás senadores que deben de ejercer un voto libre de presiones. Pero eso aplica para las presiones de Casa de Nariño como a las que se puedan ejercer desde la mesa directiva de Senado, donde algunos ya han anticipado el intento de sabotear las sesiones que se han de desarrollar esta semana para debatir y decidir sobre la pertinencia de adelantar la consulta.
¿Qué sabrá Cepeda de horas extras nocturnas y dominicales? ¿De ser aprendiz del SENA? ¿O de crear empresa, si lleva casi 35 años en el Congreso? En casos como ese, el papa Francisco acertaba al querer alejarse de aquellos católicos encumbrados y perfumados, como Cepeda, que rezan y rezan, pero son incapaces de una mínima empatía hacia las penas de quienes están por debajo de ellos. Ser senador es un privilegio, pero conlleva una responsabilidad. Si el argumento de Cepeda es tan poderoso, que lo publicite en la calle. Que le haga eco. Si ha llegado nueve veces a ser elegido senador, seguro sabe como convencer a los colombianos para votar correctamente en una consulta popular.
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