Omar Ángel Pérez, de Faith in Action: “El sueño americano es un espejismo desde hace años”
La red que reúne a las congregaciones de diferentes cultos de todo el país organiza a la comunidad migrante para hacer frente al acoso de la Administración Trump


Como indígena zapoteco, originario del Estado mexicano de Oaxaca, Omar Ángel Pérez (48 años) conoce la discriminación y el racismo que sufren los migrantes en Estados Unidos, país al que emigró hace dos décadas. Su propia experiencia le inspiró para dedicarse profesionalmente a la lucha por los derechos de otros como él. Desde su puesto como director del programa de justicia para la inmigración de Faith in Action, una red que engloba congregaciones de distintos credos por todo el país —principalmente cristianas, pero también, judía y musulmana— y que tiene filiales en Centroamérica y África, denuncia cómo las dos presidencias de Donald Trump han impulsado el racismo, la brutalidad de los ataques contra los migrantes y cómo las comunidades religiosas se organizan para enfrentarlo.
Pregunta. ¿Qué relación existe entre la fe y la inmigración?
Respuesta. Las diversas versiones teológicas y escrituras sagradas tienen un elemento que habla de la inmigración. Desde una perspectiva teológica hay una enseñanza a estar con los desprotegidos y hay un llamado a proteger a aquel que viaja, aquel que migra. Cuando hacemos nuestro trabajo más que tomar una postura política, lo que hacemos es adoptar una postura moral.
P. ¿Cómo es la colaboración entre las diferentes religiones en temas migratorios? ¿Hay un discurso uniforme?
R. Las condiciones políticas sobre migración en el país han cambiado bastante en los últimos 20 años y eso ha llevado a que haya casi una uniformidad en entender la necesidad de crear canales para que los migrantes puedan entrar al país. Son personas que buscan asilo, que vienen huyendo de diversos tipos de violencia en sus países. También hay un entendimiento de la aportación de la mano de obra migrante a la economía del país. Lo que vivimos durante el primer Gobierno de Trump y que se ha incrementado ahora es un ataque al tejido social de las comunidades, con consecuencias que van a sufrir todos. Las comunidades de fe lo entienden así cuando toman una postura y responden a ese llamado moral que tienen.
P. ¿Qué ha cambiado en su trabajo desde el 20 de enero, la investidura del republicano?
R. Hemos visto el incremento brutal de los ataques a la comunidad migrante en diversas formas, de manera directa, con la presencia de agentes de inmigración en nuestros barrios, en nuestras casas, y con la separación de familias. Estamos viendo cómo están raptando personas. Una vez que alguien es detenido, puede desaparecer fácilmente del sistema. El caso de Kilmar [Abrego García] es un muy buen ejemplo de ello. La Constitución le otorga derechos para permanecer en el país, pelear su caso y no ser expulsado. Sin embargo, fue deportado. Su esposa solo supo que estaba en una cárcel de El Salvador porque lo vio en una foto que salió en los medios. Hay cientos de casos así. El objetivo de hacer 3.000 detenciones por día es irrazonable. Está generando violaciones a todas las reglas que conocíamos antes del 20 de enero.
P. ¿Cómo está afectando que los lugares de culto hayan dejado de estar protegidos de las redadas?
R. El impacto inmediato es que hay una falta de presencia física de los feligreses y algunas diócesis han liberado a sus fieles de atender las misas. No hemos visto hasta ahora que los agentes de migración hayan entrado a las iglesias para hacer detenciones, pero sí han ocurrido justo cuando la gente está saliendo de ellos. En el anterior Gobierno de Trump sí llegaron a entrar a los centros de culto para hacer detenciones. Esto ha generado mucho miedo, pero a la vez los cultos de fe más importantes en el país han tomado una posición contundente para defender a la comunidad y sus espacios. El Papa hizo un llamado para que la Iglesia católica esté con los migrantes, y así lo hemos visto en las actuaciones de algunos obispos en Newark, en El Paso, en Miami... Eso es parte del trabajo que estamos haciendo dentro de Faith in Action.
P. ¿Puede decirme algún caso que ilustre el impacto que tiene Faith in Action en la comunidad migrante?
R. Bajo las condiciones actuales ha sido muy difícil, pero en los 10 últimos años sí hemos avanzado en algunos lugares. Nuestra base en Massachusetts fue parte de una campaña a través de la cual se logró obtener licencias de conducir para personas indocumentadas. En Arizona nuestra filial fue parte de otra que logró que estudiantes indocumentados no tuviesen que pagar la escolaridad como si no residieran en el Estado. En Washington DC, se logró pasar una acta santuario que prohibía la colaboración entre las autoridades locales y las migratorias para no compartir información de la base de datos de la agencia de registro de vehículos.
P. ¿Cree que ha crecido el racismo en el país?
R. Definitivamente. El resultado de las elecciones es un claro ejemplo de ello. Básicamente, el 50% de la población votó por Trump. Creo que por el incremento de la violencia en contra de los migrantes, hay sectores de la población que empiezan a cuestionar esas políticas, pero el racismo ha incrementado desde su primer Gobierno, que creó las bases y las condiciones para que eso sucediera.
P. ¿Cuáles son las creencias más extendidas y erróneas sobre la migración?
R. Se ha usado a los migrantes como un chivo expiatorio para culparles de lo bien o mal que esté la economía en el país. Hay un discurso, no solo nacionalista, sino racista, de que los migrantes vienen a destruir la sociedad blanca. No se detienen a ver la realidad, su contribución a la vida económica, social, cultural y política del país, y no solo de las comunidades latinas, sino de todas las comunidades migrantes. Cuando empezaron las redadas en California, los migrantes no se presentaban a trabajar en los campos de cultivo, y eso creó un nerviosismo tremendo en los propietarios porque no iba a haber mano de obra para la siguiente temporada. Lo mismo sucede en el área de la construcción.
P. Durante el primer mandato de Trump, algunas iglesias dieron cobijo a migrantes para que no fueran detenidos por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por las siglas en inglés). ¿Va a suceder de nuevo?
R. Hay congregaciones y líderes de fe que están dispuestos a hacerlo, asumiendo el riesgo y respondiendo a un llamado moral.
P. Muchos de los migrantes que están en los centros de detención, los que han separado de sus familias, los deportados… llegaron aquí buscando el sueño americano. ¿Es un espejismo?
R. Ha sido un espejismo por varios años y cada vez las condiciones son peores, sobre todo bajo esta Administración.
P. ¿Qué es necesario para hacer un sistema migratorio más justo y humano?
R. Hay que analizar el impacto económico y la contribución de las comunidades migrantes al país, darse cuenta de que la gran mayoría de las familias migrantes llevan décadas en el país y son parte integral de la sociedad. A partir de ahí, hay un camino para la regularización de migrantes indocumentados. El impacto en la sociedad, sobre todo el impacto económico, va a ser positivo, solo que no lo quieren hacer.
P. Los dos partidos principales de Estados Unidos llevan años intentando, infructuosamente, llegar a un acuerdo para reformar un sistema migratorio roto. ¿Hay voluntad política para alcanzarlo?
R. No hay voluntad política en este momento. Puede haber voluntad política de una de las partes, pero no de ambas. Estuvimos cerca hace años y hubo algunos avances, como la implementación de programas de protección temporal como DACA y el TPS, que son programas de estatus temporales. Hay ejemplos de lo que es posible y recomendable, solo que la voluntad política no ha estado ahí.
P. ¿Tiene esperanza para que mejore la situación en el futuro?
R. Mi esperanza es que vamos a seguir trabajando con nuestras comunidades, guiándonos por la fe, el compromiso y el llamado de líderes de fe prominentes, empezando por el Papa y los obispos de nuestra organización.
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