Isidro Pérez, el anciano pescador cubano que murió en un centro del ICE tras casi 60 años en Estados Unidos
El hombre, de 75 años, pasaba sus días en un parque de Miami y tenía un corazón frágil. Fue detenido por agentes migratorios el 5 de junio y falleció el 26 por causas aún por confirmar

A Isidro Pérez le gustaba pescar y se ganó la vida, mientras todavía tenía salud, reparando botes. Con 75 años, casi seis décadas en Estados Unidos y después de cuatro infartos y tres cateterismos, vivía en un bote anclado frente a un parque en Cayo Largo, al sur de Miami, y pasaba sus días sentado en un banco de un parque costero, cuenta su familia. Fue ahí donde lo detuvo el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). La semana pasada, menos de un mes después, Pérez murió bajo la custodia del ICE por causas aún por confirmar.
El 5 de junio los agentes del lCE detuvieron a Pérez y el día siguiente fue trasladado al Centro de Detención de Krome, en el suroeste de Miami. No está claro dónde pasó la noche del 5. La policía del condado Monroe no tiene registro del arresto.
Su expareja, María Adanéz, de 82 años, cuenta que estaba conduciendo por el Turnpike, el sistema de carreteras de Florida, como a una hora de su casa, cuando la llamó un exyerno para avisarle que Pérez había sido arrestado. Al día siguiente recibió una llamada de las autoridades pidiendo información sobre la salud de Pérez. “Les dije de los infartos, los tres cateterismos que le habían hecho”. Desde Krome, “un muchacho llamado Lázaro” le dio los minutos para que hablara con ella. “Me dijo que se estaba muriendo de frío porque estaba en un lugar que se llamaba ‘la nevera’ y había pedido una pastilla para el dolor”, cuenta Adanéz.
La volvió a llamar cinco días después: “Dijo que estaba durmiendo en el piso, que había pedido que lo llevaran a la enfermería pero que eran tantos que tenía que esperar”. En otra oportunidad le contó que no le habían dado las pastillas, y ella le insistió que tenía que pedir ayuda. “Luego no supe más nada de él”, explica la mujer.
De acuerdo con un comunicado del ICE, Pérez fue hospitalizado el 17 de junio y dado de alta el 25. Al día siguiente se quejó de nuevo de dolor y fue trasladado al hospital de Kendall, donde falleció.
Aunque no hay registro del arresto del 5 de junio, el ICE asegura que fue acusado de inadmisibilidad conforme a la Ley de Inmigración y Nacionalidad. Pérez tenía antecedentes criminales, pues había sido condenado en 1984 por posesión de marihuana con la intención de distribuir. Según documentos judiciales citados por el Miami Herald, fue condenado a 18 meses de prisión y dos años de libertad condicional.
Un caso que fue reabierto tras la llegada del presidente Ronald Reagan al poder, explica Adanéz, que conoció a Pérez cuando ella llegó de Nicaragua en 1979. En 1981 se mudaron a Cayo Largo, y vivieron como pareja durante siete años, aunque nunca se casaron porque ella era viuda y tenía varios hijos. “Se vería ridículo”, dice aún ahora Adanéz.

Cuando Pérez estuvo preso durante seis meses en Pensacola, en el extremo noroeste de Florida, Adanéz lo visitaba con sus hijos y desayunaban juntos. Ella cree que Pérez había sido condenado en parte por ir a buscar gente a Cuba cuando el éxodo del Mariel. “Él fue al Mariel a buscar gente, y por eso le echaron seis meses, por haber traído a las personas, y le quitaron el bote”, dice Adanéz, quien asegura que nunca más Pérez tuvo problemas con la justicia, que era muy querido en el barrio y la gente lo buscaba para que les reparara los botes.
“Pescábamos, a él gustaba la pesca. Teníamos una licencia a nombre mío, porque él no quería hacer su papeleo migratorio”. Le gustaba ir a los mercados cubanos donde vendían frutas y verduras. Nunca hubo drogas ni siquiera la mención de drogas en la casa, insiste Adanéz sobre el hombre que la ayudó a criar a sus hijos.
Pero la salud de Pérez fue decayendo desde hace unos 25 años, cuando le dio el primer infarto. También tenía dos operaciones de columna, una en el pie y padecía de osteoporosis. “Se fue encogiendo por la columna. Recientemente, se cayó y se quebró el hombro con la raíz de un árbol, y todavía le faltaba una consulta”, dijo Adanéz, quien asegura que aunque ya no eran pareja, mantuvieron siempre una estrecha relación. “Me llamaba tres veces al día”.
Ella le llevaba comida, le compró una cocinita y un radio de pilas, porque no había corriente en el bote. Uno de sus hijos le llevaba el gas. “Como vi que iba en decadencia, siempre lo ayudé”, dijo la mujer, “para que en el bote no le faltara nada”.
Pérez es la quinta persona que muere bajo custodia del ICE en lo que va de año en Florida, donde se lleva a cabo una de las ofensivas más grandes contra los inmigrantes en el país, impulsada por el gobernador republicano Ron DeSantis. La causa de la muerte está bajo investigación, han dicho las autoridades.
Grupos pro inmigrantes y de derechos humanos han expresado preocupación por la situación de hacinamiento en los centros de detención del sur de la Florida. La semana pasada, el congresista de Miami Carlos Giménez recorrió las instalaciones de Krome como parte de una visita de inspección del Congreso y dijo que las condiciones no eran deplorables ni inhumanas, si bien no era “el Ritz”. Giménez dijo que la mayoría de los detenidos habían llegado a Krome “debido a algún tipo de arresto, y luego fueron trasladados aquí”.
El 26 en la noche, Adanéz se durmió y no vio que la habían llamado a las 10 desde Krome. Por la mañana se enteró por la hija de Pérez que había muerto. Pérez tenía nietos, aunque no los veía porque “no salía a ningún lado, se pasaba en el banquito en el muelle”, dijo Adanéz.
Según la mujer, Pérez nunca pensó que tendría más problemas con la justicia, porque “nunca se metió con nadie”. “Dijo que cuando has sido juzgado una vez, no puedes ser juzgado dos veces. Pero ahora las leyes parece que han cambiado”, añade.
Adanéz no quiere hacer comentarios políticos porque viene de un país donde aprendió “a vivir con la ley bozal” y tiene miedo de dar una opinión que vaya a perjudicar a su familia. Ella y toda su familia son ciudadanos estadounidenses, pero ya no sabe ni siquiera si eso tenga validez: “Las leyes están cambiando y con lo que se oye, es mejor callarse”.
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