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Jon Rahm, campeón de la liga saudí de golf sin ganar un solo torneo

El de Barrika, más regular que nadie, logra el anillo del LIV sin conquistar una cita en todo el año y tras perder dos ‘playoffs’ seguidos

Rahm le pega con la madera en la última jornada del LIV Golf de Indianápolis.
Jordi Quixano

Jon Rahm se marcó un Alzamora. O, lo que es lo mismo, conquistó el circuito del LIV Golf sin vencer un solo torneo, tal y como hiciera Emilio Alzamora en 1999, cuando se llevó el Mundial de 125cc sin ganar una sola carrera para desespero del italiano Marco Melandri, que incluso en la última carrera, viendo que volvería a ser segundo su rival y que con eso le alcanzaría para llevarse el laurel, frenó para intentar sacarle de la carretera. No lo consiguió y nada celebró. Y aunque el golf no es un deporte donde se puedan sacar los codos, sí que se puede meter uno en la cabeza del otro. Eso es lo que hizo Rahm con el chileno Joaquín Niemann, el mejor del curso —ha festejado cinco torneos (Adelaida, Singapur, México, Virginia y Reino Unido)—, aunque no el más regular. Así, el bote gordo, el premio de 18 millones, fue para el de Barrika, que, en el oneroso y exclusivo The Club de Chatham Hills, situado en el corazón de Westfield (Indiana), costa norte de Indianápolis, agachó la cabeza porque por segundo torneo consecutivo perdió el playoff, el primero con Burmester (también lo disputó Josele Ballester) y esta vez con el colombiano Sebastián Muñoz. Aunque también levantó los brazos al revalidar la corona. Dos de dos.

A Rahm no le interesaban otras cábalas ni casuísticas que las que le ofreciese su golf, por más que compartiera partida con Niemann, además de David Puig. A ambos les separaban unos pocos puntos, pero al de Barrika no le preocupaba la tabla final, sino el torneo en Indianápolis, tratar de agitar la tarjeta con un saco de birdies que le dieran la posibilidad de vencer. Algo complicado porque Dustin Johnson —ganador del primer LIV, hace tres cursos— y Sebastián Muñoz le sacaban tres golpes y el campo era de lo más amable. Calles amplias y, sobre todo, greens receptivos y sin demasiadas caídas que permitía atacarlos con líneas agresivas, Tiger line que dicen los avezados en un reconocimiento a su figura. Incluso se decidió desde el órgano de competición que, como había caído un buen chaparrón, en calle se podía limpiar la bola y colocarla —cosa que invalidaría cualquier récord—, todo facilidades. Sobre todo, si se le pegaba a la bola con la pepa (el centro de la cabeza del palo), como era el caso de Rahm. Birdie en el uno y en el dos, también en el quinto. En marcha.

Fue ahí, en ese quinto hoyo, cuando a Niemann, habitualmente tan ganador, estupendo en los finales apretados, se le vieron las costuras. Fue un simple resoplido, un madre mía cómo está este tío. Una debilidad que se le atragantó con el birdie de Rahm, aderezado con su bogey y el lanzamiento del putt al suelo. El de Barrika, por primera vez, lideraba el circuito. Pero 18 hoyos dan para mucho. Como para que Niemann, igual que en los dos días anteriores, hiciera eagle en el hoyo siete y recuperara la posición. Para que Rahm cerrara el ecuador del recorrido con un quinto birdie, jugando de libro porque no falló calle, porque los wedges eran la extensión de su mano y porque el putt no le discutía nada. Golf de muchísimos quilates y tres golpes de diferencia con el chileno, que se mantenía por centésimas de punto en el liderato. Quedaba más y quedaba Muñoz.

Jon Rahm celebra su triunfo en el campeonato saudí de golf.

Concienciado de que quería bajar de 60 golpes para darse la doble oportunidad del triunfo (del torneo y del circuito), Rahm siguió su idilio con el campo, birdie en el 10. Incluso los aficionados, que le gritaban USA cuando fallaba algún golpe en los días pasados —por eso de que la Ryder Cup está a la vuelta de la esquina—, se agolpaban entre hoyos para poder chocarle la mano. Pero Niemann, que hace un año en Valderrama proclamaba que haría lo que hiciera falta para ser el mejor del mundo, que no dejaría que la pereza pudiera a su ambición, replicaba con el putt en la mano, birdie en el 11. Y si Jon no le devolvió la moneda fue por una irreverente corbata en el 12, mano a la boca como lamento. Pero se resarció rápido con un eagle en el 13, con un putt kilométrico que le valió para coliderar la tabla. Guerrero con palos.

Vestido de negro riguroso y con bermudas, cosas del LIV y de la evolución social, también con una gorra fucsia, Rahm palideció sin embargo en el 14, una papa por pegarle al suelo y no a la bola, también porque el rough la había engullido. Un bogey que estropeó por primera vez su tarjeta. Pero a grandes problemas, grandes soluciones. En el 15, Niemann la dejó a medio metro con el segundo golpe. Rahm, a medio centímetro. Sonrisa de Rahm y estocada a Niemann que remató en los dos siguientes agujeros con birdies, ya líder en solitario porque Muñoz perdía un poco de feeling con su swing poco ortodoxo. Fue un espejismo. En el 18, Rahm volvió a pinchar la bola en el green, otro birdie y puños al aire para cerrar la tarjeta con un -12 fabuloso, líder en casa club con -22, lejos del -17 de Niemann. Suficiente para llevarse la corona.

Faltaba jornada y ocurrió entonces que Johnson se descolgó (-19) y que Muñoz acabó también con -22. Al desempate. Uno en el que Rahm tuvo mala suerte, ya que en el segundo golpe, el colombiano la dejó a un par de metros del hoyo y Jon, que le dio mejor, estrelló la bola con la bandera, lo que la alejó del agujero. Erró el putt y Muñoz se llevó el torneo. Es el quebradero de cabeza de Rahm, segundo en Riad (a dos golpes de Meronk), Andalucía (a un golpe Gooch), Chicago (playoff ante Ballester y Burmester) y ahora Indianápolis; cuarto en México; quinto en Singapur y Reino Unido; sexto en Adelaida y Hong Kong; séptimo en Corea; octavo en Virginia; noveno en Miami; y decimoprimero en Dallas —la única ocasión que se bajó del top-10—. Pero, al más puro estilo Alzamora, Rahm concluyó como el campeón del circuito del LIV Golf.

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Sobre la firma

Jordi Quixano
Redactor de Deportes en EL PAÍS desde 2003. Licenciado en la Universidad Ramon Llull. Ha cubierto una Eurocopa, un Mundial y varias Vueltas a España, además de llevar durante años la información del Barcelona, también del Atlético y ahora de polideportivo.
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