Lesbiana, “chica de Dios” y enemiga del Ozempic: Megan Stalter, la nueva reina de la comedia romántica
Con un cuerpo no normativo, una fe inquebrantable y un talento tan descarado como arrollador, la protagonista de Sin medida, la nueva serie de Lena Dunham, se ha convertido en una de las grandes estrellas del año.

Lena Dunham, creadora de la influyente Girls y voz de una generación que, desde el final de la serie, sufre serios problemas de afinación, ha vuelto a la televisión. Sin medida (Too much), recién estrenada en Netflix, es una comedia romántica que narra la historia de una treintañera que se muda a Londres tras una ruptura para rehacer su vida y encontrar, de nuevo, el amor en forma de un músico indie con más banderas rojas que el casting de La Isla de las Tentaciones. Una ficción con claros tintes autobiográficos —Dunham lleva cinco años en Londres tras su separación del compositor Jack Antonoff y está casada con el músico Luis Felber—, pero que esta vez ha preferido no protagonizar. ¿El motivo? “No me sentía preparada para que volvieran a diseccionar mi cuerpo”, declaró en una entrevista. Más tarde añadió que, “por suerte”, ha conseguido tener una buena relación con su cuerpo, a pesar de vivir en una sociedad que califica como “gordofóbica, misógina, racista y edadista”. Así que cogió el móvil, entró en Instagram y escribió un mensaje directo a la única persona que, según ella, podía hacerse con el papel: Megan Stalter.
Con apenas cuatro años de carrera profesional, Stalter se ha convertido en una de las voces más insólitas y refrescantes del star-system televisivo, calificada por la revista Time como la “reinventora de la heroína romántica”. Humorista, actriz y devota cristiana queer, su presencia mezcla lo estridente y lo tierno, lo grotesco y lo humano. “Estoy buena, me encanta mi aspecto y me encanta mi comedia. Yo soy quien soy”, manifiesta. Con esa seguridad despacha la protagonista de Sin medida las —numerosísimas— preguntas sobre su físico que ha tenido que afrontar durante la promoción. Natural de Cleveland, Stalter atribuye a su experiencia como monologuista y cómica en redes la firmeza dérmica necesaria para ignorar las críticas más crueles: “Soy una mujer humorista que sube cosas a internet. Y no soy delgada. Ya me han dicho las cosas más horribles”, explica en The Guardian. A sus 34 años, encara el papel más importante de una carrera corta pero meteórica, y lo hace con un personaje ya icónico a cuestas: Kayla, la voluntariosa pero caótica, incapaz hasta de cumplir con la norma más básica de profesionalidad, representante de actores en Hacks.

Mientras saborea el estrellato internacional, su origen no podría estar más alejado de las glamurosas colinas de Los Ángeles. Su padre es tatuador profesional y su madre enfermera, y se enorgullece de pertenecer a una familia compuesta casi exclusivamente por “mujeres ruidosas y de gran personalidad”. “Nos enseñan a ser educadas, pequeñas y delicadas, pero yo no soy así”, afirma. Su infancia estuvo marcada por la discriminación escolar —“las chicas populares me torturaban”— y la falta de amigos, lo que la llevó a refugiarse en su familia y en su fe cristiana. Tanto es así que a punto estuvo de dedicar su vida a la iglesia evangélica y pasó varios meses en Perú como misionera. Después intentó ser profesora o enfermera, como su madre, pero solo el escenario satisfacía sus inquietudes. En 2018 se mudó a Chicago para estudiar improvisación y consiguió hacerse un nombre durante la pandemia.
Su popularidad explotó gracias a una serie de vídeos virales en Instagram y YouTube, donde interpretaba personajes neuróticos y delirantes: una azafata que amenaza a los pasajeros, una técnico de recursos humanos que trata de felicitar el mes del Orgullo LGTBI, una actriz desesperada por conseguir un papel... Clips grabados sin producción, con una mezcla de ternura y surrealismo que no se limitaban a hacer reír. En tiempos de algoritmos, filtros y estandarización, su apuesta por descolocar al espectador llamó la atención de las creadoras de Hacks o del mismísimo actor Andrew Scott (Fleabag), que recomendó a Lena Dunham contratarla para su nuevo proyecto. “Es un genio”, reflexiona la creadora, “Lo más importante a la hora de poner a alguien en el centro de una serie es que te den ganas de verla. Que te genere cierta adicción. Y eso es lo que me pasa con ella”.
@megstalter Corporations this month #pride
♬ original sound - Megan Stalter
En una época en la que muchas estrellas con sobrepeso han adelgazado drásticamente, Stalter también es de las pocas que se han desmarcado públicamente del fenómeno y de los fármacos asociados, como el Ozempic, junto a sus efectos secundarios: diarrea, náuseas, fatiga. “¿Cómo va a ser más atractivo eso que estar gorda? Me parece una locura. Prefiero pesar 200 kilos que estar cagándome todo el día. Es horroroso”. Bisexual confesa, lleva años desarrollando una serie semiautobiográfica para HBO Max llamada Church Girls, sobre una joven cristiana que descubre que es lesbiana en su pueblo rural. Stalter no ve conflicto entre lo espiritual y lo queer: “Nunca he entendido por qué no podrías ser gay y ser una chica de Dios. Me duele pensar que, si alguien quisiera conectar de una forma espiritual, se sintiera excluido por su orientación sexual”, alegó en Time.

Más allá de su talento actoral, Stalter se ha convertido en un inesperado icono de estilo. Su predicamento por los looks desacomplejados, expresivos y muy femeninos ha llamado la atención de la prensa especializada, apostando por las mangas abullonadas, los volantes, los lazos extragrandes y los estampados florales de aire vintage durante la promoción de Sin medida. En la ficción, su personaje combina firmas indies con prendas vintage, subrayando su personalidad romántica y la influencia de las Bridget Jones o Jane Austen. Las piezas más comentadas han sido los nighties —esos camisones de estética nostálgica que lleva incluso paseando por las calles de Londres–, convertidos en fenómeno viral por su delicadeza soñadora y su inesperado giro fashionista. Varios medios británicos aseguran que la venta de estos camisones se ha disparado en el Reino Unido desde el estreno de la ficción.
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