El verano del lorzor: no hay nada más punk que amar tu cuerpo
Con los calores de la época estival ponemos toda la carne en el asador y no todo el mundo puede soportar a las gordas que no tenemos complejos.

En verano hay muchas lorzas que no salen a tomar el sol por culpa de la sociedad capitalista, que procura hacernos sentir culpables, cada segundo de nuestras vidas, por cualquier cosa siempre que se pueda remediar con dinero.
Ser –o estar– gorda no es «una cosa» a remediar, simplemente es un estado físico que puede variar por un montón de causas, y que no tenemos por qué explicar o justificar en todas y cada una de las conversaciones donde un maleducado/a ose hacer observaciones sobre nuestros cuerpos.
Todos los cuerpos son válidos, menos los cuerpos de seguridad del Estado.
La gente sigue creyendo en milagros, y eso que hace muchísimo que no se nos aparece la Virgen. Dicen que es la era del Ozempic, pero yo, como gorda que soy, lo de drogarme, lo hago solo para divertirme. No para que Manolo el del chiringuito, con la camisa reventona y llena de lamparones, me vea como un objeto digno de sexo.
Vivimos en una sociedad donde lo superficial es lo primordial frente a lo que realmente tiene valor en esta vida, que es cómo piensas y cómo tratas a los demás.
Miles de personas son esclavas de su aspecto y buscan a través de este la validación. Parece que nadie se da cuenta de que el tiempo pasa y los cuerpos cambian con él. Es ahí cuando entra el miedo a envejecer y la gente termina operándose tanto que pierde la perspectiva de la realidad; y sus cuerpos y caras se convierten en máscaras grotescas más propias de Ensor que de seres que respiran.
Nada me gusta más que una cara lavada, la verdad. Bueno, sí, la cara de mis seres queridos nada más despertar, aún con legañas y el pelo revuelto. Mis amigos y mi pareja, que han compartido techo conmigo, y están ahí porque los quiero. Qué guapos son, joder. Y lo son por cómo son y no por lo que aparentan. Por eso me quieren a mí también y en el fondo es lo único que me interesa en esta vida: estar rodeada de gente que te aprecia por como eres.
¿Cómo de despreciable puede ser una persona que se aleja de ti si tu cuerpo cambia? Menos mal que esas cosas no pasan en mi círculo. Si así fuese cambiaría de círculo.
No voy a ser yo precisamente la que hable mal de las drogas, pero… ¿te diviertes tomando Ozempic? ¿Te hace reír hasta llorar? ¿Le da alas a la creatividad? ¿Te vuelve ingeniosa? No. Chica, dale una vueltita, que no se trata de una ensalada de tomate con mejorana.
A lo mejor soy una romántica (claro que sí, siempre deseé haber nacido en el XIX) y quizá por eso me caso este verano. El verano del lorzor, que es la conjunción del amor y mis lorzas nupciales. No me he comprado ningún vestido, ni pienso hacer un festival que me patrocinen otros. Solo voy a firmar en un juzgado y a emborracharme con mis íntimos. Seguramente comeré un trozo de tarta hipercalórica con cero sentimiento de culpabilidad, porque la vida es para disfrutarla y punto.
En un mundo donde la apariencia es primordial Instagram es el rey; ahí puedes lucir tal y como deseas gracias a herramientas como los filtros y demás aplicaciones. Si eres una persona insegura lo pasarás fatal comparándote con esos cuerpos perfectos que siempre te quieren vender algo. Aunque sea a ellos mismos. El otro día vi un anuncio de una empresa de alquiler de bolsos de lujo para eventos y sesiones de fotos, y le subí 10 puntos más en mi escala a la cretinización mundial imperante.
¿A estas alturas del artículo aún no estáis convencidos de que aparentar es de imbéciles redomados?

Amad a vuestros cuerpos, es lo más punk que se puede hacer en este momento, puro anticapitalismo. Quererte como eres, gastarte el dinero en aquello que te hace disfrutar de verdad. No te odies, odia al sistema que insiste de manera violenta en que lo hagas.
Siéntete libre sin tener que comprarte dos millones de productos cosméticos, no te metas en un quirófano a menos que tu vida esté en juego. No pienses que un objeto, por muy caro que sea, va a llenar ningún tipo de vacío a largo plazo. Son las experiencias con gente que de verdad valga la pena lo único que nos mantendrá lúcidos ante la barbarie capitalista.
Te venden que la delgadez lleva al éxito y al amor y te voy a contar un secreto: el verdadero éxito es que te quieran tal como eres. La felicidad no es un continuo, son momentos, y entre esos momentos, saberse querida por lo que vales y no por lo que aparentas es, quizá, el chute de autoestima más grande que conozco.
Quiero acostarme con quien me desee por todo lo que valgo. Y eso no se pesa a granel. Todo mi erotismo está relacionado con mi exuberante cerebro, y con lo sexy que le resulta a mi pareja, y a los que fueron mis amantes, disfrutar de mi persona durante un muy estimulante rato.
«Ay, no me pongo blusas de manga sisa porque se me ven mucho los brazos.»
Avergonzarte de tus brazos, ALUCINANTE: vergüenza me daría a mí tener vergüenza de algo que me ayuda, entre otras muchas cosas de vital importancia, a escribir y poder expresarme libremente en diferentes publicaciones y libros.
Personalmente uso esta red social mostrándome lo más natural posible y lo hago con orgullo.
Recibo mucho hate, sí, pero poco comparado con el cariño de la mayoría de mis seguidores.
Insultar es un arte como cualquier otro, pero hace falta mucho ingenio para lograr el exabrupto perfecto. Llamar gorda a una gorda solo indica que no eres el lápiz más afilado del estuche. Dime algo que no sepa, botarate.
No me gusta mucho la playa, porque siempre huyo del sol. No salgo de debajo de la sombrilla a menos que sea para bañarme. No uso un bañador reductor: o voy desnuda o tan solo llevo una braga de bikini.
A veces noto las miradas de la gente sobre mi cuerpo. Las siento como diluidas entre mil pensamientos más, sobre el azul del mar, la inmensidad, la apetecible espalda peluda de mi amor, o mientras me pregunto qué estarán haciendo mi madre y su nuevo perro adoptado, o valoro el paso del tiempo, siendo como soy temerosa de la muerte, pero adoradora a la vez de su figura, o recuerdo un cuadro de Maruja Mallo y aventuro lo fresco que va a estar el Aperol Spritz que me tomaré antes de volver a mi casa, a mi hogar.
Mi cuerpo también es mi casa. Mi cuerpo también es mi hogar. Y el de mi futuro marido. Qué felices nos hace disfrutar de un lugar tan mullidito.
Disfruta del verano del lorzor, como lo haré yo casándome con el hombre de mi vida; nunca te comerás el mismo bocata de beicon con queso dos veces, como decía un tal Heráclito de no sé dónde… (claro que lo sé, queridiños, claro que lo sé).
Sobre la autora
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.