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La primera ministra de Japón dice que duerme tres horas al día: por qué es un error pensar que el sueño es una pérdida de tiempo

Muchos líderes políticos y empresariales se jactan de dormir poco, pero la ciencia demuestra que lleva a tomar peores decisiones y perjudica la salud

Sanae Takaichi primera ministra de Japón
Adrián Cordellat

La primera ministra de Japón, la conservadora Sanae Takaichi, causó estos días cierto revuelo internacional al conocerse que había convocado a sus asesores para una reunión a las tres de la madrugada y al confesar en una comisión legislativa que, desde que es primera ministra, sobrevive durmiendo una media de entre dos y cuatro horas diarias. “Probablemente sea malo para mi piel”, ironizó Takaichi ante los diputados de la comisión. Sin embargo, para los expertos consultados por EL PAÍS, esta confesión invita a todo menos a la broma.

Quienes alardean de dormir poco asocian este hecho con la productividad, con tener más tiempo para trabajar. Sin embargo, saltarse el descanso se asocia con todo lo contrario, con una peor eficacia y un peor rendimiento. “Si prescindes del sueño para trabajar más de lo normal, vas a estar más fatigado y vas a cometer más errores. A veces esos errores pueden ser faltas de ortografía, pero otras veces pueden costar miles de millones de euros o llevarse por delante las vidas de decenas de personas”, concluye Carlos Egea, presidente de la Federación Española de Sociedades de Medicina del Sueño.

Pese a esta evidencia, numerosos influencers llevan tiempo haciendo del dormir poco y madrugar mucho casi un sello distintivo que asocian al éxito personal y profesional. No en vano, Tim Cook, director ejecutivo de Apple, afirma levantarse a las cuatro de la madrugada y Anna Wintour, como editora de Vogue, arrancaba su jornada a las cinco. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha presumido también en varias ocasiones de dormir entre tres y cinco horas por noche. Y el secretario de prensa Margaret Thatcher, Sir Bernard Ingham, afirmó que la ex primera ministra británica apenas dormía cuatro horas por noche de lunes a viernes.

Un estudio midió el coste del sueño insuficiente en la economía de varios países de la OCDE: en EE UU es del 2,3% del PIB (el equivalente a 411.000 millones de dólares en 2017, año del estudio), en Japón del 2,9%, en Reino Unido del 1,9% y en Alemania del 1,5%. Otra investigación de 2024 concluyó que si todos los adultos argentinos durmieran al menos siete horas por noche, el PIB del país podría crecer un 1,27%, lo que equivale al presupuesto de educación de Argentina.

“El sueño no es un tiempo perdido, es un tiempo que necesita nuestro cuerpo para repararse. Entre muchas otras cosas, el sueño sirve para fijar la memoria, para regular mejor las emociones y ayuda también a la toma de mejores decisiones. Muchas veces nos acostamos con un problema en la cabeza y al día siguiente, si dormimos bien, nos levantamos con la solución; o por la noche vemos una situación de forma dramática y oscura, y al día siguiente, tras descansar, vemos que no era todo tan dramático”, apunta Manuel de Entrambasaguas, coordinador del grupo de trabajo de Insomnio de la Sociedad Española de Sueño.

Su opinión la comparte Juan Antonio Madrid, catedrático de Fisiología y director del Laboratorio de Cronobiología y Sueño de la Universidad de Murcia, que recuerda que cuando la privación de sueño es extrema, el cerebro intenta dormir a toda costa. “Lo que aparece en nuestro cerebro entonces son los microsueños. Esto le puede ocurrir, por ejemplo, a un conductor, que va conduciendo y de repente puede entrar en un microsueño de cuestión de uno o dos segundos, lo suficiente para recorrer hasta 100 metros completamente a ciegas”, explica. Recientemente, de hecho, se hizo viral un vídeo de Donald Trump pegando una aparente cabezadita durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca. En casos de privación de sueño menos extrema, como la primera ministra japonesa, lo que ocurre es que el cerebro va bajando su rendimiento, según el experto. “Conforme van aumentando el número de horas de privación de sueño, va disminuyendo tu capacidad de reacción ante un acontecimiento inesperado, tu capacidad de razonamiento lógico, tu coordinación motora, tu coordinación visoespacial, tu estabilidad emocional, y todo esto, claro, te va restando facultades”, añade.

Errores ‘humanos’

Esto, según los expertos consultados, es especialmente importante en el caso de determinadas profesiones. También en la de los líderes políticos, que toman decisiones que tienen repercusión sobre la ciudadanía de todo un país. “¿Volarías en un avión si te dicen que el piloto lleva 20 horas despierto? ¿Te dejarías operar por un cirujano si sabes que solo ha dormido tres horas? ¿Estarías seguro si tu primer ministro tomara la decisión habiendo dormido dos horas? A veces se puede dar una situación de emergencia, pero si esto es un estilo de vida, yo no me fiaría”, sostiene De Entrambasaguas, del Hospital Clínico Universitario de Valencia.

La historia reciente está llena de sucesos que le dan la razón. La falta de sueño desempeñó un papel amplificador de las catástrofes como la de la central nuclear de Chernóbil, el naufragio del Exxon Valdez en Alaska (37.000 toneladas de petróleo al mar), el accidente del transbordador espacial Challenger, el accidente nuclear de la central de Three Mile Island (Estados Unidos) o más recientemente el vuelo 447 de Air France. No se pueden atribuir directamente, pero sí incrementan las posibilidades de cometer errores en la toma de decisiones entre las personas encargadas de gestionarlas.

En algunos casos, como el del Challenger, las investigaciones posteriores apuntan directamente a la falta de sueño y a la fatiga por los largos turnos de trabajo. En otros casos, como los de las centrales nucleares de Chernóbil o de Three Mile Island, la hora a la que se produjeron los incidentes, durante la madrugada, podría haber dificultado el juicio de quienes debían tomar decisiones y recuperar el control de la situación.

Un artículo científico publicado en la revista Sleep en 2008 revisó estudios sobre el papel del sueño humano y los ritmos circadianos en la ocurrencia de catástrofes médicas y errores humanos. El informe refrenda que los efectos de la pérdida de sueño son acumulativos y que, por lo tanto, “el peligro de cometer un error debido a una somnolencia repentina e intensa aumenta progresivamente con la pérdida continua de sueño”; también que existe una menor capacidad funcional durante ciertas horas de la madrugada (entre las 1.00 y las 7.00 aproximadamente, siendo especialmente crítica la franja entre la 1.00 y las 4.00).

Enfermedades a largo plazo

Más allá de su impacto en el funcionamiento de una persona a corto plazo, sobre todo pesa en la salud a largo plazo. “Es un error, porque mantenida en el tiempo esta práctica condiciona la aparición y el desarrollo de enfermedades graves”, sostiene Egea. “Que una primera ministra promueva esto es irresponsable, porque ella es un ejemplo que puede empujar a muchas personas, sobre todo en su país, a intentar emularla. Y eso va a generar un daño sobre la salud, tanto física como mental, que es irreparable”, añade por su parte Juan Antonio Madrid.

La evidencia científica así lo confirma. En los últimos años, diversos estudios han vinculado dormir poco o mal con una mayor incidencia de varios factores de riesgo de salud cardiovascular, de desarrollar enfermedades metabólicas —como la obesidad y la diabetes— y neurodegenerativas, con el aumento de los casos de ansiedad y depresión e, incluso, con el mayor riesgo de padecer determinados tipos de cáncer como el de próstata, el de mama o el de colon. Solo se salvan de este impacto los conocidos como “dormidores cortos”, un pequeño porcentaje de la población —se estima que de alrededor del 5%— que, gracias a su disposición genética, no sufre las consecuencias de dormir menos horas de las recomendadas.

Juan Antonio Madrid, no obstante, considera que “afortunadamente” cada vez va ganando más peso, también entre personajes públicos con capacidad de influencia, la idea de que cumplir con las necesidades mínimas de sueño (alrededor de siete horas por noche) es esencial para rendir más y mejor. “Grandes deportistas, como por ejemplo Rafael Nadal y Carlos Alcaraz, han explicado que cuidan mucho su sueño. Jeff Bezos, fundador de Amazon, siempre dice que uno de los pilares fundamentales de su productividad es el sueño. E incluso Elon Musk ha reconocido que durante mucho tiempo tuvo problemas de salud por haber reducido su tiempo de sueño y ha afirmado que ahora intenta dormir siempre al menos seis horas por la noche”, ejemplifica el autor de El sueño del Sapiens: Cómo dormir y soñar nos hizo humanos (Plataforma Editorial).

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Sobre la firma

Adrián Cordellat
Escribe como colaborador en EL PAÍS desde 2016, en las secciones de Salud y Mamás&Papás. También ha colaborado puntualmente en Babelia y en la sección de Cultura, donde escribe sobre literatura infantil y juvenil. Dedica la mayor parte de su tiempo a gestionar la comunicación de sociedades médicas y científicas.
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