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Este fármaco abortivo podría prevenir el cáncer de mama, pero los prejuicios morales y políticos han frenado su investigación

Un grupo de expertos denuncia que la política conservadora ha ralentizado la investigación de la mifepristona. “Da miedo investigarlo y parecer proabortista”

Fármaco abortivo podría prevenir el cáncer de mama
Enrique Alpañés

El 1 de diciembre de 2006, la revista Science destacaba un avance tímido pero prometedor. “En el futuro, quizás, se podrán usar fármacos para prevenir el cáncer de mama”, vaticinaba el artículo. Casi 20 años después nada de eso ha sucedido. Los “quizás” de las revistas científicas deberían escribirse en mayúsculas. La ciencia avanza despacio y hay muchos obstáculos por el camino: falta de financiación, errores, vías muertas... Pero en este caso, varios expertos añaden un motivo más que ha lastrado esta investigación: los prejuicios morales y el sesgo político.

El fármaco del que hablaba Science se llama mifepristona y es conocido por su uso en el aborto médico. Y esto es un problema. “Da miedo investigarlo y parecer proabortista”, explica la investigadora sueca Kristina Gemzell Danielsson, del Karolinska Institutet, en un intercambio de mensajes. Danielsson es una de las firmantes de un editorial que publica la revista Lancet denunciando esta situación.“Disponemos de datos muy prometedores, pero no se están realizando esfuerzos para seguir explorando”, explica. “Además, el uso de la mifepristona para la investigación es extremadamente caro y los obstáculos normativos son absurdos, probablemente porque se asocia con el aborto inducido”.

El editorial se apoya en tres estudios científicos recientes y las conclusiones de un taller de consenso multidisciplinario (celebrado en 2024 en la Universidad de Innsbruck, Austria). A pesar de tener una base científica sólida, dice más sobre cómo funciona la investigación que sobre cómo prevenir el cáncer. Y sus conclusiones no son tranquilizadoras. “La financiación de la investigación suele estar dirigida políticamente”, resume tajante Danielsson. “La ideología puede ralentizarlo todo”.

A las barreras normativas, políticas y legales que han limitado la investigación, se le suma la mínima inversión farmacéutica, señala el escrito de Lancet. Y esto no solo se debe a motivos políticos, pues también influyen los intereses comerciales. “Las empresas farmacéuticas quieren obtener beneficios. Aquí entra en juego la posibilidad de patentar”, denuncia Danielsson. “Utilizar un medicamento antiguo para una nueva indicación no reporta un beneficio inmediato”.

Pero no toda la comunidad médica es unánime en este diagnóstico. “Las barreras que identifica el editorial para llevar esta investigación adelante son coherentes”, explica en un intercambio de emails Rodrigo Sánchez-Bayona, secretario científico de SEOM y oncólogo médico del Hospital 12 de Octubre de Madrid. “Este, como muchos otros fármacos, tiene un potencial de prevención primaria de cáncer de mama, pero carecen de la evidencia suficiente para llevarlo adelante”, advierte. Sánchez-Bayona es ajeno al editorial y ligeramente crítico con el mismo. “Los tres estudios que menciona son preclínicos”, señala. “No hay estudios prospectivos que hayan demostrado que la toma de mifepristona reduzca el número de diagnósticos nuevos de cáncer de mama en mujeres sanas”.

El cáncer de mama es el que más mujeres mata a nivel mundial. Tradicionalmente, se ha invertido más en mejorar detección y el tratamiento y no tanto en la prevención primaria. Los autores del editorial abogan por cambiar este enfoque y ponen como ejemplo el tratamiento del cáncer de cuello uterino. En este, la vacunación contra el virus del papiloma humano en mujeres jóvenes ha reducido considerablemente su prevalencia. Algunos países han reducido la incidencia a menos de cuatro casos por cada 100 000 mujeres, haciendo que parezca realista algo que hasta hace poco era impensable: la eliminación, por primera vez en la historia, de un cáncer.

En el caso del cáncer de mama, la única prevención que existe es violenta y extrema: la extirpación de los senos. Solo es recomendable para mujeres que portan una variante patogénica en los genes BRCA1 o BRCA2 y que, por lo tanto, tienen un riesgo muy elevado de desarrollar cáncer de mama. Aproximadamente el 70% lo habrá hecho antes de los 80 años. A este gen se le conoce popularmente como el “gen de Angelina Jolie” por la actriz, que hizo público su diagnóstico y anunció que se había extirpado los senos para evitar desarrollarlo. Es una solución eficaz (reduce el riesgo de padecer cáncer en un 90%) pero dramática. Impacta en la calidad de vida y en la autoestima de las pacientes. Pero la mifepristona apunta desde hace 20 años a otra posible solución, menos agresiva, que aún está por demostrar. Aunque hace falta más investigación, la evidencia científica es creciente y ya se conoce el mecanismo por el cual protegería contra el cáncer.

“Las mujeres con esta variante genética suelen tener niveles más altos de la hormona progesterona durante la segunda mitad de su ciclo menstrual”, explica Martin Widschwendter, Director del European Translational Oncology Prevention y participante también en el editorial de Lancet. “Esta hormona provoca que ciertas células mamarias, conocidas como células progenitoras luminales, se multipliquen. Se cree que estas células pueden convertirse en cánceres de mama triple negativo”.

La mifepristona bloquea los efectos de la progesterona. Esto hace que se produzcan menos células potencialmente cancerígenas. “Hemos realizado estudios que demuestran que su ingesta reduce el número de estas células de alto riesgo en la mama. También hemos observado efectos similares en ratones, en los que el fármaco redujo significativamente el desarrollo del cáncer de mama”, comenta el experto.

El compuesto también provoca la descomposición del revestimiento uterino, lo que conduce a la interrupción del embarazo temprano. Son dos efectos diferentes, pero uno ha condicionado al otro en un debate que no es tanto médico como moral, político y de género. “Sigue siendo un tema muy politizado y polarizador en muchos países”, lamenta Widschwendter. “A los investigadores les resulta difícil acceder al fármaco, las empresas farmacéuticas suelen evitar involucrarse y es más difícil conseguir financiación. Es frustrante pensar que un fármaco con una biología tan bien conocida y un potencial tan claro podría ayudar a salvar vidas, pero no se está investigando a fondo debido a la carga social y política de otro campo de la medicina”.

Investigadores, académicos y profesionales de la salud, pretenden cambiar este panorama con un editorial que no solo va dirigido a la comunidad científica, sino a la industria farmacéutica, a los responsables políticos y a la sociedad en general. Su denuncia se hace en un contexto en el que el sesgo político en el mundo científico es más evidente que nunca. En Estados Unidos, el secretario Salud, conocido difusor de bulos sobre las vacunas, acaba de tumbar una inversión de 500 millones para desarrollar fármacos basados en ARN mensajero. Para cambiar esta situación, muchos científicos están alzando la voz y pidiendo dejar la ideología política a las puertas del laboratorio. “La investigación con mifepristona para la prevención del cáncer de mama debe realizarse ahora si queremos reducir el riesgo del cáncer más común que afecta a las mujeres a nivel mundial”, concluyen en su carta.

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Sobre la firma

Enrique Alpañés
Licenciado en Derecho, máster en Periodismo. Ha pasado por las redacciones de la Cadena SER, Onda Cero, Vanity Fair y Yorokobu. En EL PAÍS escribe en la sección de Salud y Bienestar
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