El caso Miley Cyrus: renunciar a la lluvia de millones de una gira para no caer de nuevo en la adicción al alcohol
Tras las últimas declaraciones de la estrella del pop, que lleva más de una década sin hacer una gira internacional, se ha reabierto el debate respecto a los retos psicológicos que implica la vida en la carretera y el cambio de paradigma en la música en directo


La noticia supuso un jarro de agua fría para los seguidores de la cantante: Miley Cyrus tampoco hará gira de su nuevo trabajo, Something Beautiful. Un álbum visual que supone su regreso a la primera línea para remarcar su estatus como tótem del pop, dos años después de haber convertido su último gran single, Flowers, en la canción más escuchada del mundo en 2023. “Me gustaría tener el deseo de salir de gira, pero no lo tengo… es realmente difícil mantener la sobriedad cuando estás de gira, es difícil mantener el bienestar mental”, alegó en el programa Good Morning America, despertando una oleada de reacciones en una fanaticada que se dividía entre la empatía con la exposición de vulnerabilidad de la artista y la desazón por no poder aplaudir a su icono, más aún cuando muchos de ellos eran niños en su última gira y nunca han podido verla en directo. Hay que retrotraerse a 2014, la época de éxitos tan provocativos como Wrecking Ball y We Can’t Stop, para recordar el tour internacional de la de Tennessee o, al menos, uno homologable a los que despliegan contemporáneas como Taylor Swift, Dua Lipa o Beyoncé.
“La sobriedad es como mi Dios. La necesito, vivo para ella. Ha cambiado toda mi vida”, alegó el pasado mes de mayo en un podcast Miley Cyrus, denunciando el estigma al que se enfrentan incluso las estrellas del rock por apartar la bebida de su rutina. “Se piensan que ya no eres divertida”, apunta. Tras superar su adicción al alcohol y la marihuana, a raíz de una enfermedad en las cuerdas vocales que a punto estuvo de poner en jaque su trayectoria como vocalista –“tener 21 años y estar despierta y beber y fumar y salir de fiesta después de cada concierto no ayuda”, añade–, la cantante de 32 años decidió transformar su estilo de vida radicalmente. Renunció a la vida en la carretera que, además de conocer desde la –muy poco– tierna infancia, considera incompatible con su bienestar mental y con mantener a raya el ego.
“Tienes a miles de personas gritándote. Sientes toda esa dopamina y todo ese amor, pero acabas derrumbándote por completo al final del concierto. Empiezas a pensar que no es suficiente con que una sola persona te quiera. Tienen que ser 10.000, tienen que ser 80.000…”, añadió en la entrevista.
Lejos de ser una rara avis en la industria musical, cada vez son más las estrellas que, en pleno apogeo profesional, prefieren cambiar el fulgor de los focos por la tranquilidad del estudio de grabación. Justin Bieber achacó al agotamiento físico y emocional la cancelación de su gira mundial Justice World Tour en 2023 y todavía no ha confirmado si promocionará su nuevo disco, SWAG, alrededor del mundo. Otro ídolo entre el público juvenil, el también canadiense Shawn Mendes, hizo lo propio en 2022 alegando que debía priorizar su bienestar emocional. Lorde prefirió una serie de conciertos en aforos más pequeños porque le resultaban “abrumadores” los grandes estadios y Florence Welch, de Florence + The Machine, admitió que, pese a que todo en su vida ha mejorado al dejar el alcohol, la sobriedad puede intensificar “la sensación de soledad en las giras”.

La cantautora británica Arlo Parks, el exvocalista de One Direction Zayn Malik y hasta el gran fenómeno musical del momento, Chappell Roan, han rechazado alargar las fechas de su demandada gira internacional para poder cuidar de su salud mental. Sus palabras en los pasados premios Grammy tuvieron tanto eco que hasta la discográfica Universal reaccionó presentando una iniciativa para los miembros de la industria, ofreciendo un equipo de psiquiatras especializados y subvenciones para cubrir los costos del tratamiento. Además del éxito del modelo “residencia” —como las de Adele, U2 y Bruno Mars en Las Vegas o la de Bad Bunny en Puerto Rico—, megaestrellas como Beyoncé han optado por una estrategia distinta: que sea el público quien vaya a verlas a ellas. Su último espectáculo, el Cowboy Carter Tour, solo ha hecho parada en nueve ciudades y, aun así, esta misma semana ha batido el récord histórico de recaudación de una gira country, superando los 400 millones de dólares.
Ryan Dombal, crítico musical de la prestigiosa revista Pitchfork, considera que hay una mayor concienciación respecto a los problemas de salud mental de las estrellas del pop. “Es positivo que haya menos estigma cuando alguien decide cancelar una gira por salud mental, pero siempre habrá presión por parte de la industria. Hay miles de millones en juego si pensamos en todo el ecosistema de los conciertos, además de los empleos y los ingresos de las personas que trabajan en las salas o como técnicos de gira, gente que ni siquiera sube al escenario. Miley estará bien. Es una de las músicas más famosas del planeta. Pero hay muchos artistas más pequeños que probablemente tengan los mismos problemas con las giras y la sobriedad que ella, y que no pueden permitirse no salir de gira, ya que en la era del streaming, donde la mayoría gana muy poco por su música grabada, el tour sigue siendo su principal fuente de ingresos”. Dombal, fundador también de la web especializada Hearing Things, achaca a la escasez de estrellas de alcance global el auge imparable de los macroconciertos: “Hoy hay menos artistas del nivel de Justin Bieber, así que la industria los exprime al máximo: quieren que giren todo lo posible para llenar estadios y vender entradas a cientos de dólares. Pero eso no siempre tiene sentido, ni siquiera para los más grandes, que viajan en jets privados. Me recuerda a esa canción de Taylor Swift, I Can Do It With a Broken Heart, donde canta sobre tener que estar “encendida” todo el tiempo, sin importar cómo se sienta por dentro. Taylor Swift puede hacerlo. Mucha gente, no”.
“Hay que entender que una gira para un artista supone un pico de estrés que se mantiene durante muchos días y semanas. Es un trabajo constante donde se enfrentan a los cambios de ciudad y de escenario, los viajes, pocas horas de descanso y la exposición y evaluación constante de su rendimiento, con las críticas tanto del público como de las productoras. Eso supone tal nivel de ansiedad que difícilmente es manejado y regulado”, explica a esta revista el psicólogo Ángel Rull. Ansiedad, estrés, miedo o la revisión de la valoración personal son algunos de los ejes que son impactados en la salud mental de quienes se suben al escenario. Una experiencia que, según el especialista, supone una dualidad de gran inestabilidad: “Estás sola, pero sin tiempo para una misma; es alienante, pero con el foco siempre puesto en ti”. En sus palabras, la honestidad de Cyrus sí puede ayudar a abrir el debate sobre la necesidad del autocuidado. “Se les ha visto siempre como algo sobrehumano, como si no tuvieran derecho a quebrarse o parar. Actualmente, hay muchos artistas que paran sus giras, cancelan conciertos o retrasan discos porque no se encuentran bien. No quiere decir que antes sí lo estuvieran, sino que ahora dan prioridad a la salud mental. Eso nos enseña, por un lado, que son humanos y, por otro, que la salud mental es fundamental en la vida de una persona y que necesita especial cuidado y atención”, concluye.
El crecimiento de la música en vivo, sin embargo, no parece estar cerca de pisar el freno. En España, la Asociación de Promotores Musicales tilda de histórica la facturación por venta de entradas en 2024, con hasta 725 millones de euros recaudados. “Si nos remontamos a 2003, primer año de la serie en la que tenemos datos, la cifra de facturación se ha multiplicado por seis, lo cual nos da una idea clara de la dimensión actual de la música en directo y cómo ha conseguido ser una parte esencial de la vida cultural y social de nuestro país”, concede Albert Salmerón, presidente de la asociación. Bruce Springsteen, Karol G, Luis Miguel y Taylor Swift en el ámbito internacional, y Melendi, Estopa y Robe Iniesta en el nacional, batieron récords y convirtieron el pasado año en “emblemático”.
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