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Seis premios Nobel alzan la voz contra Trump: “Tardaremos décadas en recuperarnos”

Científicos veteranos alertan a EL PAÍS del desmantelamiento del poderío científico de Estados Unidos y del riesgo para la democracia: “Lo más parecido que he visto fue el régimen de Hitler”

Mujer con cartel Defiendo la ciencia
Nuño Domínguez

En las últimas semanas, EL PAÍS se ha puesto en contacto con la mayoría de premios Nobel de Física, Química y Medicina de Estados Unidos de los últimos 20 años con un cuestionario sobre las políticas de Donald Trump en ciencia, investigación y salud. La inmensa mayoría son investigadores consagrados —algunos incluso ya jubilados— que no deberían temer represalias; pero solo un puñado de ellos ha querido responder.

“¿Qué es lo que más me duele?”, escribe Roald Hoffmann, ganador del premio de Química en 1981. “Mi familia llegó a Estados Unidos cuando yo tenía 11 años. Aunque mis padres no consiguieron empleos acordes con su formación, el país les dio a sus hijos (mi hermana y yo), la oportunidad de educarse, y de hacer investigaciones apasionantes con compañeros llegados de todo el mundo. Si las políticas de Trump se materializan, eso que yo viví será muy difícil de alcanzar para la generación de mis nietos”, lamenta.

Hoffmann nació en Polonia en 1937, y lleva el apellido de su padrastro. Su progenitor, Hillel Safran, era un judío polaco al que asesinaron los nazis en 1943 por organizar una rebelión en el campo de concentración donde estaba recluido. La mayor parte de la familia también pereció en el holocausto. En 1949, tras varios años viviendo en campos de refugiados en Austria y Alemania, Hoffmann, su madre y su padrastro consiguieron emigrar a Estados Unidos.

Roald Hoffmann, premio Nobel de Química 1981, fotografiado en Madrid el 16 de diciembre de 2002.

Este químico teórico ganó el Nobel por aclarar cómo suceden las reacciones químicas cuando ya era investigador de la Universidad de Cornell, que junto a Harvard y otras instituciones de élite afrontan recortes millonarios impuestos por Trump. “Aparte del impacto en la ciencia”, explica, “estamos viendo un ataque a la democracia desde arriba; una defensa de la intimidación, del incivismo y la ilegalidad; y también del rechazo de la inmigración y las minorías, que siempre han sido bienvenidas”.

Joachim Frank asegura que uno de sus primeros recuerdos es ver su casa arder por las bombas de los aliados en Siegen, epicentro de la producción de acero en la Alemania nazi. Frank se fue trabajar a Estados Unidos en los años 70. En 2017 ganó el Nobel de Química por el desarrollo de la criomicroscopía electrónica, clave para el estudio de la función de las moléculas esenciales para la vida. A sus 85 años, ya retirado, escribe: “No he visto una situación como esta en toda mi vida, pero lo más parecido es la dictadura de [Adolf] Hitler”. “Este régimen obligó a muchos científicos a emigrar debido a sus políticas raciales, que supusieron el fin del dominio alemán de la ciencia mundial”, advierte. “Habiendo nacido en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial es horrible ver que mi vida está marcada por dos regímenes fascistas”, lamenta.

El biofísico Joachim Frank posa tras la entrevista en un hotel de Valencia.

Rich Roberts, nacido en Reino Unido hace 81 años, hizo buena parte de su carrera científica en Estados Unidos. Ganó el Nobel de Fisiología o Medicina en 1993 cuando ya era directivo de New England Biolabs, con sede en el estado de Massachusetts. El bioquímico alerta del impacto económico de los ataques de Trump. “Mi empresa fabrica reactivos para biología molecular, y las políticas actuales ya nos están haciendo vender menos. Es previsible que las ventas sigan cayendo, pero esperamos que la empresa no caiga porque también exportamos mucho, y hay otras compañías que dependen de nuestros productos”. El bioquímico cree que no solo la ciencia está en peligro, también la sanidad, el sector biotecnológico “y cualquier otra profesión que dependa del conocimiento, y las carreras de los jóvenes que trabajan en estas áreas”.

Roberts confiesa: “Es terrible ver cómo la ciencia que he impulsado y amado durante 60 años está amenazada por políticos que no saben nada sobre ella. Ni siquiera entienden los beneficios que la investigación básica tiene para la sociedad. Las empresas que contribuyen a la economía, en general, hacen poca investigación; dependen de la investigación básica y si esta se para, también se pararán muchas de esas empresas”.

Hoffman, Frank y Roberts no son casos aislados. El 35% de todos los premios Nobel académicos en Estados Unidos desde 1901 los ganaron inmigrantes, según la Universidad George Mason.

Un reciente estudio ha calculado que si incluso los recortes propuestos por Trump se quedan en una versión reducida, el producto interior bruto de Estados Unidos a largo plazo caerá un 3,8%, algo parecido a la recesión de 2009. Las principales agencias de investigación y promoción de la salud afrontan recortes inauditos desde la II Guerra Mundial y miles de despidos. La comunidad científica del país ha reaccionado con varios manifiestos firmados por cientos de investigadores, incluidos los que participan en este artículo, pero ha sido raro ver a individuos relevantes posicionarse a cara descubierta debido a las probables represalias que el Gobierno de Trump puede imponerles a ellos, a sus equipos o a sus centros de investigación.

Barry Barish, ganador del Nobel de Física en 2017 por descubrir las ondas gravitacionales, habla de una ruptura total entre la Casa Blanca y la universidad. “El experimento LIGO [con el que ganó el Nobel], uno de los proyectos más exitosos de la Fundación Nacional de Ciencia, afronta una gran reducción de fondos”, explica. “En Estados Unidos ha habido desde la II Guerra Mundial un acuerdo entre universidades y el Gobierno Federal que aporta unos fondos esenciales para cubrir parte del coste de las investigaciones, y que ahora pasará de cubrir del 60% al 15%. Este modelo, que ha permitido que nuestro país sea líder mundial y atraiga a las mejores mentes del mundo, está a punto de desaparecer”, opina. El físico estadounidense cree que el país afronta un fin de ciclo. “Hemos vivido una era dorada de la ciencia, tanto en descubrimientos fundamentales como en aplicaciones prácticas. Esto va a continuar, pero no con Estados Unidos a la cabeza. China, y hasta cierto punto Europa serán los nuevos líderes en ciencia y tecnología”, pronostica Barish.

O físico norte-americano Barry Barish, antes da entrevista.

Las políticas de Trump para eliminar los programas de igualdad impedirán que ciudadanos estadounidenses de pocos recursos puedan tener una educación digna, incluso dedicarse a la investigación científica de primer nivel, alertan. Las políticas de inmigración de la nueva Administración también hacen tambalearse las carreras de miles de jóvenes de otros países que acuden a Estados Unidos a labrarse una carrera. “Además de los efectos de los recortes a corto plazo”, escribe Harold Varmus, Nobel de Medicina en 1989, “están los terribles efectos a largo plazo que harán que Estados Unidos ya no sea ese lugar de referencia al que venir a investigar”. “Tardaremos décadas en recuperarnos”, añade.

La mayoría de los consultados guarda algo de esperanza en lo que pueda suceder en el Parlamento. Las cuentas de Trump para 2026 se están debatiendo ahora y probablemente, dicen, se dulcifique parte de los enormes recortes planteados. “Si se aprueban estos presupuestos, será una catástrofe”, opina Carl Wieman, profesor emérito de la Universidad de Stanford y ganador del Nobel de Física en 2001. “En el pasado, incluyendo en la primera presidencia de Trump, se propusieron grandes recortes en ciencia, pero el Congreso no los aprobó. Lo mismo puede pasar ahora”, añade. El debate presupuestario acaba el 30 de septiembre.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.
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