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Adriana Ugarte: “La necesidad de producir a ritmos acelerados muchas veces se traduce en prácticas penosas”

La actriz española reflexiona con el escritor y profesor de filosofía Rafael Narbona, y con el presidente de EY, Federico Linares, en el cuarto desayuno del Proyecto Tendencias sobre si ética y empresa pueden ir de la mano

De izquierda a derecha: Federico Linares, presidente de EY, Rafael Narbona, escritor y profesor de filosofía y Adriana Ugarte, actriz, durante el desayuno Tendencias en Madrid.Foto: Pablo Monge
El País

El escritor y filósofo alemán Johann Wolfgang Goethe (1749-1832) dijo que pensar es fácil y actuar es difícil, pero que “poner los pensamientos de uno mismo en acción es lo más difícil del mundo”. Vivimos tiempos acelerados, competitivos, polarizados y consumistas, en los que las pausas para la reflexión y el análisis crítico son cada vez más escasas, y la filosofía parece ir a la zaga de la automatización, la voracidad de los mercados, la crispación política y la necesidad de actualización constante. Frente a la velocidad y la presión por la eficiencia, ha adquirido fuerza el concepto de empresa humanista, aquella dispuesta, en teoría, a poner el cuidado y la responsabilidad ―ambiental, social, económica― en el centro.

Pero, ¿moral y competitividad pueden ir de la mano? ¿Son tiempos demasiado frenéticos para el pensamiento? ¿Y para la ética? ¿Cómo afecta la polarización social al desarrollo filosófico? ¿Se puede acabar con el ruido político? ¿Qué hacer cuando los valores de la empresa chocan con la necesidad de rentabilidad? ¿Para qué trabajamos? Estas son algunas de las reflexiones que se plantean en el cuarto desayuno del Proyecto Tendencias, moderado por Ricardo de Querol, director de Cinco Días y subdirector de información económica de EL PAÍS, y que reúne a Federico Linares, presidente de la consultora EY, la actriz española Adriana Ugarte y Rafael Narbona, escritor, profesor de filosofía y crítico literario.

Federico Linares, presidente de la consultora EY, fotografiado antes del desayuno Tendencias en Madrid.

“La filosofía atraviesa la realidad y esto es inevitable”, defiende Ugarte, y señala que la ética, entendida como un conjunto de códigos que nos alejen lo máximo posible de conductas inmorales, está cada vez más presente en su sector. “Cuando hablamos de la industria del cine, la televisión o el teatro, suena como algo exótico, pero al final esta industria la componen productoras, que son empresas. Y como la mayoría de las empresas en esta sociedad, consiguen a duras penas el equilibrio entre rentabilidad y sostenibilidad”, comenta la actriz. Aun así, hay hueco para la esperanza: “[Las empresas] están constituidas por seres humanos con capacidad para elegir. A veces toca renunciar a oportunidades laborales que te darían un gran posicionamiento y beneficios económicos, pero merece mucho la pena mantener el respeto a unos códigos morales que, ahora más que nunca, gritan por ser inquebrantables e inmunes a cualquier tipo de deseo [propio o ajeno]”.

Para Narbona, la filosofía actual carece de un elemento fundamental: grandes pensadores dispuestos a posicionarse públicamente. “En un momento en que se están produciendo catástrofes humanitarias espantosas, como lo que está ocurriendo en Gaza, en Ucrania o en Sudán, y con hasta 50 guerras en activo, de las no se habla, no hay personajes de la talla de Walter Benjamin o Bertrand Russell que estén dispuestos a comprometerse”. El pensamiento crítico, dice el docente, corre el riesgo de convertirse en “una moda editorial”: “Ahora hay muchos filósofos a los que lo que más les preocupa es vender libros, no perder público, y que tienen miedo de ser beligerantes. Estamos sin una brújula moral y es muy preocupante”.

La actriz Adriana Ugarte, fotografiada antes del desayuno Tendencias en Madrid.

“La filosofía no es ajena al mundo de la empresa, es fundamental. Nos enseña a entendernos mejor y nos hace dudar. En tiempos de ausencia de referencias éticas y morales en los grandes liderazgos, filósofos como Aristóteles, Kant o Montaigne siguen siendo un faro que ilumina”, opina Linares. Para el presidente de EY, la llamada empresa humanista es la que tiene un “propósito de vida” y persigue ese propósito con coherencia, liderazgo ético y acercando el discurso, lo teórico, a las acciones.

¿Y qué pasa cuando los intereses morales chocan con los intereses económicos? Ugarte habla de cómo la demanda de productos audiovisuales se ha disparado desde el confinamiento y las plataformas intentan ofrecer al espectador contenido en tiempo récord. Esa dinámica, que parece ir a más, dificulta la reflexión y el análisis crítico sobre cómo se trabaja. “La necesidad de producir a ritmos acelerados muchas veces se traduce en prácticas, a la hora de rodar y de planificar una producción, muy penosas. No se tiene cuenta a los equipos, no se cumplen las jornadas laborales o hay que luchar por una remuneración que se ajuste al esfuerzo”, detalla.

Para la actriz, las prácticas moralmente dudosas no se pueden justificar bajo el paraguas del “amor a un proyecto”: “Hay mucho amor y dolor, frustraciones, intentos fallidos. [Los directores] a veces se quedan en el último puesto para conseguir una subvención, esperan un año más y quedan fuera. Entonces entra un fondo de inversión y consigue levantar ese proyecto. Aunque haya mucho amor en la historia, en la película o serie, y haya costado mucho, no podemos justificar que el tránsito hasta obtener el producto sea penoso”.

De izquierda a derecha: Rafael Narbona, Adriana Ugarte y Federico Linares, fotografiados antes del desayuno Tendencias en Madrid.

Linares coincide con Ugarte e indica que una empresa, del tipo que sea, debe ser capaz de crear valor en el largo plazo. “Una compañía que asume, más allá de los compromisos normativos o regulatorios, las exigencias del mundo en el que vivimos en materia de sostenibilidad medioambiental y de impacto social, es una empresa que va un paso más allá, que tiene una exigencia ética adicional”, opina. Las empresas, añade, deben preguntarse por qué hacen lo que hacen. “¿Creo que debo hacerlo? ¿Me gustaría que todos se comportasen así? ¿Lo hago porque quiero? ¿Porque me voy a morir? ¿Porque es mi propósito de vida?”, plantea.

En la pugna entre filosofía y empresa también entra en juego la polarización política y social. ¿Son buenos tiempos para la ética? “Se está pidiendo a los intelectuales que tomen partido de una manera incondicional por una idea, por una postura, y eso es la muerte del pensamiento”, critica Narbona. El docente es muy activo en redes sociales, donde comparte sus reflexiones, y en numerosas ocasiones ha recibido ataques por dar su opinión. “Un intelectual debe ser como Sócrates, molesto, impertinente. Me horroriza que se haya perdido la postura que había de consenso, donde tú podías convivir con una persona que opina de otra forma, y donde eras capaz también de superar prejuicios. El papel de la filosofía de ser el de molestar, incomodar, decir lo que nadie quiere escuchar y asumir ciertas cuotas de impopularidad”, defiende.

Linares apunta a que la polarización nace de “no reconocer al otro”, de deshumanizarlo, definirlo en categorías estancas y ser incapaz de dialogar más allá de la ideología. “No existe crítica o una forma de tomar decisiones diferente. Se ve al otro como prescindible, no lo vemos, no existe. La ética no empieza por principios abstractos, empieza en el rostro del otro”, resume. Y Narbona añade que para superar los conflictos deben hacerse concesiones: “A veces dolorosas, a veces injustas, pero casi siempre necesarias. Lo importante es apuntar hacia la convivencia y la filosofía debe aportar el punto de vista autocrítico”.

Para Ugarte, la polarización empieza con uno mismo. “Desde que entras en el colegio el mensaje es que eres lo que consigues, eres tus calificaciones, y si encima logras ser mejor que tus compañeros, fenomenal. Es una sociedad de consumo, con individuos autómatas, aislados y disociados, donde los compañeros ya no son equipo, son rivales. Se empiezan a gestar adultos que se conocen muy poco y no saben asomarse a sus emociones ¿Cómo voy a ser capaz, desde ese estado de hostilidad interno, de empatizar con el otro?”, reflexiona la actriz. Esa falta de autoconocimiento, añade Ugarte, lleva al adolescente y después al adulto a “atrincherarse” en sus ideas y ser incapaz de cambiarlas. Pero no está todo perdido: “El punto de partida [para acabar con] la polarización es dar la vuelta a la cámara y mirar hacia el mundo”.

Tendencias es un proyecto de EL PAÍS, con el que el diario aspira a abrir una conversación permanente sobre los grandes retos de futuro que afronta nuestra sociedad. La iniciativa está patrocinada por Abertis, Enagás, EY, GroupM, Iberdrola, Iberia, Mapfre, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), Redeia, y Santander y el partner estratégico Oliver Wyman.

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