Dar a luz en República Centroafricana, uno de los países del mundo más peligrosos para ser madre
El país alberga una de las tasas de mortalidad materna más altas del planeta. La falta de centros sanitarios y de personal, de ambulancias y hasta de luz eléctrica complican hasta el extremo los partos, en un contexto de recortes de ayuda internacional


En la maternidad de Markounda, en la prefectura de Ouham, al noroeste de República Centroafricana, una mujer yace hecha un ovillo en una habitación a oscuras. De su brazo cuelga un gotero. Tres semanas antes había dado a luz en el mismo lugar a un bebé de 1,3 kilos que nació muerto.
Tres semanas después de la muerte de su bebé, intuyó que algo más no iba bien. Un dolor persistente en el vientre la llevó a volver al hospital de esta localidad situada a menos de tres kilómetros de la frontera con Chad. La ingresaron en el quirófano, inaugurado hacía apenas dos meses ―aún sin personal suficiente― y, al practicarle una punción, descubrieron que tenía sangre acumulada en la cavidad abdominal.
Tras cuatro horas de intervención y después de que no lograran controlar la hemorragia, fue evacuada en ambulancia a la maternidad de Bossangoa, una ciudad a 145 kilómetros de distancia. Un trayecto por caminos de tierra rojiza, plagados de profundos socavones, que puede prolongarse hasta seis horas o más, según las condiciones del terreno. Al llegar allí, la volvieron a derivar a la maternidad de Markounda, donde, finalmente, la pudieron estabilizar con los recursos disponibles.
Su hijo nonato forma parte de la estadística de 32,3 mortinatos por cada 1.000 nacidos vivos en República Centroafricana, según datos recogidos en el informe publicado en 2025 del Grupo Interinstitucional de Naciones Unidas para la Estimación de la Mortalidad Infantil. En España, según el mismo informe, la tasa de mortinatos era de 2 por cada 1.000 nacidos vivos.
Ella, por suerte, sobrevivió. Pero esos kilómetros recorridos de un hospital a otro podrían haber inclinado la balanza hacia el otro lado en uno de los países más peligrosos para ser madre. Su caso ilustra las carencias de un sistema sanitario frágil, erosionado por décadas de conflicto armado e inestabilidad y que en muchos lugares sobrevive gracias al apoyo de organizaciones humanitarias.







“La República Centroafricana es uno de los países donde una mujer tiene más posibilidades de perder la vida al dar a luz. Tenemos aproximadamente 829 muertes maternas por cada 100.000 nacidos vivos”, explica en una entrevista con este periódico Mauricette Deballe, doctora y especialista de Salud de Unicef, una de las ONG que apoya las maternidades en Markounda y Bossangoa. Aunque desde el año 2000 la situación ha mejorado, el país continúa con una de las tasas de mortalidad materna más altas del mundo, tras Nigeria, Chad y Sudán del Sur, según datos de 2023.
El lento progreso en la República Centroafricana podría verse segado por los recientes recortes de los fondos a la ayuda humanitaria. Según las proyecciones para 2030 del último informe Goalkeepers de la Fundación Gates, una reducción del 20% en la ayuda al desarrollo para la salud aumentaría directamente la tasa de mortalidad materna en el país. El peor escenario en cuanto a falta de inversión y deterioro de las condiciones proyecta que esta mortalidad podría dispararse hasta las 1.131 muertes por cada 100.000 nacimientos para 2030.
La mortalidad infantil también es altísima en República Centroafricana, con una tasa de 92,2 muertes por cada 1.000 niños. Además, según el mismo informe de la Fundación Gates, este año será el primero en 25 años en el que aumenten las muertes infantiles en el mundo, en parte por los recortes de la ayuda al desarrollo.
Triajes por la falta de camas
Entre las razones que explican hoy en día la elevada tasa de muertes maternas en el país, Deballe cita la falta de personal cualificado, escasez de medicamentos y de infraestructuras médicas. Debido a los conflictos de las últimas décadas, algunas quedaron destruidas total o parcialmente. Además, en muchas zonas del país no hay suficientes centros médicos y el acceso a los existentes no siempre es fácil, por el mal estado de las carreteras.
“Algunas mujeres se ven obligadas a recorrer muchos kilómetros para poder acceder a la atención sanitaria o dar a luz en buenas condiciones”, añade Deballe, que se encuentra de visita en la maternidad de Bossangoa, centro de referencia para muchas localidades de la zona. La doctora recuerda el caso de una mujer embarazada que llegó un día de madrugada a la maternidad montada en una carretilla. “La cogimos completamente exhausta y falleció”, explica. “Aún me pone los pelos de punta”.

Fuera de la maternidad del hospital de Bossangoa, los familiares de las mujeres esperan a poder visitarlas sentados en esterillas a la sombra. Dentro del recinto, varias pacientes aguardan a ser atendidas. La maternidad, que cada mes atiende unos 200 partos, se reparte en cinco estancias: una farmacia, una sala de partos, una habitación para recuperarse de cesáreas con tres camas y dos grandes salas de hospitalización con ocho camas cada una.
En la sala de partos, el triaje es constante. La maternidad cuenta con dos camillas especializadas y, cuando llegan varios casos a la vez, el personal se ve obligado a priorizar. En este momento, una chica joven descansa sentada en una de las camas de parto. Acaba de tener un aborto. Afortunadamente, ha podido ser atendida en el hospital.
En la otra, una mujer se encuentra acostada, agotada después de dar a luz. “Atendemos entre tres y cinco partos al día y muchas veces hay tres o cuatro casos al mismo tiempo. En ese momento no tenemos otro remedio que colocar a alguna de las mujeres en una cama normal”, explica Franck Koradjim, de 44 años, enfermero-obstetra del área de maternidad. “Es cierto que intensificamos la vigilancia, pero no es lo ideal”, añade.

En la habitación contigua, dedicada a la recuperación tras las cesáreas, se encuentran Regina Namyara, una mujer de 28 años de Bossangoa que dio a luz ayer a su quinto hijo y Elkana Monyoupemna, de 20 años, que acaba de ser madre de su primer hijo. Cuenta que viene de Wanna Bakasa, un pueblo situado a 60 kilómetros. Llegó en una ambulancia que tardó tres horas en llegar a recogerla. Tuvo suerte, porque la maternidad solo cuenta con dos vehículos, una apoyado por la ONG italiana Cuamm y otro dedicado a la maternidad de espera.
“Si tenemos tres casos sucesivos de urgencias o dos casos al mismo tiempo y solo una ambulancia, es difícil [proceder]”, explica Koradjim. “Uno de los problemas sigue siendo tener la capacidad suficiente para referir a estas mujeres a tiempo. En los centros de salud hay números de teléfono para solicitar ambulancias, pero aun así, la transferencia de la mujer embarazada hacia la estructura más adecuada sigue siendo un gran desafío”, añade la doctora de Unicef. Esta falta de transporte puede ser definitoria en el caso de complicaciones como la hemorragia posparto, la principal causa de mortalidad materna en el mundo, representando el 20% de todas las muertes maternas.
Es indispensable que un paciente que sale de una situación grave esté bien vigilada. Y, por supuesto, si no tenemos los medios para hacer ese seguimiento la consecuencia directa podría ser vitalVerlain Kanga Kette, sanitario en prácticas de 25 años
“Aquí [en la sala de recuperación de cesáreas] también se necesitan camas. Cuando surge alguna urgencia, solo nos queda dar prioridad al caso más grave y trasladar a los otros. También necesitaríamos material para observación como monitores multiparamétricos, que puedan medir todas las constantes vitales. Ahora mismo solo contamos con tensiómetros electrónicos”, enumera Verlain Kanga Kette, sanitario en prácticas de 25 años. “Es indispensable que un paciente que sale de una situación grave esté bien vigilada. Y, por supuesto, si no tenemos los medios para hacer ese seguimiento la consecuencia directa podría ser vital”, añade.

“Según la política del Ministerio de Sanidad, una mujer que ha dado a luz debería estar aquí en observación al menos tres días. Debido a las salas y camas limitadas, a veces las enviamos a casa después de dos días, algo que no sería lo normal. Se exponen a riesgos porque estas mujeres deben ser vigiladas”, enfatiza Koradjim.
En las dos salas restantes, mujeres embarazadas y que acaban de ser madres comparten espacio. Cada cierto tiempo el llanto de un bebé rompe el silencio en la habitación donde dormitan varias mujeres. Algunas presentan embarazos o partos patológicos, otras evolucionan con normalidad. No hay separación posible.
En una de las camas, una adolescente reposa con una caja de medicamentos contra la malaria a su lado. Se llama Lecticia Degbanou, tiene 17 años y viene de Oda Kette, una localidad a unos 85 kilómetros. Está en su tercer mes de embarazo. Llegó el día anterior, tras pasar dos días en el centro de salud de su pueblo. Presentaba dolor abdominal y de cabeza. La ambulancia tardó cuatro horas en llegar y otras cuatro en regresar. “El paludismo puede ocasionar un aborto o la muerte del feto dentro del útero. También que el parto sea prematuro y agravar el estado de salud de la madre después de dar a luz”, enumera Koradjim.
Falta de personal
La malaria es solo uno de los múltiples factores que agravan el riesgo durante el embarazo en la República Centroafricana. A ella se suman las infecciones y la falta de seguimiento prenatal. En la maternidad de Markounda, la matrona Mireille Kakobanga, de 52 años, explica que no siempre se logra llevar a cabo todas las visitas que deberían programarse durante el embarazo. Según la OMS, una atención prenatal adecuada, con un mínimo de ocho contactos, “puede reducir las muertes perinatales hasta en 8 por cada 1.000 nacimientos, en comparación con un mínimo de cuatro visitas”.
No sucede por una mezcla de factores, que van desde la distancia hasta otros culturales que hacen que haya mujeres esperen a que el embarazo esté avanzado para acudir a los centros sanitarios. “A veces solo hacen dos o tres consultas y luego vienen al parto”, añade Kakobanga.
Además, no todas las mujeres tienen dinero suficiente para pagarse las pruebas médicas necesarias. Aunque en el país la atención a mujeres embarazadas y niños menores de cinco años debería ser gratuita, en la práctica no siempre es así. La matrona menciona que no todas las pruebas médicas prenatales se cubren. “Deberían hacerse 10. La ONG Première Urgence Internationale financia aquí dos, pero el resto tienen que pagarse”, explica.

Otro de los riesgos para estas mujeres es la falta de personal cualificado. “Solo tenemos una enfermera partera, que actualmente se encuentra en Bangui renovando su contrato. Además de ella, solo hay matronas. No tenemos una partera asistente ni tampoco un asistente de salud [centrado solo en] el servicio de maternidad”, asevera en su despacho el doctor Francis Kpekra Vogala, médico de 33 años y director del hospital de Markounda.
Operamos sin anestesista. Mientras realizo la intervención, también debo orientar a la persona que está a mi lado, que es quien administra la anestesiaFrancis Kpekra Vogala, médico de 33 años y director del hospital de Markounda
Él es el único médico del centro. Junto a un enfermero y un asistente de salud, atienden el resto de áreas y también completan los huecos necesarios en la maternidad. “Operamos sin anestesista. Mientras realizo la intervención, también debo orientar a la persona que está a mi lado, que es quien administra la anestesia. Así es como trabajamos y, gracias a Dios, hemos salido adelante”, añade. República Centroafricana tiene, según datos de la Organización Mundial de la Salud, una tasa de 0,74 médicos por cada 10.000 habitantes.
“Formamos sobre la marcha [aquí en el hospital] a las matronas”, relata Prevost Bathoko, de 36 años y único enfermero del hospital. “A veces son personas que se formaron como socorristas o agentes de salud comunitarios. El Estado no tiene la capacidad de enviarnos suficiente personal cualificado, y tratamos de darles conocimientos básicos sobre atención del parto. Y si hay algo que los sobrepasa, les decimos que no duden en pedir ayuda… Porque el objetivo es evitar muertes maternas", añade.
La atención neonatal también es deficiente en la maternidad. “Hay muchos casos de neonatos aquí, pero no tenemos material para atenderlos. Nos faltan incluso catéteres pediátricos y a veces no podemos hacer nada. Entonces hay que remitir al bebé [a otro centro] pero a veces la familia no tiene medios [económicos] para ir. Y eso provoca complicaciones”, explica Kakobanga.

Otras veces, falla lo más básico. Son las cuatro de la tarde y el pabellón se encuentra en penumbra. El centro se ha inaugurado recientemente pero la instalación eléctrica con paneles solares no funciona bien. “Durante el día tratamos de usar la luz natural. Porque si enciendes la luz por el día puede que no tengas para la noche y es entonces cuando suceden muchos partos”, dice Bathoko. Aunque a veces, añade, también se producen problemas eléctricos de noche. “La luz es capital”, enfatiza.
Soluciones en medio de la escasez
El funcionamiento de muchas maternidades en el país depende en gran medida del apoyo humanitario. Las ONG financian medicamentos, ambulancias, combustible y material médico básico para hacer frente a la escasez y falta de inversión en sanidad del Gobierno. En 2023, el gasto público per cápita en sanidad en República Centroafricana fue de 7 euros por habitante. En España, por ejemplo, fue de 2.187 euros en 2024.
Las ONG también apoyan los hospitales y centros de salud e impulsan estrategias como las clínicas móviles o las llamadas “maternidades de espera”, espacios donde las mujeres con embarazos de riesgo pueden alojarse antes del parto para evitar traslados de última hora. En la maternidad de Bossangoa pronto se inaugurará la primera del país, financiada por la Unicef y la fundación Eleva.
Prácticamente, el 48% de las mujeres de la República Centroafricana dan a luz en la comunidadMauricette Deballe, doctora y especialista de Salud de Unicef
“Antes, si una mujer tenía un problema para dar a luz, por ejemplo porque su pelvis es demasiado pequeña, lo que puede ocurrir si es muy joven, debía trasladarse largas distancias, a veces hasta 90 kilómetros e incluso de noche, sin los medios adecuados de transporte”, explica Deballe, que incide en que lo ideal sería poder tener más maternidades de espera en el país.
Otra de las claves para reducir la mortalidad materna dentro de este sistema tan frágil es el papel de las matronas tradicionales, que se encuentran en la primera línea de atención a las futuras madres. “Prácticamente el 48% de las mujeres de la República Centroafricana dan a luz en la comunidad, con comadronas tradicionales”, resume la doctora de Unicef.
“Tenemos matronas comunitarias que fueron capacitadas en la ciudad de Boguila, a las que les explicamos que cuando detectaran casos complicados en sus comunidades los remitieran a un hospital. Gracias a estas mujeres, los casos de muertes maternas han descendido”, explica la matrona de la maternidad de Markounda. “Ahora aquí tenemos un quirófano, pero el mejor factor para reducir las muertes maternas es concienciar a las mujeres para que vengan al hospital y den a luz aquí”, finaliza.
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