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El viaje de Ahmed Ajour a un centro de distribución de ayuda en Gaza: “Nos apuntaban con el láser y disparaban a la gente”

Centenares de gazatíes han fallecido tratando de conseguir comida en una Franja devastada, donde el bloqueo de Israel hace que la ayuda entre con cuentagotas y no se distribuya de forma segura. Solo en julio al menos 24 niños menores de cinco años murieron de hambre, según la OMS

El gazatí, Ahmed Ajour, en el campo de refugiados de Nuseirat, el 2 de agosto de 2025, días después de regresar de uno de los puntos de distribución de comida en Rafah, en el sur.

Cuando la gente empezó a desmayarse de hambre a su alrededor, Ahmed Ajour, de 21 años, miró a su padre, herido durante la guerra, a su madre y a sus dos hermanos pequeños, todos dependientes de él, y supo que no tenía opción. Los mercados de Nuseirat, campo de refugiados del centro de Gaza donde vive la familia, están prácticamente vacíos y lo poco que se encuentra, tiene precios que la inmensa mayoría de la población no puede pagar.

La única posibilidad de este joven palestino era ir al sur y llegar hasta uno de los puntos de distribución de comida de la controvertida y opaca Fundación Humanitaria de Gaza, orquestada por Estados Unidos e Israel con el deseo de sustituir al sistema humanitario liderado por las Naciones Unidas. Según la ONU, al menos 875 palestinos hambrientos han fallecido violentamente en las últimas semanas mientras buscaban comida, la mayoría tiroteados por el ejército israelí en estos centros de distribución de ayuda. Son cifras de mediados de julio y desde entonces los incidentes con víctimas mortales han aumentado. El Ministerio de Sanidad de Gaza calcula que los muertos en estos puntos de reparto superan los 1.380 desde finales de mayo. El viernes, la ONG Human Rights Watch acusó a Israel de crimen de guerra por estas muertes.

El lunes 28 de julio, a las dos de la tarde, Ajour emprendió su viaje junto a otros cuatro amigos, convencidos de que ir en grupo es la mejor forma de protegerse. Juntos, caminaron hasta la rotonda Al Nouri, de ahí al Hospital Americano de Nuseirat y después tomaron varios coches, que les acercaban poco a poco a su destino, situado a unos 25 kilómetros. Cuando llegaron al barrio de Al Saudi, en Rafah, les faltaban aún cuatro kilómetros para alcanzar su objetivo, lugares a los que los palestinos ya llaman, sombríamente, “trampas de la muerte”. Los recorrieron a pie.

“El que llega primero, se lo lleva, el que está más cerca, sobrevive. No hay organización, ni dignidad”, afirma Ajour, en cuyo relato hay escenas que tienen que ver muy poco con una distribución de ayuda humanitaria.

Según cifras publicadas el pasado martes por la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (IPC, por sus siglas en inglés), el principal sistema mundial para medir la intensidad del hambre, Gaza vive el peor escenario posible de hambruna, ya que el acceso a los alimentos se ha desplomado a niveles sin precedentes en las últimas semanas. Más de 20.000 niños famélicos han acudido a los centros médicos que siguen abiertos y de ellos 3.000 estaban gravemente desnutridos.

La Organización Mundial de la Salud calcula que en julio murieron de hambre al menos 63 personas en Gaza, de las cuales 24 eran niños menores de cinco años. Según cifras gazatíes, entre los más de 60.000 muertos causados directamente por el conflicto, hay cerca de 150 víctimas por inanición.

Los palestinos se reúnen en un punto de distribución de ayuda en el corredor de Gaza Zikim el 30 de julio de 2025.Foto: Europa Press | Vídeo: EPV

“Sal y cajas vacías”

Este informe sobre el hambre afirma, además, que 9 de cada 10 hogares han asumido riesgos para obtener alimentos o los han rebuscado entre la basura. Como Ajour y sus acompañantes. Cuando los jóvenes llegaron cerca de los puntos de distribución, el pasado lunes, los peligros se multiplicaron. El ejército israelí había establecido un puesto de control a un kilómetro del lugar, usaba altavoces para dar órdenes y disparaba tiros de advertencia, granadas de sonido y gas pimienta para dispersar a la multitud. “Nos acercábamos, nos obligaban a retroceder y volvíamos a intentarlo una y otra vez. Yo avanzaba unos metros y luego daba media vuelta. Nos apuntaban con el láser y disparaban a la gente”, detalla.

Tras tres intentos fallidos y un esprint final de 700 metros, llegó al centro de reparto, pero solo encontró “sal y cajas vacías”. El viaje de vuelta fue aún peor que el de ida, sobre todo el momento de atravesar el barrio de Al Saudi, hasta la calle de Al Nasr, donde, en medio de la oscuridad, había gente armada que controlaba tramos de la carretera y robaba comida.

“[Íbamos por] una zona llamada Fish Fresh, totalmente a oscuras y atravesando terrenos baldíos. Había grupos con armas de fuego o herramientas afiladas que detenían los coches y las carretas que salían del dentro de distribución”, recuerda. A él lo amenazaron con un cuchillo, pero se marcharon rápidamente cuando vieron su pobre botín.

El sistema de seguridad en Gaza ha colapsado en estos dos últimos años, debido a la violencia sin tregua, a los desplazamientos masivos y a la destrucción de las infraestructuras, entre ellas comisarías y edificios gubernamentales. El vacío que se ha creado, sumado a la situación desesperada de la mayoría de la población, hacen que en algunos momentos y lugares, como los centros de reparto de comida, prevalezca la ley del más fuerte.

Muhammad al Atta, abogado y activista comunitario, explica, por ejemplo, que el pasado martes presenció un saqueo de camiones de ayuda en el paso fronterizo de Zikim, en el norte de Gaza. Según relata, en un principio, grupos de palestinos, pertenecientes a diferentes facciones, se habían organizado para preservar los cargamentos. Pero entonces, los israelíes bombardearon el lugar y una decena de personas murieron tiroteadas, según agencias de noticias citando a fuentes médicas locales. El ejército israelí insistió en que no se permitiría salir a los camiones a menos que la seguridad palestina se retirara por completo. Los representantes de la Cruz Roja finalmente ordenaron a los equipos que se marcharan y entonces se desató el caos y una multitud desesperada se abalanzó sobre los camiones.

Todo esto ocurrió la misma semana en que Israel anunció la entrada en vigor de “pausas humanitarias” y “rutas seguras” en la Ciudad de Gaza, Deir el Balah y Al Mawasi con el objetivo oficial de facilitar la llegada de la ayuda a civiles.

Un grupo de palestinos carga sacos de harina tras una distribución de ayuda humanitaria en Rafah, al sur de la Franja de Gaza, el 31 de julio de 2025.

Crear el caos

Mahdi Hamdan, asesor del ministro palestino encargado de la Ayuda Humanitaria, acusa a Israel de “crear deliberadamente un contexto de inseguridad que fomenta la proliferación de bandas”. Según Hamdan, los camiones deben atravesar corredores abarrotados de personas desplazadas, sin protección real ni pasos seguros. “Las bandas controlan ahora determinadas zonas, interceptan los camiones, se apoderan de la carga y la venden en los mercados a precios exorbitantes que los civiles hambrientos no pueden pagar”.

Israel ha acusado al movimiento islamista Hamás, en el poder en Gaza, de “estar utilizando fotos de niños enfermos para impulsar la narrativa de la hambruna y culpar a Israel”. El COGAT, organismo encargado de coordinar, entre otros, la entrada de la ayuda humanitaria en Gaza, publica en redes sociales diariamente el número de camiones que entran y su contenido. “Seguiremos ampliando nuestros esfuerzos para facilitar ayuda humanitaria a la población civil de Gaza”, afirmó en un mensaje en X.

Antes de la guerra, en Gaza, sometida a un bloqueo israelí desde 2007, entraban diariamente unos 500 camiones de ayuda humanitaria. Hamdan estima que la Franja necesita ahora al menos 1.500 camiones diarios, una utopía en este contexto, aunque las organizaciones internacionales recuerdan que la ayuda existe, que hay al menos 6.000 camiones cargados esperando a poca distancia y solo se necesita que Israel permita su entrada y garantice una distribución segura.

El derecho internacional humanitario condena el hambre como arma de guerra y que se prive a la población civil de bienes indispensables para su supervivencia.

Amjad al Shawa, director de la Red de ONG Palestinas en Gaza, considera que las fuerzas israelíes obstaculizan de manera consciente la entrada de la asistencia humanitaria con retrasos e inspecciones exhaustivas que pueden durar días. “La ocupación israelí perpetúa deliberadamente el caos”, afirma.

Para Al Atta, el abogado y activista que fue testigo del saqueo del convoy esta semana, incluso los lanzamientos aéreos de comida son peligrosos. “Antes, la ayuda se lanzaba en zonas desiertas, pero ahora no hay espacio libre porque las tiendas de campaña cubren cada centímetro de tierra y las carreteras. La ayuda cae al mar, aterriza en zonas militares o cae sobre la cabeza de la gente, lo cual provoca heridos”, describe.

En los últimos días, España, Emiratos Árabes, Jordania, Francia y Alemania utilizaron este método para hacer llegar comida a Gaza, con el visto bueno de Israel, que autorizó este tipo de ayuda, pese a las críticas de organizaciones humanitarias.

“Si existe voluntad política para permitir los lanzamientos aéreos, que son altamente costosos, insuficientes e ineficientes, debería haber una voluntad política similar para abrir los pasos terrestres”, dijo el viernes el comisionado general de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés), Philippe Lazzarini.

Mientras ese momento no llega, Mahmoud Abu Ghali, desplazado del campo de refugiados de Yabalia, en el norte, a Ciudad de Gaza, mira a sus dos hjos de dos años y tres meses y cada día debe tomar decisiones complicadas y peligrosas para tratar de volver con algo de comida para ellos. “Me miran como si yo pudiera darles todo, pero la verdad es que ni siquiera puedo traerles pan para que lo mojen en agua y puedan comer”, dice, con la voz quebrada.

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