Un nuevo asentamiento arraiga en una plaza tras el desalojo del B9: “¿De verdad pensaban que íbamos a desaparecer?"
La policía local conmina al centenar de personas acampadas a abandonar el lugar bajo la amenaza de una intervención policial


El B9 es como la energía: no desaparece, se transforma. El Ayuntamiento de Badalona logró desalojar el miércoles, después de más de dos años, un antiguo instituto de enseñanza público en el que llegaron a convivir más de 400 personas, la mayoría migrantes de origen subsahariano. El solar ya está vacío, vallado, protegido y a disposición del consistorio para que construya una comisaría. Pero las personas que lo ocupaban no se han evaporado. Muchas ni siquiera se han marchado de Badalona, como deseaba el alcalde Xavier Garcia Albiol (PP), sino que siguen en la ciudad. Más aún: permanecen a escasos veinte metros del que fue su hogar, en un nuevo asentamiento, éste al aire libre, que han levantado en una plazoleta entre bloques de viviendas. En ese nuevo B9 sin techo han pasado la noche de este jueves, protegidos por tiendas de campaña, un centenar de personas.
La imagen de la plaza al anochecer es desoladora. Algunos migrantes se protegen del frío alrededor de una hoguera. Otros pasean entre las tiendas de campaña que les han prestado. Los hay que regresan de recoger chatarra, principal ocupación de buena parte de los miembros de este colectivo, muchos de ellos en situación irregular en España. Younouss, un electricista senegalés que ejerció cierto liderazgo en el interior del B9 como portavoz y mediador, contempla la escena con resignación e insiste en una idea que ha repetido en los últimos meses, a medida que las resoluciones judiciales iban haciendo cada vez más inminente el desalojo. “¿De verdad pensaban que echando a la gente íbamos a desaparecer? Pues no. Mira esto. ¿Qué es esto? Es una vergüenza. Y no va a parar hasta que haya una solución por parte de la administración”, cuenta.
A primera hora de la mañana de este viernes, agentes de la policía local de Badalona se han presentado en la plaza para conminar a los acampados a levantar las tiendas de campaña. Lo han hecho bajo la amenaza de una intervención de la Brigada Móvil, los antidisturbios de los Mossos d’Esquadra. Los agentes han dicho que pueden continuar en la plaza, pero siempre y cuando desmonten las tiendas de campaña y apaguen las hogueras para que los equipos de limpieza puedan intervenir. Les han dado un límite temporal para hacerlo: las 10 de la mañana. La tensión es máxima la mañana de este viernes en la plaza. Los colectivos que apoyan a los migrantes están intentando mediar con la idea de levantar las tiendas para no perderlas (son su único techo) y evitar que el conflicto escale.

El miércoles, cuando el desahucio estaba a punto de completarse y los Mossos se preparaban para devolver la posesión del recinto al Ayuntamiento, Albiol compareció ante los medios para celebrar el triunfo. Dijo que, en los días previos, 150 personas se habían marchado ya del B9 y estaban fuera de Badalona, y prometió que no iba a permitir que el resto se instalasen en otros locales o en la calle. “Vamos a seguir con los controles necesarios para no permitir que nadie acampe en las calles de Badalona”, dijo, y añadió que “cualquier tentativa” de ocupar la calle iba a quedar “abortada de manera inmediata”.
Pero las advertencias de Albiol de cortar cualquier asentamiento informal sin dilaciones no se están cumpliendo. Consultadas por esa circunstancia, fuentes municipales recuerdan que “la situación ha pasado de 400 ocupantes en el B9 a una cuarentena de personas en una plaza”, según la cifra que maneja el consistorio. “Además”, agregan las mismas fuentes, “los 350 restantes ya no están en Badalona”. El Ayuntamiento asegura que está “hablando con la Generalitat para normalizar la situación” del asentamiento callejero “en los próximos días”.

“Están peor que en el instituto”
Mientras tanto, este jueves los ocupantes expulsados del B9 han pasado su segunda noche al raso en una plaza del barrio de Sant Roc, observados con curiosidad por los vecinos que viven en destartalados edificios de protección oficial. Una familia gitana se asoma por la ventana de su piso, en unos bajos: “Pobres chicos. En el instituto no debían estar muy bien, pero por lo menos tenían un techo. Ahora están peor. Los han dejado en la calle con el frío. Hay algunos que están mal de la cabeza, pero no son mala gente”, cuenta el padre de la familia.
En esa idea, la de que se ha pasado de lo malo a lo peor, coincide Idriss, guineano de 42 años. El B9 se convirtió en el mayor asentamiento de migrantes de Cataluña. Era un lugar precario, pero los ocupantes lo hicieron suyo: consiguieron electricidad y agua, habilitaron espacios comunes como un bar, convirtieron las aulas en habitaciones… De esas condiciones durísimas de una infravivienda han pasado a las condiciones aún más duras de no tener un techo bajo el que guarecerse. Y lo han hecho sin que ninguna administración les ofrezca una alternativa. El Ayuntamiento de Badalona ha dejado claro que no piensa invertir “ni un euro” en vivienda para estas personas y anunció que solo ha dado un recurso “temporal” a 17 de los residentes.

Como Younouss, Idriss también observa la escena de miseria que le rodea. “Esto es inhumano, una vergüenza. La mayoría es gente vulnerable que no sabe cómo salir adelante”, cuenta el hombre, que está en contacto con entidades sociales para buscar ayuda, sobre todo par las personas (no son pocas) con problemas de salud mental. Para los exocupantes del B9, no hay por ahora un plan definido. Los que se marcharon días antes del desalojo se han buscado la vida como ha podido: en otros asentamientos, en la calle, en localidades cercanas... Los que quedan siguen esperando que surja alguna opción, conscientes de que, a medio plazo, la acampada es inviable.
Idriss asegura que, mientras no haya una solución, los migrantes seguirán acampados frente al B9 porque no pueden desaparecer sin más. Confiesa que muchos andan ya en busca de otras naves o locales que ocupar en Badalona (algo que Albiol también ha dicho que va a evitar que ocurra), pero por ahora no tienen nada a la vista. La sensación es de desamparo, de abandono institucional absoluto. “No es solo Albiol. A los políticos les damos igual”.
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