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Los infartos cerebrales son ya la primera causa de muerte en siete países de África

Pese a la elevada incidencia de los ictus, organizaciones sanitarias y de pacientes alertan de fallas en la prevención, atención y rehabilitación

Infartos cerebrales en África
Ana Puentes

Era cuestión de tiempo que el ruandés Joseph Rukelibuga sufriera un derrame cerebral. El accidente cerebrovascular llegó el 20 de junio de 2016 a las cuatro de la madrugada, cuando dormía en casa. Pero, durante años, su cuerpo había vivido con diabetes e hipertensión. Él lo sabía, porque ambas enfermedades se las diagnosticaron por casualidad, en 2007, cuando tuvo que hacerse unos exámenes médicos para comenzar un nuevo trabajo. “Sabía que tenía factores de riesgo, pero nunca nadie me dijo que me podía dar un infarto cerebral. Y pasó inesperadamente cuando tenía 57 años”, relata a EL PAÍS desde Kigali, en una llamada telefónica.

En Ruanda, los accidentes cerebrovasculares son la primera causa de muerte (hay 55,8 fallecimientos entre cada 100.000 habitantes), según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). No obstante, es una enfermedad infradiagnosticada en el continente. Los pacientes no siempre llegan al centro de salud por desconocimiento, miedo al estigma o porque no hay instalaciones sanitarias especializadas a las que puedan acudir. Un estudio publicado en 2021 alertaba de que por cada caso “clínico” detectado, había unos cuatro accidentes cerebrovasculares ocultos.

Los que sobreviven, explica Rukelibuga, quedan a merced de un sistema sanitario sin suficientes servicios de rehabilitación y, por tanto, con menos posibilidades de tratar posibles discapacidades. Lo sabe porque, aunque él corrió con la suerte de recibir medicamentos y fisioterapia para tratar la parálisis que le afectó el lado izquierdo del cuerpo, a la fecha sigue sin recibir atención logopédica ni rehabilitación neurológica. En esos años de visitas a centros sanitarios, además, conoció a otros ruandeses que habían corrido peor suerte. “Hay personas que ni siquiera saben que han tenido un infarto cerebral y temen contactar a un doctor. Además, el estigma es muy alto entre los sobrevivientes, por la discapacidad que queda“, explica. Y añade: “Algunos pierden su trabajo. Otros venden sus bienes para recibir atención médica. Y esto se convierte en una fuente de pobreza para las familias”. Una más en un país en el que la mitad de la población sobrevive con 2,15 dólares (1,9 euros) al día.

Esta misma historia la contó el pasado 9 de abril, a través de un vídeo transmitido, durante el lanzamiento de la Coalición Global de Acción contra el Ictus. El movimiento, convocado por la World Stroke Organization (Organización Mundial del Ictus), busca aliar a organizaciones de todo el mundo, científicos y pacientes para alertar a los organismos internacionales y gobiernos nacionales de las inversiones que deben hacer para reducir la incidencia de esta enfermedad. Rukelibuga pidió un compromiso real para la prevención, atención y rehabilitación de los accidentes cerebrovasculares en su país y en su región. Él, además, será parte de la coalición con su organización Stroke Action Rwanda, que fundó en 2019 para apoyar a supervivientes de accidentes cardiovasculares en su país. La ONG brinda orientación para acceder a servicios de rehabilitación, coordina grupos de apoyo emocional y sensibiliza sobre factores de riesgo.

Para el fundador de Stroke Action Rwanda es urgente actuar en el continente africano, donde, en la mitad de países, los accidentes cerebrovasculares están entre las tres primeras causas de muerte. En siete ―Yibuti, Eritrea, Ghana, Madagascar, Ruanda, Santo Tomé y Príncipe y Senegal― es lo que más mata a sus habitantes. Se calcula que en África hay más de 300 nuevos infartos por cada 100.000 personas cada añoen España son 187― y una mortalidad del 84% en un plazo de tres años. Hay, incluso, estudios que demuestran que regiones de África tienen mayor incidencia de infartos cerebrales que la media mundial. Por ejemplo, en el sur de Nigeria, se han llegado a detectar tasas de 1.460 casos por cada 100.000 habitantes, cuando la prevalencia mundial es de unas 1.300. Y, en general, de los 12 millones de nuevos ictus que hay cada año, un 70% de los desenlaces mortales y un 87% de los casos con discapacidad ocurren en países de bajos y medianos ingresos.

Somos quienes sabemos más qué nadie sobre infartos cerebrales, podemos brindar nuestros testimonios y facilitar evidencias que apoyen la creación de políticas públicas
Joseph Rukelibuga, fundador de Stroke Action Rwanda

Sheila Martins, copresidenta de la recién nacida coalición, asegura que desde la World Stroke Organization ha habido una apuesta en los dos últimos años para trabajar en África con un modelo inicial “para crear atención básica y unidades de ictus en los centros de urgencias”. El proyecto se ha aplicado en Etiopía y Tanzania y hay evaluaciones para aplicarlo en otros 10 países africanos. “El objetivo es organizar los servicios en esos países y conseguir donaciones de medicamentos para iniciar el tratamiento trombolítico”, detalló Martins.

Rukelibuga, sin embargo, lamenta que poco ha cambiado en Ruanda desde el año en que él tuvo su infarto. Por eso, busca alianzas para que sean los sobrevivientes quienes cambien la suerte de los futuros afectados. “Somos quienes sabemos más que nadie sobre infartos cerebrales, podemos ofrecer nuestros testimonios y facilitar evidencias que apoyen la creación de políticas públicas”, dice. Actualmente, busca financiamiento para un proyecto ―que su organización desarrolló― para la construcción de un centro de rehabilitación física, cognitiva y psicológica para sobrevivientes en el distrito de Gasabo, en la capital ruandesa.

Poca información, pocas políticas públicas

Desde Sudáfrica, Pamela Naidoo, directora de la Fundación del Corazón y los Accidentes Cerebrovasculares de Sudáfrica, también buscar llamar la atención de las organizaciones internacionales. “Recibimos financiación y apoyo gubernamental para enfermedades transmisibles como la tuberculosis, pero no se destinan recursos suficientes para las enfermedades no transmisibles, pese a que se sabe que su coste para el sistema aumenta con el tiempo”, afirma la especialista en salud pública, en una entrevista por videollamada.

Naidoo lleva años monitoreando los infartos cerebrales en el continente. Es una necesidad, explica, pues no se ha investigado lo suficiente sobre esta enfermedad en África ni sus factores. Otro problema, agrega, es que los países no tienen suficientes datos sobre los accidentes cerebrovasculares. Esto conduce a que los gobiernos no tengan una buena base para trazar metas e inversiones en políticas públicas. En 2021, Naidoo, junto a varios colegas, publicó un estudio que alertaba del gran infradiagnóstico de la enfermedad y de que había “lagunas en la comprensión del ictus en África”. También advirtieron de que una vez que ocurría, los pacientes tardaban una media de 31 horas en ingresar a un hospital.

Si vas a una economía occidental que cuenta con los mejores estándares, tendrás un equipos con un neurólogo, un logopeda, un terapeuta ocupacional, un psicólogo y un profesional en salud mental. Esa cohesión en la atención no existe en África
Pamela Naidoo, directora de la Fundación del Corazón y los Accidentes Cerebrovasculares de Sudáfrica

Naidoo, en conversación con EL PAÍS, también resalta que la prevención es un problema regional. Si bien hay factores congénitos que pueden llevar a una persona a tener un infarto, un 70% de los factores de riesgo son modificables, de acuerdo con la experta. De los 10 factores modificables reconocidos a nivel internacional, agrega, es clave tratar la hipertensión, el alto consumo de sal, el sedentarismo y el consumo de tabaco y alcohol. El problema es que la gente ni siquiera se ha enterado de que padece estos factores de riesgo ―solo el 50% de las personas que tienen hipertensión lo saben, dice el estudio de Naidoo―, y no hay disponibilidad suficiente de medicamentos para tratar esas preexistencias.

En esta conversación sobre el ictus también aparece la rehabilitación como un problema no resuelto. “Si vas a una economía occidental que cuenta con los mejores estándares, tendrás equipos con un neurólogo, un logopeda, un terapeuta ocupacional o un psicólogo. Esa cohesión en la atención no existe en África”, lamenta Naidoo.

La próxima oportunidad para avanzar en la prevención y tratamiento de los ictus será en septiembre, durante la Cuarta Reunión de Alto Nivel de la Asamblea General de la ONU sobre enfermedades no transmisibles. Durante el encuentro, los expertos africanos en infartos cerebrales buscarán que los organismos internacionales y los gobiernos locales atiendan una enfermedad prevenible que golpea el continente a sus anchas.

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Sobre la firma

Ana Puentes
Periodista colombiana en la sección Planeta Futuro. Antes, trabajó en El Tiempo (Colombia), donde cubrió Bogotá y temas de ciclismo urbano. En EL PAÍS también escribió en la sección Madrid y en la delegación de Colombia. Es máster de Periodismo UAM - EL PAÍS e integrante de la Red LATAM de Jóvenes Periodistas.
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