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La brújula europea
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los caballeros inexistentes y la supervivencia del modelo europeo

Europa sufre un asalto que busca manipular las mentes hasta aniquilar el pensamiento propio. La defensa ante ese ataque importa más que las trincheras militares o comerciales

El emperador Carlomagno pasaba revista a sus paladines en medio de una gran campaña militar contra los enemigos musulmanes cuando llegó hasta un caballero con una armadura blanca impoluta, Agilulfo dei Guildiverni. A diferencia de sus compañeros, este no levantó su celada ante el gran rey. Preguntado por el soberano porque no mostraba su rostro, el caballero respondería:

-Porque yo no existo.

Dentro de la armadura no había nada material, no había un cuerpo.

Carlomagno preguntó entonces a Agilulfo cómo podía prestar servicio militar sin existir.

-Con la fuerza de voluntad, ¡y con la fe en nuestra santa causa!, respondería el paladín.

Así empieza ‘El caballero inexistente’ de Italo Calvino, publicado en 1959.

Una posible interpretación de la fábula inventada por el escritor es que sea una metáfora de un tiempo en el cual los individuos no ejercen un verdadero libre albedrío, sino que actúan totalmente condicionados por la influencia externa. Agilulfo encarna -sin carne- el espíritu de un tiempo, sus clichés y sus rituales. Es símbolo de un hombre robotizado que cumple los mandatos sin espíritu crítico. En un pasaje revelador, dirá: “me atengo estrictamente a las disposiciones”. “Hazlo tú también y no te equivocarás”, recomendará al joven Rambaldo.

Esta interpretación de la metáfora merece especial atención en este tiempo en el cual la manipulación del pensamiento de las personas se produce a través de mecanismos de una sofisticación aterradora. El intento existe desde el mundo antiguo, pero los medios contemporáneos otorgan un potencial luciferino al asunto, por alcance, precisión, eficacia.

En estas andamos los europeos, expuestos a unas campañas feroces para condicionar nuestro pensamiento. El trumpismo quiere destruir la UE y promover a sus adláteres nacionalpopulistas europeos. Para ello necesita manipular las mentes a través de las grandes plataformas digitales. Por ello, sanciona a quienes promueven acciones de control y de comprobación de hecho, alegando que se trata de acciones represoras de la libertad. Se critica un supuesto Leviatán público que asfixia la libertad privada. El objetivo real es inhibir la acción que contenga el ascenso de los leviatanes digitales que favorecen su proyecto político. Curiosamente no se notan muchas sanciones de Washington contra autoridades rusas, que aplastan sin contemplaciones la libertad de expresión y bloquean sin sonrojo y por completo esas mismas plataformas. Ahí no hay fact-checking, sino prohibición. Pero da igual, porque la manipulación de las mentes rusas no le interesa al trumpismo. De ello, por otra parte, ya se ocupa a tope el Kremlin, que además hace lo que puede para manipular las nuestras también, precisamente a través de las plataformas que Washington quiere que puedan actuar sin control.

Es un asalto. El objetivo es intoxicar el pensamiento de los europeos y destruir la UE.

Ante las sanciones a Thierry Breton y otros, esta vez ha habido respuestas dialécticamente firmes de autoridades europeas. Convendría, sin embargo, una represalia conmensurada a la medida en el plano de los hechos.

La gravedad de este asalto existencial que procede de fuera con el apoyo de caballos de Troya no debería hacer olvidar otro plano, aquel de la ofuscación que dentro de Europa promueven fuerzas tradicionales en una óptica de partidismo a veces miope, otras miserable. Retumban los tambores políticos que llaman a la lucha como las tropas de Carlomagno, y en ese aliento no cabe mucho pensamiento propio, menos todavía crítica, ni hablar de considerar que, en algunos aspectos, los presuntos enemigos contra los cuales se exhorta a la ofensiva son los únicos aliados con los cuales repeler con éxito el asalto exterior anteriormente descrito.

Este segundo plano complica aún más una defensa ya de por sí difícil. Porque en el espacio digital, hoy esencial en la conformación del pensamiento de las personas, no disponemos ni del software ni del hardware necesario. No disponemos de grandes plataformas de redes sociales, buscadores, vendedores; no contamos con los activos materiales de centros de datos y nubes de computación de hiperescala; no estamos en la vanguardia de la innovación.

No contamos por tanto con los activos materiales e inmateriales que marcan la vida digital de las personas, un espacio existencial en el cual prácticamente todos nos vemos succionados con cada vez mayor intensidad, especialmente los jóvenes, a menudo convencidos de estar surfeando una ola cuando está siendo arrastrados por un tsunami. Es el tsunami quien configura vidas, no el surfero.

Pienso luego existo, nos dice Descartes. ¿Cuánto existimos si nuestro pensamiento está radicalmente manipulado? ¿Cuánto existiremos si el pensamiento se atrofia porque subcontrata funciones de forma sistemática a las máquinas? ¿Cuántos caballeros y damas inexistentes hay ya entre nosotros, dispuesto a combatir con la fuerza de una voluntad que no es propia, ateniéndose a disposiciones que no cuestionan? Conviene ponerse estas preguntas. Quién escribe se las pone, para sí mismo, y sus hijos que se acercan a la edad adulta.

La duda como método es otra enseñanza fundamental de Descartes.

Dudar, en este tiempo, es una forma de rebelión. Esa rebelión es el pilar de la resistencia frente al asalto. El pensamiento propio es la forma de lucha más eficaz ante la lucha sin pensamiento propio.

Por ello, los europeos no deben ceder ni un milímetro en la regulación del entorno digital. Ceder en el terreno del comercio y tragarse unos aranceles del 15% acarrean un cierto daño pecuniario, pero no la pérdida del alma. Retroceder en el terreno de la lucha contra la manipulación de las mentes es un riesgo letal. De poco valdrá resistir en trincheras militares o comerciales si luego, desde dentro, nos evaporamos.

Para ello necesitaremos no retroceder en la regulación, avanzar en la innovación y en la constitución de activos digitales europeos. Airbus, por ejemplo, ha emitido señales esta semana de querer migrar a una nube computacional europea desmarcándose del generalizado uso de aquellas de los gigantes estadounidenses. El movimiento del sector empresarial es fundamental para generar un nuevo ecosistema.

Pero el inicio y el fin de todo son los individuos. El joven Rambaldo, que pronto y con desazón comprendió que “todo iba adelante según rituales, convenciones, fórmulas” -que hoy serían las tradiciones invocadas por los retrógrados y los algoritmos- no sucumbió a esa petrificación, mantuvo vivo el latido de su corazón.

Intentan anestesiarnos, y hacer desaparecer un modelo, que es el que va del derecho romano al renacimiento, y de ahí a la ilustración a la declaración universal de los derechos humanos hasta la constitución de la UE como proyecto paz. Hay que mantener vivo el latido, mantener un cuerpo dentro de la armadura, una mirada propia debajo de la celada.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS. Autor de la columna ‘La Brújula Europea’, que se publica los sábados, y del boletín ‘Apuntes de Geopolítica’. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Autor del ensayo ‘La era de la revancha’ (Anagrama). Es máster en Periodismo y en Derecho de la UE
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