Mi libro del año es de 1977
Viajar con ‘Ana no’, de Agustín Gómez Arcos, es recorrer la España de un pasado que sigue presente y de un presente reacio al futuro


Los mejores libros no siempre encuentran el podio cuando se publican, sino que viajan lastrados por silencios que se imponen con más fuerza que el vigor interno que los impulsa. Silencios opresivos, silencios de dictadura, silencios obligados que, por fortuna, no logran sepultar para siempre lo que molesta al poder. Aquí hemos conocido demasiados.
Ocurrió con Manuel Chaves Nogales, exiliado en Londres durante el franquismo, que solo hemos recuperado en toda su dimensión en plena democracia. Y ha ocurrido ―está ocurriendo― con Agustín Gómez Arcos, un almeriense que encontró en Francia y en la lengua francesa el hogar y el reconocimiento que le negó el franquismo. Tenemos que leer a Gómez Arcos.
Dramaturgo brillante, homosexual en tiempos de delito, ganó dos veces el Premio Nacional Lope de Vega o, mejor dicho, recibió dos veces la llamada que le anunciaba el galardón, para conocer días después que el jurado se retractaba y lo consideraba desierto. El serrucho de la dictadura le cortaba una y otra vez las alas. Lo narra Un hombre libre, documental de Laura Hojman imprescindible para conocer su historia, que es también la de nuestro país, esa que se susurraba y no se reconocía. Alma de creatividad explosiva, asfixiado por la censura, Gómez Arcos dejó atrás la España en blanco y negro y se instaló en una Francia rebelde, la del Mayo del 68, que supo acogerle, publicarle, aplaudirle.
Yo llegué este año a Gómez Arcos, pero nunca es tarde. Me lo recomendó Alana S. Portero y, después, Lara Moreno. Dos buenas prescriptoras a las que hay que hacer caso. Fue así como leí Ana no, publicado por Cabaret Voltaire, como El cordero carnívoro, María República y buena parte de su obra escrita en francés.
Cuando Franco murió, encontró que España no le esperaba y que el camino hacia la libertad tenía vías que aún no encajaban con la suya. Ana no, la protagonista de Ana no, recorre a pie el país de sur al norte para ver y abrazar a su único hijo vivo en una cárcel antes de morir. Su viaje es el de todos nosotros. Descubrirá, por ejemplo, que Dios no es católico, que la patria es de los vencedores y que hay una cruz, la del Valle de los Caídos, que trae el invierno.
Viajar con Ana no es conocer España. La de un pasado que sigue presente y la de un presente que sigue reacio al futuro. Agustín Gómez Arcos es pura medicina, el antídoto ante el veneno de los nostálgicos que siguen resucitando a los falsos héroes. Ojalá ellos también lo leyeran.
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