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Red de Redes
Columna
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A Rolex y a setas

Los relojes suizos de lujo se ven golpeados por un arancel del 39% que ha disparado el mercado de segunda mano

Relojes Rolex expuestos en un escaparate en Berna, el pasado viernes.
Alicia González

Para aquellos pendientes de las rebajas para renovar armario o de las ofertas del día en el supermercado, resultará irrisoria la que se ha montado en las redes —y en los alrededores de los Alpes— por los aranceles del 39% que el presidente de Estados Unidos ha impuesto a las exportaciones suizas. Se trata del arancel más alto de los impuestos por EE UU entre los países desarrollados, con el argumento del abultado déficit comercial que Washington mantiene con la Confederación Helvética (39.000 millones de dólares en 2024, para un país de apenas nueve millones de habitantes). Sobre todo porque lo que más exportan los suizos (salvo el chocolate) no está al alcance de cualquier bolsillo. Los lingotes de oro —ojo, solo en pequeño formato de no más de un kilo, los bancos centrales pueden respirar tranquilos—, las cremas cosméticas de alta gama y los relojes de lujo son los principales damnificados de la guerra arancelaria.

La decisión ha sacudido a la industria relojera suiza y al mercado del lujo en general, ya golpeado por la pérdida de entusiasmo de los consumidores chinos por estos productos. Por mucho que este sector se rija por normas distintas de las de la oferta y la demanda, los fabricantes ahora deben ajustar estrategias y decidir cómo aplican el nuevo arancel, si lo limitan al mercado estadounidense, si asumen una parte del incremento, si lo reparten por el mundo. Es un mercado con normas propias. De hecho, los relojes de lujo son lo que en economía se conoce como un bien Veblen: al aumentar su precio también aumenta su demanda, porque pasa a ser considerado un bien más exclusivo.

Eso explica por qué grandes marcas de relojes, como Patek Philippe, Audemars Piguet o Vacheron Constantin limitan su producción anual a unos miles de piezas. No es solo por capacidad técnica, sino sobre todo para mantener la exclusividad y el valor de la marca. Después de la pandemia, los modelos más clásicos de los grandes fabricantes vivieron un auténtico bum y para algunos modelos, como el Nautilus o el Aquanaut, hay listas de espera de varios años.

La medida entró en vigor el pasado día 7 y de inmediato las redes se llenaron de vendedores ofreciendo oportunidades en relojes de segunda mano, que no se ven afectados por el arancel y que ven revalorizar y mucho sus piezas. También recogieron algunos de los cotizados modelos que ha lucido el propio Donald Trump o el Greubel Forsey de 900.000 dólares que llevó a principios de año el fundador de Meta, Mark Zuckerberg. La secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, visitó la cárcel de máxima seguridad de El Salvador, a donde EE UU ha deportado más de 250 inmigrantes, vistiendo un Rolex Daytona de oro. Con el nuevo arancel, los 50.000 dólares que costaba hasta ahora el exclusivo modelo pasarían a ser 65.000, como recordaba la cuenta de @pjaicomo en X.

Lo cierto es que uno pensaría que si deben imponerse aranceles, lo lógico sería sobre bienes de lujo y no sobre productos básicos. De hecho, Rolex se trasladó a Suiza como consecuencia de otra medida arancelaria, a principios del siglo XX. Después de la Primera Guerra Mundial, el gobierno británico impuso un gravamen a los relojes importados y a la exportación de metales preciosos. Una década antes, Hans Wilsdorf había fundado una compañía con su cuñado (Wilsdorf & Davis) especializada en la importación del gran invento suizo de la época: los relojes de correa, una modernidad para un mundo que gastaba mayoritariamente relojes de bolsillo. Con los años registró la marca Rolex para insertarla en las esferas de esos relojes y ganó cierta fama con la precisión de sus cronómetros. Con los cambios fiscales, Wilsdorf decidió trasladar la empresa directamente a Suiza, primero a Berna y después a Ginebra. No le ha ido nada mal desde entonces: el valor actual de la empresa ronda los 17.000 millones de dólares. Sobrevivirá a esto.

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.
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