Un verano con Almudena Grandes
Los lectores escriben sobre el legado que dejó la escritora, un artículo de opinión sobre Gaza, el permiso de paternidad y la dificultad de opositar para una plaza

Las tres bodas de Manolita, de Almudena Grandes, me ha reconectado con la lectura estival: la de mañanas incansables de palabras y páginas, la de “tengo mono de libro; sí, un sábado por la noche”. No todas las lecturas son iguales; mi primer tatuaje lo provocó una lectura de verano y creo que no hubiera sido igual de efectivo de haber leído aquel libro en febrero. Grandes habla del amor como pocas veces he leído. Yo quiero recoger ese amor en una cajita de caramelos de café con leche, para poder olerlo siempre, cuando esté y cuando falte. Manolita me ha hecho entender qué es temer todo eso tan nuevo y tan arraigado dentro. Qué cosas, una hija y hermana de rojos, experta en cárceles y curtida en el hambre de la posguerra española me ha enseñado a mí, joven GenZ, los entresijos de un amor precioso, pequeño y enorme, de esos en los que se olvida el mundo y no está mal. Grandes consigue siempre erizar la piel, anegar los ojos de lágrimas que ríen a la vez silenciosamente. Y, aunque vaya a contradecirme, sus palabras, su literatura, calan igual de hondo en agosto que en abril.
Luna Martín de los Reyes. Ciudad Real
Falta de compasión por Gaza
Más allá de las destempladas críticas lanzadas por Isaac Querub en su tribuna del pasado 4 de agosto a lo expuesto por Josep Borrell, en otra tribuna del día 1, sobre la complicidad en el genocidio de Gaza, me ha llamado dolorosamente la atención que el señor Querub no haga la más mínima referencia, aunque fuese de forma tangencial, a la tragedia humanitaria a la que estamos asistiendo en directo. No está de más recordarle que el camino hacia la paz se construye también desde la compasión, base de toda moralidad (Schopenhauer).
Eugenio Arribas López. Collado Villalba (Madrid)
Poder cuidar de mi hija
Hoy me reincorporo al trabajo tras 10 semanas de permiso de paternidad por el nacimiento de mi hija. Ha sido una experiencia inolvidable, no solo por poder cuidarla desde el primer día, sino también por compartir de forma real su crianza con mi pareja. La corresponsabilidad no es un gesto, es un pilar de igualdad, un elemento esencial para avanzar en la construcción una sociedad más justa e igualitaria. Gracias a quienes lucharon y trabajaron para que estos derechos sean hoy una realidad, permitiéndonos participar en el cuidado de nuestros hijos e hijas. Va por todas aquellas personas a quienes el sistema no se lo permitió.
Ignacio Escribano Poquet. Torrejón de Ardoz (Madrid)
Verano de opositora
Después de una gran dosis de incertidumbre, miedo e insomnio, mi verano comenzó hace unos pocos días. Si alguien ha pasado recientemente por una oposición, conocerá cada una de mis sensaciones. En este proceso injusto un tribunal te juzga en un corto espacio de tiempo, sin valorar tu esfuerzo previo o tus aptitudes en el aula. Yo no he logrado mi plaza, es mi segundo intento y, a pesar de superar cada una de las pruebas en ambas ocasiones, alguien me supera en menos de una décima. Parece que aquí los números mandan. Ya lo decía Marisa Paredes en unas de mis películas favoritas: “La realidad debería estar prohibida”. Ahora solo queda recuperar el aliento y la ilusión. Septiembre y mi alumnado me esperan.
Ana Beltrán Cecilia. Catral (Valencia)
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