Demonio de la guarda
Mientras el comité federal del PSOE fue insuficiente, el Congreso del PP fue hiperactivo


El fin de semana, el partido que tenía que hacer (PSOE), no hizo nada; y el que no tenía que hacer (PP), hizo demasiado. En el PSOE no hubo la asunción de responsabilidades ni el aluvión de explicaciones exigibles para entender cómo se gestó y campó a sus anchas el triángulo tóxico (Cerdán, Ábalos y Koldo). Aunque la geometría de la indecencia es variable y, tras las denuncias por acoso a otro alto cargo, quizás ya es un cuadrado.
No eran bulos, como se nos repitió durante meses, sino una mafia. Eso, para empezar, merecería una rectificación, y un reconocimiento de que (como mínimo) algunos pseudo-medios “digitales” ofrecieron información veraz y no eran una máquina del fango. Todo apunta a que en el PSOE había un grupo (esperemos que pequeño) de personas deshonestas.
Y no cabe duda de que, como dijo Sánchez, los presuntos corruptos han manchado las siglas socialistas con una trama de mordidas supuestamente a cambio de obras públicas. Esa suciedad tipo 1 (delictiva) perjudica al gobierno y al presidente. Y a España. Pero hay una suciedad tipo 2 (juego feo contra opositores internos en el PSOE o negociaciones turbias con partidos de escasas credenciales constitucionales) de la que Sánchez ha sido beneficiario directo.
Es posible que el presidente no supiera nada —que él no hubiera encomendado ni tenido conocimiento de acción indecente alguna. Y, de entrada, confío en su palabra. El “Pedro, yo sí te creo” de Sánchez-Cuenca me parece la suposición más noble para empezar a analizar una sospecha. Pero razón de más para que Sánchez ofrezca una explicación pormenorizada de las relaciones que tuvo con el susodicho trío. Si no, parece que el triángulo tóxico es una versión luciferina del ángel de la guarda, que vela por nosotros sin que nos demos cuenta. En este caso, los tres supuestos demonios de la guarda se habrían dedicado, además de dar rienda suelta a la avaricia y la lujuria, a proteger la carrera de Sánchez con acciones invisibles para sus ojos y sordas para sus oídos.
Y, si el Comité federal del PSOE fue insuficiente, el Congreso del PP fue excesivo. Cuando al principal partido de la oposición le toca estar a la expectativa, proyectarse como la opción seria y dejar que los focos se centren en los escándalos del gobierno, el PP se pone hiperactivo, con una retórica antisistema (hablando de “infierno fiscal”) y antinmigración que siempre acaba beneficiando a la ultraderecha antisistema y antiinmigración. De “electoralizarse” a electrocutarse hay un paso.
Fin de semana de demonios y cruzados.
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