El capitán Sánchez
Ninguna de las salidas para salvar al PSOE de la crisis y mantener en el puesto al líder se ha adoptado tras el Comité Federal del partido


Cuando el caso Ábalos se convirtió en el caso Cerdán, quienes seguían defendiendo la continuidad de Sánchez propusieron tres escenarios de desigual exigencia para atajar una crisis que amenaza con malversar el patrimonio ético y político del PSOE. Los más rigurosos, conscientes de que la adhesión social dista mucho de la foto fija que se realizó el 23-J de 2023, propusieron ir a elecciones para constatar el apoyo al Gobierno tras los escándalos de corrupción y prostitución.
Otra opción, menos ambiciosa, pasaba por exigir una cuestión de confianza que permitiera comprobar si existe todavía una mayoría parlamentaria operativa. Una prueba que, por defecto, la Constitución prevé en forma de Presupuestos Generales del Estado y que este año se ha sorteado dolosamente. Por último, los más complacientes se conformaban con plantear una terapia de choque a nivel de partido que supusiera una verdadera ruptura con el viejo paradigma que había encumbrado a Cerdán y a sus muchachos.
Tras el Comité Federal del pasado sábado, podemos constatar que ninguno de estos tres escenarios se ha cumplido. Es más, en la noche del viernes, elDiario.es desvelaba que existen testimonios de distintas mujeres que acusan a Paco Salazar, originalmente llamado a figurar en la nueva dirección, de presuntas conductas de acoso sexual. Cabe preguntarse cómo es posible que Pedro Sánchez haya vuelto a equivocarse, en la misma dirección, en este nombramiento ahora frustrado. La persistencia estadística en el patrón y hasta el arquetipo de sus hombres de confianza invita a indagar si existen condiciones en el entorno del presidente que resulten especialmente criminógenas o, cuando menos, poco ejemplares.
Es inexplicable, además, que los retoques estéticos en su ejecutiva mantengan intacto el mapa de calor de Santos Cerdán en el partido. O bien Sánchez sigue confiando en los hombres del navarro porque en el fondo son suyos, o bien teme encolerizarlos con riesgo de que tiren de la manta. Este desesperado cierre de filas forzado huele más a pánico y nerviosismo que a capacidad de mando y responsabilidad.
En su intervención del sábado, Pedro Sánchez intentó proyectarse como un audaz capitán de navío que no abandona el barco ante la tempestad. El presidente nunca escatima en elogios cuando habla de sí mismo. Pero la metáfora empleada es sesgada e interesada, porque la nave socialista no zozobra por culpa del viento ni de la mala mar. Si el PSOE se encuentra en peligro es por la propia tripulación que él mismo reclutó.
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