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Política poética

No se trata de sacrificar los contenidos en favor de las formas, ni de olvidarse de las formas bajo el mandato de los contenidos

El escritor Juan Ramón Jiménez.

De política poética hablaba Juan Ramón Jiménez para unir su vocación lírica con el compromiso civil. Entre todas las lecciones que he recibido de la escritura, me quedo con la necesidad de unir las formas y los contenidos. En primer lugar, conviene no olvidarse nunca de los contenidos. La necesidad de aquello que se quiere decir es la raíz de una vocación. Si hablamos de política, me parecen buenos contenidos la defensa de los servicios sociales, la sanidad y la educación pública, los derechos laborales, la dignidad de salarios y pensiones, la igualdad de género y las garantías en la que se legitima una democracia social. Olvidarse de estos contenidos es ponerse del lado de los que prefieren la desigualdad y el poder del más fuerte en contra de unos derechos capaces de regular la convivencia justa.

Pero esos contenidos deben articularse en la escritura con unas formas adecuadas. Son muy peligrosas las irresponsabilidades formales que no se ajustan a los contenidos y se convierten en un espectáculo debido a los falsos recursos, los adornos innecesarios, la manipulación de las palabras y las incapacidades de la comunicación. Un estilo no puede confundir la representación con la mentira, ni debe perder la conciencia personal para repetir palabras a modo de consigna. Me interesa poco la escritura sometida al hermetismo, no considero atractivas las invenciones ruidosas, los griteríos estilísticos, y estoy convencido de que una expresión personal no soporta el aire de panfleto que tienen las palabras copiadas al dictado.

No se trata de sacrificar los contenidos en favor de las formas, ni de olvidarse de las formas bajo el mandato de los contenidos. La política poética y la buena escritura intentan sostener un tono de sinceridad personal a la hora de unir lo que se quiere decir con la música de lo que se hace. Todo lo demás es ladrido o silencio, una triste corrupción de la escritura.

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