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Desafiando el cambio climático, la Vuelta a España 2026 se sumerge en verano en Andalucía

Más de la mitad de las etapas de la ronda española, que sale de Mónaco el 22 de agosto, se correrán al sur del paralelo 39, 10 de ellas en Andalucía, para acabar en la Alhambra

Vuelta a España 2026

Ante su serenísima alteza Alberto, príncipe de Mónaco, la Vuelta muestra sus poderes taumaturgos. El principal: cómo manipular la realidad en forma de vídeo para que en las imágenes que resumen la edición de 2025 etapa por etapa no aparezca ni una sola bandera palestina. ¿Gaza? ¿Qué es Gaza? ¿Existe Gaza? Cuentan la victoria de Jonas Vingegaard en una Vuelta que nunca existió. Y todos en Mónaco aplauden el borrado, como aplauden el mapa que ha dibujado Unipublic para la próxima edición, en la que intentarán otro milagro: que ningún corredor sucumba en los meses de verano al horno andaluz en el que sumergirán al pelotón.

Dentro de no mucho el mapa de la Vuelta a España de 2026 no solo será una enseña apreciada en la Trbovlje eslovena (Primoz Roglic, el héroe del lugar y dios de la década en la península ibérica, tiene previsto despedirse del ciclismo consiguiendo a los 36 años su quinta victoria, más que ninguno en la historia, y a su perfil de corredor, montañero y contrarrelojista, se adapta como un guante el recorrido) sino que, seguramente, se habrá convertido en objeto de estudio en las facultades de Geografía, quizás por su atrocidad contra natura, quizás como modelo de bellezas desaparecidas víctimas del cambio climático y la codicia capitalista neoliberal. En los días de más calor del año, la Vuelta concentrará 13 de sus etapas en el sur del paralelo 39, que corta España a la altura de Baleares y Albacete. La carrera, después de partir de Mónaco el 22 de agosto con una contrarreloj de nueve kilómetros por las calles, curvas, túneles y cuestas del circuito de F1, se lanzará en picado, un alfil por la diagonal del loco de la orilla mediterránea, hacia Andalucía, región en la que se desarrollarán 10 de las 21 etapas, incluida la última, con insólito final en Granada el 13 de septiembre, rendida al pie de la Alhambra.

Enric Mas, el español que en los últimos tiempos mejor se ha portado en la Vuelta (tres veces segundo y una tercero en sus últimas siete participaciones), mira el mapa y se ríe, loco de contento. Aunque le provocan rechazo las contrarrelojes (y habrá, aparte de la monegasca, una de 32 kilómetros entre el Puerto y Jerez el 18º día, el ciclista del Movistar ama el calor, ama hasta el calor exagerado de las noches de Sevilla sin aire, y se alimenta de las subidas, un elemento que la geografía física de la Vuelta también siempre tiene en cuenta y administra sin medida hasta el borde de la saturación. Otros ciclistas, más sensatos, Tadej Pogacar entre ellos, que seguramente no participará, temen tanto los calores que acelerará el cambio climático que abogan ya por un intercambio de fechas con el Giro. La carrera italiana de mayo no puede arriesgarse a incluir puertos de más de 2.000m, los que hicieron su grandeza épica, su leyenda, en el siglo pasado, por miedo a que las nevadas habituales en primavera obliguen a aplicar el moderno protocolo de tiempo extremo y a suspender las grandes etapas, explican. Y la Vuelta en verano, el lugar que ocupa en el calendario desde hace 30 años, se convierte año a año en un asunto más y más caluroso. ¿No sería lógico, plantean, que el Giro de la dulce Italia y los hermosos Dolomitas, se dispute en agosto-septiembre, y la Vuelta tan bien acogida en el sur vuelva a la primavera de mayo? Deberían darse prisa en hacer algo, no sea que el Tour, que siempre manda, comience ya a plantearse huir de las canículas de julio.

Aunque cualquier aficionado clásico echará de menos las montañas de toda la vida, las de Picos como Lagos de Covadonga, las de la vertiente española de Pirineos o las de la Sierra de Guadarrama, la cosecha del 26 contará con siete finales en alto, comenzando en lo más al norte, la fácil Font Romeu el tercer día.

Ya en España, en la séptima etapa, Valdelinares (Teruel), al día siguiente de la escondida emboscada de las antenas y las cruces del Bartolo, la dinamitada en el 36 y la reconstruida, atravesando el Desierto de Las Palmas desde Benicàssim (Castellón) por una pista que incluye tres kilómetros de sterrato a más del 11%. En la novena, siempre en el litoral desértico de la Comunitat Valenciana, la antigua base militar rigurosa de Aitana, la del nombre hermoso, ya abandonada. La 12ª, Calar Alto y sus telescopios en los Filabres, la única ascensión a más de 2.000 metros; la 14ª, los olivos geométricos de la Pandera, en Jaén; la 19ª, la excursión de Piedras Blancas en Estepona (Málaga), que servirá de prólogo a la etapa reina, la 20ª, 187 kilómetros por las escarpadas laderas de Sierra Nevada dando vueltas alrededor de Güéjar Sierra y Pinos Genil, con dos subidas a Hazallanas, una al Purche y la ascensión final al Collado del Alguacil, inédita subida de ocho kilómetros al 10%, y pasos por el 20%, donde quien salga de rojo ya se sabrá ganador de la 81ª Vuelta.

No solo los geógrafos físicos estudiarán la locura que fue la Vuelta del 26, también los eruditos de la geografía humana y la organización del territorio destacarán una curiosidad del recorrido, fruto seguramente de las necesidades de patrocinio económico. Más que de ayuntamientos ricos, la Vuelta busca aportaciones de las diputaciones, y seguramente por ello 17 de las 18 etapas que se corran en la península ibérica (incluida la andorrana) se desarrollarán en recorridos monoprovinciales, con salida y llega sin cruzar las fronteras de cada provincia. Habrá así la etapa Tarragona, la Castellón, la Valencia, la Alicante, la Albacete (con la sierra de Alcaraz, donde mataron al Pernales y al Niño del Arahal, bandidos), la Almería, las tres de Granada, la Jaén, la Córdoba, la Huelva, la Sevilla, la Cádiz y la Málaga. Un empacho de lombricillas desparramadas exhaustivamente por el mapa parece el dibujo más que el trazado de un viaje con sentido. Un atentado más al orden geográfico, al sentido común; muchos más argumentos, por lo tanto, para la épica de la exageración.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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